Querido diario: Hola de nuevo, quería explicarte que en la anterior hoja no te describo a Josefina, Felipe ni al nuevo marido de madre porque realmente no los conozco tanto, ya que ellos viven en otro país y no tienen mucha relación conmigo. Vienen algunas veces Jose y Feli, pero por muy poco tiempo. Los quiero, pero no es lo mismo que con los demás. Aclarado esto sigamos...
Hace unos cuantos meses que no escribo porque son tus últimas hojas, así que decidí guardarlas para ocasiones especiales. Así que quería contarte que tengo dos hijos. Sé que es difícil de creer pero ahora te explico...
A poco tiempo de mudarme a mí nueva casa. Era de madrugada, yo estaba acostada leyendo. Luego me levanté y baje a la cocina a tomar agua. De repente vi por mi ventana, un hombre que salía de la puerta de mi casa, se subió a un auto y se fue. Entonces pensé que había querido entrar, pero no había podido y llamé a la policía. Estaba en la sala esperando a que llegarán y de repente se sintió como un quejido de bebé. Mire por la ventana, pero no se veía nada. Así que tome coraje, con un palo en la mano y abrí la puerta. Allí se encontraba una especie de canasta donde había un bebé que lloraba y a su lado se encontraban unos papeles. Sin dudarlo, solté el palo, lo levanté y lo abrace para que se calmara. Llegó la policía, les expliqué y yo me fui a poner al bebé en mí cama porque se había dormido y lo abrigue porque hacía mucho frío. Cuando volví a donde estaba el policía, me dijo que los papeles que habían dejado junto al bebé eran de adopción y que también se encontraba una carta para mí. Yo no entendía nada, pero lo único que sabía era que no lo abandonaría. Entonces les dije que se fueran y que dejarán al bebé conmigo y que al día siguiente los llamaba. Esa misma noche agarre al bebé; lo envolví en colchas, nos subimos a mí auto, baje el asiento del copiloto, lo acosté ahí y nos fuimos a ver si había alguna farmacia de turno. Gracias a Dios, encontré una y compre lo justo y necesario para esa noche. Llegamos a casa, le hice la leche y lo acosté. Era un angelito, no molestaba para nada. Cuando se durmió, pude recién ver los papeles que estaban junto a él. Eran dos sobres y los papeles de adopción. Uno de los sobres contenía una cadenita con una cruz y el otro una carta que decía algo así: "Hola, sé que no entenderás nada, pero por favor te pido que cuides a mí niño. Sé que lo amarás como si fuese un hijo tuyo porque conozco como eres. Te explico; su mamá murió en el parto, yo que soy su padre tengo una enfermedad terminal y por más que haya hecho miles de tratamientos no me salvaré. Como no tengo familiar con quien dejarlo, empecé a buscar alguien que sea buena persona para amar y enseñarle valores. Él es lo más importante que tuve y tengo en mi vida. Así que un día buscando a la persona correcta te conocí. Lo revisaste porque tenía fiebre y cuando estabas escribiendo que debía darle para que le pase, entro tú secretaria embarazada. Mientras hablaban yo te observaba y pude percibir que eras una buena persona. Digamos que siempre tuve ese don, de analizar a las personas y percibir si son buenas o malas. Aparte los comentarios de todos aquellos que van a tú consultorio son buenísimos. Luego averigüe que hace unos años hiciste los papeles para poder adoptar y me decidí e hice esto. Ama a mí niño con todas tus fuerzas y si puedes cuéntale de mí. Aquí te dejo una foto de sus padres para que nunca nos olvide. Ah y su fecha de nacimiento la anoté en los papeles de adopción para que siempre pueda festejar sus cumpleaños. Adiós..."
Luego leí el papel de adopción y su nombre era Abel. Dejé todo, fui a mí cuarto y cuando lo vi dormir tan tranquilo, hermoso y transmitiendo tanta paz, le prometí que nunca lo abandonaría. Desde ese momento lo ame con locura. Al día siguiente llamé Pamela, pero no le dije para qué. Ella llegó, le conté lo que pasó y le pedí que viera si esos papeles eran reales, me dijo que si y que lo quería conocer. Entonces, aproveche y le pedí si lo podía ver hasta que yo hacía algunas compras y acepto sin dudarlo. Fui al shopping y le compré ropa, una cuna, un coche, mamaderas, chupetes, silla para llevarlo en el auto, mantas, peluches, pinturas para pintar el cuarto que quedaba libre y montón de cosas para bebés. No te puedo describir de lo feliz y emocionada que me sentía. Llegue a casa, les avisé a todos que tenían nuevo sobrino y hablé a los mellis para que me ayudarán pintando y armando la cuna. No tardaron nada en llegar y empezaron a hacer su trabajo. En eso llegó Franco, Dante, Pablo, Danna y Cintia a conocer a mí pequeño Abel.
Pasaron los meses, Abel se acostumbraba a mí y yo a él. Santi y Samu venían casi todos los días a visitarlo. Un día me llamaron de un hogar para niños diciendo que se me había autorizado la adopción de una beba que recién había llegado allí. Que si aceptaba o no. Yo hacía ya algunos años que había empezado los trámites para poder adoptar a cualquier bebé que necesite amor. Pero pensé que Abel era chiquito aun, recién estaba por cumplir un año y no sabía hablar aún, pero si caminar. Entonces fui a decirles que no, pero cuando me la hicieron conocer, era hermosa y pasó lo mismo que con Abel, me enamore y terminé aceptando. Llegue a casa, los mellis cuidaban a Abel y cuando me vieron entrar con ella, Santi dijo: "No me digas, te enamoraste" Y nos reímos. Se acercaron a conocerla y le dije: "Ella es Leía." En ese momento Samuel me la quito y se agachó para que Abel la conociera. Fue tan mágico ese momento, como conectaron los dos, que quería congelar ese momento para siempre. Pero no pude porque tuve que salir a comprar todo de nuevo pero para mujer.
Cuando tenía que elegir una casa para comprar, elegí la más grande por el tema de que sabía que en algún momento iba a poder adoptar.
Sé que pensaras como hago para trabajar. Bueno muy fácil, traslade mí consultorio a mí casa. Igual cuando lo abro viene Cintia o Danna a cuidarlos hasta que me desocupe pero si están muy molestos los llevan a dar una vuelta.
Bueno me voy que mis niños me necesitan. Saludos Soledad...
sf
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Soledad (EDITANDO)
Teen FictionDicen que un diario intimo, guarda los secretos más profundos, de aquella persona que lo escribe... También dicen que las personas que los escriben son personas incapaces de comunicar en palabras lo que le sucede o que no tienen a quien más confiar...