Obsesión Inmortal (UKiss y tu)

Capítulo 16: Y más consecuencias

Ya habían pasado casi tres semanas y me había servido un poco el alejarme... realmente no del todo. 

Kevin me había llamado y se escuchó un poco molesto por no haberme despedido, pero después de haberle explicado lo que había pasado con Kiseop comprendió y amenazó con que hablaría seriamente con él, en cambio le pedí que no era necesario que le dijera algo.

—Pero te has ido por hacerle caso.

—Lo necesitaba y no tienes que preocuparte, regresaré en unos días.

—Bien, espero y no cambies de opinión.

—Prometo que no lo haré.

—Entonces nos vemos en unos días.

—Adiós.

No volvimos a comunicarnos.

Más tarde, en la noche durante un pequeño lapso antes de dormir, redacté una pequeña carta.

Kiseop:

Seré directa.

El que me hayas dicho que me alejara fue un duro golpe y te estarás preguntando por qué; pues la respuesta es sencilla.

Te quiero.

Sé que pensarás que es una broma, pero no. Nunca en mi vida he hablado más en serio.

Necesitaba decirte esto sabiendo que para ti probablemente sea algo insignificante ya que tú amas a alguien más.

Me gustaría que por lo menos mantuviéramos nuestra amistad. Eso sería significativo para mí.

_________(TN).

La guardé entre mis cosas pensando entregársela algún día.

***

Dos días después mis padres quisieron hacer una parrillada en el jardín aprovechando que estaba con ellos, además de la visita de unos tíos.

—Cariño —mi madre se acercó con un plato que tenía un trozo de carne—, ¿crees que está lista?

Quité un trozo y me lo llevé a la boca.

Justo en cuanto bajo por mi garganta sentí mi estómago revolverse y comenzar a enviar todo de regreso, así que sabiendo lo que venía corrí dentro hasta llegar al medio baño de la primera planta donde devolví todo lo que había comido en el desayuno.

Después de vaciar todo mi estómago, me enjuagué la boca.

—_______(tn) —mamá entró luciendo su rostro preocupado—. ¿Has devuelto?

—Sí.

—¿Sabes que tú no puedes enfermar? —asentí despacio comenzando a sentir pánico—. Y solo puede haber una razón por la cual te has sentido mal.

Recargué mi espalda baja contra el lavamanos mientras cerraba los ojos pidiendo que no fuera lo que ambas pensábamos.

—¿Te cuidaste cuándo estuviste con Kevin?

Empecé a hacer memoria y sabía que nuestra desesperación no nos había dejado ser prudentes, por lo que no habíamos usado nada.

Negué con la cabeza y la miré.