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Blackwood era un hombre inteligente. Sabía que si sacaba a los Pasajeros del aeropuerto, siendo custodiados por sus hombres, armarían un caos a nivel casi nacional. El grupo de James sería capaz de decir que formaban parte del vuelo más lujoso de la historia, y eso podía provocarle problemas tanto a ellos como al Gobierno. No podían arriesgarse a eso. No a esas alturas. No después de todo lo que habían pasado.

—Iremos a las oficinas centrales —dijo a sus hombres—. Sala VIP. Nadie nos verá ahí. Si uno de tus amigos se mueve —amenazó a James—, le meto una bala por la espalda. Tenemos placa, podemos ser perdonados. Ustedes no.

James frunció el ceño. ¿Ahí terminaba todo?

Mientras avanzaban, le dirigía una mirada de apoyo a los demás Pasajeros. Incluso Owen estaba tranquilo. Parecía que sería sencillo salir de ahí.

Sin llamar mucho la atención, los hombres de Blackwood los guiaron por una de las salidas de emergencia del aeropuerto, cercana a la sala de espera, y de ahí subieron unos cuantos pisos hasta llegar a otro corredor que los llevaría directamente a una cámara interrogatorios. Era normal ver ese tipo de instalaciones en un aeropuerto de alto prestigio.

Blackwood se separó el grupo mientras los demás iban entrando a una habitación vacía con sólo algunas mesas y sillas, una jarra de agua junto con algunos vasos de plástico. Parecía que sería una larga jornada. Al momento de entrar, los agentes federales colocaron esposas en las muñecas de cada uno de los Pasajeros.

—¿Servirá de consuelo si golpeo a uno? —murmuró Owen mientras lo esposaban—, era broma, no te espantes.

—No te tengo miedo —soltó el agente—, de hecho, hay algo para ti.

Johnson apareció atrás de él, y con una sonrisa de oreja a oreja, propinó a Owen un golpe en el estómago, obligándolo a encogerse y caer al suelo.

—De nada —dijo Johnson dándose la vuelta y desapareciendo de la habitación junto con los demás.

Se hizo el silencio.

Muy en el fondo, parecía que todos estaban de acuerdo con que aquél era el fin de su aventura. Ben aún tenía a Dianne, y tal vez podría conseguir la información de la entrada al Triángulo por sí solo. Tarde o temprano, todo terminaría.

Owen se levantó poco a poco, con una sonrisa amplia y notoria. ¿De qué se reía? Lo acaban de golpear en el estómago, y seguían sin un plan de salida.

—¿Ahora qué tienes? —preguntó Mirada.

Ella estaba sentada en una de las sillas al fondo de la habitación—. Te recuerdo que estamos sin salida y en cualquier momento vendrán a interrogarnos.

—¿Eso para qué? —quiso saber Scott.

—Seguramente Blackwood intentará sacarnos información de todo lo que hemos estado haciendo durante casi un mes —dijo Max—. Tienen mi computadora, datos, redes, todas las identidades falsas que he creado para ustedes... me van a caer más de cuarenta años de cárcel.

—Tranquilo, Max —lo calmó James—. Nos sacaré de aquí.

—Es exactamente esa la razón por la que me río —Owen se sentó en el suelo, con ambas manos sobre las piernas, y mirando a cada uno de los Pasajeros—. No hemos llegado hasta aquí para perder. Hay más. Puedo sentirlo.

—Pues deberás tener un buen plan para ello —terció Luna—. ¿No?

—Tal vez tengamos que improvisar —dijo Owen.

Las puertas de la habitación se abrieron. Blackwood y Johnson, seguidos por tres oficiales de seguridad aparecieron en el rellano.

—Lo quiero a él —Blackwood señaló a James.

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