La disputa de media noche

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El sábado llegó rápido, muchos habían esperado ese día ya que por fin vendría Jackita La Zorra. Las entradas se habían vendido muy bien, 60 entradas en total. Sharon y la Cheni se estaban preparando para ir. El show seria en Tanpa, donde todos los wachiturros y culisueltas se juntarían.

–Me queda mejor el vestido rojo ¿no? –Preguntó la Cheni.

–Ponete el rosadito mejor –Sharon se estaba haciendo la planchita. Sharon nunca se vestía formal para ir a Tanpa, siempre iba con un pantalón nevado o con una calza, pero en aquella ocasión quería dar una buena impresión a su máximo ídolo femenina. Se había puesto un vestido amarillo patito y se estaba haciendo la planchita. La groncha de la Cheni iba a ir con su típica palmerita bien sexy.

La Cheni se puso el vestido rosado y se terminó de hacer la palmerita en el pelo. Ambas wachiturras fueron a Tanpa. En el camino, vieron a muchos wachiturros que iban cantando canciones de Jackita La Zorra. ¡CUANTO AMABA SHARON A TODOS LOS PLANCHAS! Eran como una enorme familia, donde todos eran iguales, no como esos locos satánicos que escuchaban rock. Ellos se separaban en grupos, en metales y en punkers o lo que mierda fuese. En cambio, los planchas eran todos planchas. Turros, wachiturros, culiseltas, planchas, cumbieros, todos eran iguales, planchas de corazón. Todos escuchaban las mismas canciones, como un buen grupo social, si uno escuchaba Nene Malo, todos escuchaban Nene Malo. Si uno escuchaba Las Culisueltas, todos escuchaban Las Culisueltas. No como esos rockeros idiotas que escuchaban cada uno una cosa distinta, cada uno una banda distinta. “Qué asco”, pensó Sharon.

Por fin llegaron a Tanpa. Sharon dio su entrada al encargado, un hombre de pelo entrecanoso que Sharon había conocido hace unos meses cuando inicio la travesía de la Cheni, y entró al club de disco. Por dentro, era un precioso galpón, bien grande, con una gotera en el techo. Al final había un pequeño escenario y contra la pared anexa había una cabina de pinchadiscos. Enfrentado a la cabina había una barra con carteles de Neón que era atendida por Jorge, un viejo barbudo muy amistoso que no tenía problemas con venderte cualquier porquería, desde vodka a algunas sustancias en polvo con las que Sharon tenía experiencia.

Sharon se sentó en unos pufs que formaban un living y aguardó. La Cheni se le acerco con unos vasos de Vodka.

–AYYY QUE EMOCIÓN –gritó la Cheni. Paso media hora y el club Tampa albergaba a los 60 fieles cumbieros. Los cumbieros que siguen a sus artistas, a sus ídolos, a todos lados. Entonces, apareció Jackita La Zorra. La Zorra se subió al escenario y comenzó a observar el público. Parecía nerviosa, y Sharon se preguntó por qué. Una estrella tan talentosa no tiene nada por lo que estar nervioso. Entonces, las miradas de La Zorra y Sharon se cruzaron. Y La Zorra abrió los ojos como platos. Parecía como si estuviese tratando de mandarle un mensaje a Sharon. Un mensaje visual. Entonces empezó la música.

La Zorra comenzó a cantar, y todos los turros bailaban. Pasaron tres canciones de cumbia villera, pura cumbia villera, cuando el problema comenzó. El sonido de los gritos fue ahogado por lo que parecían…guitarras…baterías…mucha gente gritando. La gente comenzó a salir corriendo afuera para ver qué pasaba, incluida Sharon. Cuando estaba corriendo entre la multitud, miró hacia atrás y vio a La Zorra desconcertada.

–¡Vuelvan! –Gritaba La Cheni– ¡Vuelvan traidores! –La Cheni comenzó a correr en círculos y a tirarle el pelo a la gente que pasaba a su lado. Sharon quería quedarse y demostrarle su lealtad a La Zorra, pero necesitaba saber qué era lo que ocurría afuera, y entonces estuvo segura de que La Zorra le quería mandar un mensaje, porque la miró y asintió con la cabeza, en señal de que saliese a ver que sucedía afuera, y Sharon salió de Tanpa. La Cheni seguía gritando.

Tanpa estaba ubicado en una esquina de la cuadra. Bien, el tumulto se formó en la esquina opuesta. Había unos tipos tocando la guitarra. Y alrededor de ellos habría cerca de 500 personas. Sharon no entendía como tanta gente podría entrar en un solo lugar, pero había gente mirando el toque desde todos lados, desde los balcones, desde la calle, los autos no podían pasar. Sharon se acercó como pudo y observo el enorme pasacalle.

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Sharon comenzó a correr hacia el escenario, se abrió a los empujones entre la gente, varios la insultaron y entonces Sharon reparo en la vestimenta… cosas de metal…ropa negra…crestas…muñequeras… ¿skates? Entonces lo comprendió mejor que nunca, el rock había regresado para quedarse.

La Pequeña Sharon Y La Invasión Del RockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora