Capítulo 2: "La verdad"

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Mi mente recreaba una y otra vez el momento, el impacto. Eran sólo imágenes que se distorsionaban tanto que no estaba seguro de lo que podrían significar, a mi alrededor veía cristales, mucho color rojo, haces de luz intercalados con ráfagas de oscuridad, voces susurrantes, algunos gritos, una fría brisa corriéndome por la cara, luego calor febril... todo era tan extraño que supe que estaba soñando.

-Niall, hijo -escuché en la voz de mi madre, luego sentí una leve presión en mi mano, abrazando mis dedos.

Intenté abrir los ojos pero algo me obstaculizaba, me llevé una mano a la cara y sentí que tenía la mitad del rostro y toda la cabeza cubierta por alguna especie de tela rugosa, me tomó un minuto completo comprender que era gasa. Un rayo de dolor me atravesó el cráneo mientras todavía las preguntas giraban sin respuesta.

Tardé otro largo minuto en percatarme de lo que reinaba a mi alrededor. Un agudo sonido constante al lado de uno de mis oídos, taladrándome la cabeza. Reconocí el olor característico de aquel lugar donde algún día trabajaría, si las cosas salían bien. El aroma a alcohol, lejía y medicamentos me decía claramente que estaba en un hospital.

Sentí un pinchazo en la mano donde había sentido la presión, era una aguja intravenosa. No debería estar precisamente en perfectas condiciones si había requerido que me colocaran suero.

-¿Mamá? -pregunté con la voz pastosa, en lo que me pareció media hora después de que supe que ella estaba allí - ¿Qué pasó? ¿Por qué tengo...?

-Tranquilo, Niall. Has tenido un accidente, estás en el hospital -me puso al tanto mamá con voz conciliadora.

Ok, eso explicaba algunas cosas.

-Voy a avisar al médico que despertó -esa voz la reconocí de buenas a primeras, sonreí ampliamente sólo para hacer una mueca de dolor antes de hablar.

-¿Marta?

-Soy yo, amor. Ahora vuelvo -me avisó tocándome los dedos de la mano a la que mamá no estaba aferrada.

Quise mover las piernas y de nuevo sentí un dolor muy parecido a la presión de miles de agujas en toda la extensión de mi piel, una pierna pesaba más que la otra, por lo que quizás tenía un yeso. Era la pierna derecha, la que dolía más.

Intenté mover los brazos, estos dolieron menos, pero también tenía el izquierdo enyesado, desde la mitad del brazo hasta mi palma. Sentía todo el cuerpo entumecido, como si me hubieran pasado con una bola de demolición por encima, claramente había tenido un accidente y lo recordé un segundo después.

¡Genial! Estaba hecho una momia, vendado de pies a cabeza y con ese dolor adormecido sintiéndose en cada centímetro, y de seguro que estaba anestesiado, no quería ni imaginar lo que sería cuando pasara el efecto... esto no caería mejor en casa ni por asomo.

-Quédate tranquilo, Niall. Ya viene el doctor -repitió mamá.

Me sentí en la completa necesidad de disculparme por la manera en que había huido de casa. Si no hubiera reaccionado así, no estaríamos en tanto embrollo.

-Mamá... perdón.

-Está bien, hijo, no te preocupes por eso ahora -susurró, me hubiera gustado verle el rostro en ese momento.

-¿Y papá? -pregunté, no me pareció haberlo escuchado desde que había recuperado el conocimiento.

Mamá guardó silencio por demasiado tiempo... eso no me gustaba.

-¡Niall Horan! -exclamó un hombre a unos metros de mí.

- Es el doctor Mayer, Niall -me dijo mamá en un tono de voz muy bajo. Ella parecía estar sentada a la altura de mi oído, mientras que al doctor se lo escuchaba lejos.

El doctor Mayer era nuestro médico de cabecera, ante un resfriado o algún problema de salud acudíamos a él. Lo recordaba como un hombre alto, fornido, de pelo negro y blanca piel, usaba lentes que lo avejentaban, pasaría de los treinta y cinco y no llegaría a los cuarenta y tantos... pero claro, eso había sido desde mi única ruptura de pierna, allá, hacía unos seis años.

-¿Cómo te sientes? -interrogó el médico desde una altura considerable.

-No estoy seguro -confesé.

-Ok, te vamos a hacer unos estudios, N -Niall me avisó-Los enfermeros vendrán por ti en cualquier momento.

Sólo asentí con la cabeza, no podía decirle que no ¿cierto?

-¿Doctor? -lo llamé aún sin saber si estaba allí o si ya se había ido.

-¿Sí, Niall?

-¿Me puede sacar estas vendas por favor? Me gustaría ver a mi familia.

-Lo siento, no podemos sacártelas hasta que sepamos cómo estás del traumatismo.

-Ok -suspiré resignado. Ni modo, debía esperar.

Los enfermeros vinieron pronto por mí, me pasaron de mi mullida cama a algo que parecía una tarima un tanto más dura. Escuchaba los murmullos de las personas que pasaban a mi lado por el pasillo del hospital, luego volvieron a moverme de la tarima a otra mesa un poco más dura aún. Le siguieron unos sonidos extraños que supuse provenían de las máquinas que me estaban revisando. De nuevo la tarima y otra vez el pasillo atestado de murmullos, en poco tiempo sentí otra vez el colchón bajo mi cuerpo.

Mamá había salido a buscar café, según ella ya era de noche. Claro que lo era, lo veía todo oscuro, para mí era de noche desde el accidente. Marta se quedó conmigo.

-Sé que es estúpido preguntar, pero... ¿Cómo estás? -inquirió tímidamente mi novia dándome un beso en la mano en la que tenía el suero. Suspiré.

-Bien, medio adormecido pero supongo que se me va a pasar pronto.

-Nos diste un buen susto, amor.

-Lo siento -me excusé burdamente.

-Fue todo un caos. Maura me llamó preocupada, preguntando por ti. Nos desesperamos, te buscamos por separado... incluso papá puso a disposición varios de sus coches para ir en tu busca -hizo una pausa, el papá de Marta era dueño de una agencia de taxis, le debía un gran favor a mi suegro-. Y entonces te encontré en esa esquina... -dijo tan bajo que casi no la escuché -, estabas en el suelo... rodeado de cristales y sangre... me costó mucho marcar el número de tu mamá, me temblaban las manos.

Contigo La Oscuridad No Existe |Niall Horan & (Tu)___|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora