Ian despertó, después de haber dormido solo dos horas, pues no podía dormir aún sintiendo la esencia de Amber. Cambió incluso las sábanas, pero no, su maldito, pero exquisito olor no salía de las fosas nasales de Ian. Estaba por toda la jodida habitación. La deseaba. Aún la deseaba.
No entendía porqué la había echado la noche anterior. Seguramente, porque está acostumbrado a jugar así, solo a usar a las chicas como un juguete, tal y como lo habían hecho con él hace unos años. Pero con Amber fue diferente. Le dolió echarla, pero para cuando reaccionó, Amber ya se había ido. Esa había sido su primera vez, debió haber sido un poco más cuidadoso. Pensó. Seguramente ahora lo odiaría.
Lanzó abajo de la cama una almohada que estaba impregnada del olor de Amber, y se levantó para ducharse.
No podía faltar a la universidad, pues estaba en su penúltimo año. Además, hoy tenía certamen, para rematar.
Se ducho, recordando todo lo de la noche anterior, volviendo a sentir el frágil cuerpo de Amber entre sus brazos, entregandose por completo, sin siquiera conocerlo bien. Le había agradado, le había agradado bastante para ser más claros. Tanto, que aún sentía que necesitaba un poco más de aquel ser de ojos ámbar, que de alguna manera, lo había logrado envolver, sin que el estuviera enterado. La buscaría.
Luego de ducharse se vistió como de costumbre, y se fijó en algo que había tirado en el suelo. Era la coleta de Amber. Sonrió como un tonto. Era tan inmadura, tan inocente, pero con uno solo de sus tiernos gestos, lo lograba encender como nadie.
Sin que él lo supiera, Amber había vuelto a encender una llama en él, que estaba apagada hace muchos años.
Se guardó la coleta en el bolsillo trasero del pantalón, para más tarde traer con esa excusa a Amber, y hacerla suya de nuevo. En serio necesitaba más de ese frágil ser.
Sin desayunar, emprendió camino a la universidad, pues iba atrasado como siempre.
Esperaba encontrarse a Amber en el camino, pero no. No había rastro de ella. Seguramente ya estaría en la universidad.
Al llegar, la buscó en todas las partes que pudo, pero no, no la encontró.
Sin más remedio, se fue al salón, pues su clase había comenzado hace unos diez minutos.
Pasó la clase aburrido, y ansioso. Necesitaba ver a Amber lo antes posible. Su cuerpo exigía más de ese diminuto ser...
*
Tal como lo había dicho Brenda, salió muy temprano de casa, para irse de viaje con su asqueroso hermano.
Pudo oírla parlotear, pues estuvo despierta toda la noche, y no podía conciliar el sueño, su alma estaba muy rota. Dos estupideces en un día había sido mucho más de lo que podía soportar.
-Ya sabes, todo lo que quieras se lo pides a esa inútil, y si no te obedece pues me lo dices, y arreglamos cuando llegue.-Escuchó que le decía Brenda a su hija Alexa antes de irse.
Alexa, como siempre asintió. Pero claro que no iba a cumplir lo que decía su madre. Ella quería a Amber como a una hermana, y sabía por todo lo que tenía que pasar cada día por su estúpida y demente madre, pero esta le impedía hacer algo al respecto, pues la tenía también amenazada con no abrir la boca. Sabía de lo que su madre y su locura era capaz de hacer.
Amber, sin ninguna emoción, escuchó todo serena mirando a la nada.
Sus ojos estaban rojos de tanto haber llorado. Su cabeza pareciera que iba a explotar, y tenía unas ojeras horribles.
Decidió no ir a la universidad ese día. En realidad, decidió no ir a la universidad en unos cuantos días. Ya que no iban a estar Brenda y Gonzalo, podía hacer lo que quería. Aparte, se moriría de vergüenza si le viera la cara a Ian después de lo que pasó anoche. Descansaría un poco de todo el mundo cruel que la rodeaba.
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•Luz En La Oscuridad•
RomanceAmber, tiene 18 años, y su vida no va muy bien. Tuvo que sufrir la pérdida de su madre a muy temprana edad, la persona a quién mas amó y seguirá amando. Desde ese entonces, vive con su padre, quién la quiere mucho, pero por estar trabajando todo el...