3.-Destino y frialdad.

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Amber despertó por el sonido de su alarma, que muy pocas veces usaba.

Se sentía más relajada, tenía menos ojeras, y estaba absurdamente feliz. Las mariposas aún se apoderaban de su estomago cuándo recordaba ese inesperado, pero exquisito primer beso que le había dado ese tan hermoso ser de ojos grises. ¿Le habrá gustado tanto como a ella? Pensó. No lo sabía, al ser su primer beso, de seguro fue muy torpe.

Con una boba sonrisa en el rostro se levantó de la cama, y fue a ducharse, hoy era lunes, el deber llama. Se ducho tranquilamente, ya que Brenda y su estúpido hermano deberían estar durmiendo muertos de borrachos.

Cuando salió de la ducha, se puso un conjunto de ropa interior color rosa pastel, que le quedaba hermosamente tierno a su pálida, pero hermosa piel.

Luego optó por unos jeans negros, unos zapatos bajos muy tiernos que tenían una cintita en la parte delantera, y una blusa del mismo color de su ropa interior. Luego secó su cabello, se puso sus gafas, tomó sus cosas y emprendió rumbo a la universidad, no sin antes haber engullido un panqueque, una de las pocas cosas que le gustaban.

*

Ian despertó literalmente con una sonrisa en su rostro. Había soñado toda la noche con esa tierna chiquilla, con ojos de fuego, y sus exquisitos labios en forma de corazón y con sabor a chocolate.

Se levantó de la cama, y metió su escultural cuerpo bajo la ducha.

Mientras el agua recorría su cuerpo, liberándolo de toda tensión, cerró los ojos, y comenzó a revivir el épico momento vivido la noche anterior.

Seguía sonriendo. Esa chiquilla le producía felicidad inmediata, pero no entendía el porqué.

Salió de la ducha, y se puso unos jeans azul oscuro, con una playera ajustada a sus brazos, que resaltaba los marcados músculos de estos mismos.

Desayunó calmado. Llegar tarde a la universidad un día, no le haría mal.

Comió tranquilo, dando vueltas por su cabeza en cada momento la idea de dónde podría encontrar a esa chiquilla.

Pero, ¿porqué le provocaba esto?, pensó. Nadie tenía el derecho a provocarle estás extrañas sensaciones. No lo permitiría. Una vez prometió ser el hombre más perro y frío que pudiera, y lo iba a cumplir. Solo era una atracción lo que esa chica despertó en él. Necesitaba cogérsela, y ya iba a acabar todo. Siempre ocurría así.

Salió de su apartamento, y se subió a su auto. Llevaba 5 minutos de retraso, pero no le importaba, siempre llegaba tarde, y no le reprochaban nada. Además, hoy a la primera hora su maestra era Ayline, unos cuantos años mayor que él. La traía loca, lo sabía. Y solo bastaba con darle un rato de placer para solucionar cualquier tipo de problema.

Iba por la avenida principal de la ciudad, a unas 4 cuadras de llegar a la universidad, y vio caminando al ser más divino del mundo. Se movía tan delicadamente, con sus carpetas entre sus brazos, acomodando a cada instante tras su oreja el rebelde mechón que caía por su mejilla. Esa blusa, tan delicada, perfecta para ella, y esos zapatitos tiernos, que le quedaban perfectos.

Se paró frente a ella, y tocó la bocina...

Para la mala suerte de Amber no pasó ni un solo maldito taxi, y ni loca pensaba volver para pedirle al chofer que tenía contratado ese maldito, que la llevara. Así que decidió caminar.

Iba muy campante, luchando con el mechón que caía en su mejilla a cada instante, cuando un lujoso auto negro, de vidrios polarizados, se paró justo en frente de ella y tocó la bocina.

Se asustó. De verdad se asustó. Sus piernas comenzaron a temblar, y su cara se volvió mas pálida de lo habitual.

De pronto, el vidrio comenzó a bajar, y su corazón dio un vuelco dentro de sí. Sintió felicidad, alivio, deseo, nerviosismo, vergüenza, y un sin fin de emociones que no podía explicar.

•Luz En La Oscuridad•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora