Caminos Divergentes

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Mientras Samanta se encontraba en la disyuntiva de enfrentar los oscuros secretos de su familia o huir de ellos, Adrian se acercó y tomó sus manos con suavidad.

—Sam, sé que esto es demasiado para procesar. Pero quiero que sepas que estoy aquí contigo, sin importar lo que decidas hacer.

Ella lo miró con ojos llenos de incertidumbre y miedo.

—Adrian, ¿y si lo que dice mi madre es cierto? ¿Y si mi padre está realmente involucrado en algo peligroso? ¿Y si esa presencia sobrenatural que acecha en mi casa me está eligiendo a mí?

Adrian acarició su mejilla con ternura, tratando de brindarle consuelo.

—Entonces, vamos a enfrentarlo juntos. No tienes que cargar con esto sola, Sam. Podemos averiguar la verdad, protegerte, y luchar contra lo que sea que esté perturbando a tu familia.

Samanta se mordió el labio, indecisa. Por un lado, la tentación de huir y poner distancia con todo ese caos era abrumadora. Pero por otro, su corazón anhelaba encontrar respuestas, cerrar esos capítulos oscuros de su pasado.

—Adrian, yo... yo no sé si puedo hacer esto. Después de todo lo que has hecho, ¿cómo puedo confiar en ti de nuevo?

Él bajó la mirada, la culpa reflejada en su rostro.

—Lo sé, Sam. Sé que te he traicionado y que mi error casi te cuesta la vida. Pero déjame demostrarte que he cambiado, que estoy aquí para apoyarte y protegerte. Por favor, dame una oportunidad.

Samanta permaneció en silencio por unos instantes, sopesando sus opciones. Finalmente, soltó un profundo suspiro y asintió con la cabeza.

—Está bien, Adrian. Vamos a hacer esto juntos. Pero tienes que prometerme que serás honesto conmigo, sin importar lo que descubramos.

Adrian le dedicó una sonrisa aliviada y la abrazó con fuerza.

—Te lo prometo, Sam. Vamos a enfrentar esto como un equipo.

Juntos, emprendieron una investigación más profunda, recorriendo cada rincón de la casa familiar en busca de pistas. Samanta se enfrentó a su padre, confrontándolo con las revelaciones de los diarios, pero él se negó a admitir cualquier vínculo con actividades ilegales.

Sin embargo, a medida que profundizaban en su búsqueda, comenzaron a surgir indicios cada vez más inquietantes. Documentos sospechosos, llamadas telefónicas a horas extrañas y la sensación persistente de que algo los observaba desde las sombras.

Samanta sintió cómo el miedo se apoderaba de ella, pero se aferró a la promesa de Adrian de mantenerse a su lado. Juntos, enfrentarían lo que fuera que estuviera acechando a su familia.

Pero entonces, una noche, mientras Samanta y Adrian revisaban papeles en la cocina, la presencia sobrenatural que tanto habían temido se hizo presente. Una sombra alta y esbelta se movió en la esquina de la habitación, y un susurro escalofriante llenó el aire.

Samanta gritó y se aferró a Adrian, sintiendo que su corazón se aceleraba hasta casi explotar. Él la rodeó con sus brazos, tratando de protegerla, pero ambos sabían que estaban indefensos ante esa fuerza que parecía desafiar la realidad.

Y entonces, la verdad los golpeó como un rayo. La presencia sobrenatural, las actividades sospechosas de su padre, todo parecía estar entrelazado de una manera que no podían comprender.

Samanta se separó de Adrian, su mirada llena de determinación.

—Tenemos que salir de aquí. Ahora.

Como volver a nacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora