Epilogo.

108 8 2
                                    

Ya han pasado 7 años.

Y aquí estoy, leyendo el diario que escribí en aquella época, que loco, no? Leer las cosas que escribía a los 16, y las cosas que escribo ahora, aunque mi diario no se parece en nada a los libros que he escrito. Pero hay algo que me resulta más raro.

Nada de esto sigue aquí.

Mi relación con Avery no duro más allá de la graduación, pero fue lo correcto, cada uno iría por su lado en la universidad, cada uno iniciaría de cero. Todavía recuerdo lo que me dijo aquel día que todo termino.

-Trata de olvidarme.

-Como si fuera fácil, Avery.

-Lo se.- Dijo riendo. Pero justo cuando iba a irme, escuche como susurraba.

-No lo olvides Esperanza, no lo olvides a él.

Aun no sabía a que o a quien se refería. No sabía a  quien no tenía que olvidar, no lo sabía en ese momento, pero tampoco lo sabía ahora.

Y con Sophie y Sam había pasado exactamente lo mismo, hace unos 6 años que no tenía contacto con ellos, pero creo que era obvio, una no puede tener mucho contacto con alguien que se la pasa contantemente viajando, y con alguien que sigue al amor de su vida por todo el mundo. Porque así eran Sam y Sophie, Sophie quería viajar, Sam la seguía. Creo que ser periodista de deporte te permite darte esos lujos. Y ser parte del deporte, también.

Y ustedes se preguntaran que ocurrió con Kendall.

Era raro ver como al principio del diario, se menciona tantas veces su nombre, pero al final, ya ni aparece. Porque así fue, desde nuestra despedida, Kendall había aparecido muy pocas veces en mi vida diaria, solo en algunos proyectos y tareas, luego de eso el y yo habíamos mantenido nuestra distancia, pero ambos sabíamos de nuestro pasado, y ambos sabíamos de nuestro futuro.

Hacía años que no veía a Kendall, y hacía años que no pensaba en el, hasta lo había olvidado, o eso creía, porque al leer esas páginas, no sabía de que Kendall se trataba, pero al seguir leyendo, mis recuerdos volvieron, esas tardes estudiando, ese beso en el vestuario, esas charlas tan profundas, esa despedida bajo la ventana de mi habitación en aquella casa que muy pocas veces visitaba.

Pero aquí estaba, luego del funeral de mi madre, vendería esa casa, y en una de esas tantas revisiones de cajas, para ver que todo estuviera en orden y nada faltara por envolver, encontré esto, mi querido diario, mi fiel confidente, guardián de todos mis secretos y esperanzas, temores y, la mayoría del tiempo, dolores.

Guarde el diario en mi bolso y deje que los chicos de la mudanza sacaran todas las cajas de allí.

Salí apurada de mi casa, tendría que ir a la editorial, hoy me presentarían a mi nuevo asistente, un chico novato, de mi edad, pero no de mi misma experiencia.

Encendí un cigarro y arranqué el auto, si, ahora fumaba, me ayudaba a relajarme, y si me relajaba, escribía, y todo salía bien.

Llegué al trabajo en menos de diez minutos, estacione y una vez adentro camine hasta mi oficina, no sin antes pasar por donde mi jefe.

-Buenos días.

-Buenos días, Esperanza, el nuevo esta en tu oficina.

-Okey, gracias.

-No seas tan dura.

-Eso lo veré.

Salí de allí y me dirigí a mi oficina.

Abrí la puerta y ahí estaba, era un chico alto, de espalda ancha, vestido con una camisa, que le quedaba medio entallada, junto con unos pantalones de jean negros, pero tenía algo que se me hacía especial, como conocido.

Porque te amo, Esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora