Las piezas encajaban. Las palabras del doctor, los conocimientos médicos que tenía a pesar de mi edad, se acoplaban perfectamente formando el oscuro puzzle de mi existencia.
Nadie decía nada. No, no estaba preparado para aquello. Y creo que ninguna persona podría estarlo.
-Mucho me temo que has perdido la visión, Niall -musitó el médico y mamá soltó un gemido lastimero. Supe que estaba llorando cuando una lágrima suya aterrizó en mi mano.
No sabía qué decir, me negaba en redondo a aquello, no podía quedar ciego.
El dolor en mi cabeza se intensificó como si me la estuvieran taladrando, me la agarré como pude con ambas manos pero el dolor no disminuía. Era una completa confusión, escuchaba los latidos de mi corazón a ritmo con la máquina a mi lado y su pitido exasperante entremezclado con los lamentos de mamá y los llamados del doctor a una mujer. Lo siguiente fue borroso, ya no escuchaba nada con claridad hasta que fácilmente todo se cubrió de silencio y negro, el único color que vería desde entonces.
Me encontraba corriendo hacia algún lado y hacia alguna dirección, sabía que era yo aunque no podía verme; también sabía que era inútil intentar divisar algo, cualquier cosa era igual a otra, en medio de toda la negrura que me rodeaba.
Tropezaba a menudo, a cada medio centímetro había algo que me hacía caer al suelo. Volvía a levantarme sólo para volver a caer, era patético. Un maldito inútil, precisamente. Tropecé de nuevo luego de levantarme por enésima vez, busqué bajo mis pies qué era lo que me había hecho encontrar tan estruendosamente con el piso, lo tomé entre mis manos. Era un objeto alargado, pesado, lo recorrí cautelosamente con los dedos y sentí que la piel se me abría donde la hoja pasaba. Era un cuchillo, un filoso cuchillo. Pensé por un segundo que entre mis manos tenía la solución a mis problemas y a los que estaba causando a mi familia con mi estúpida invalidez, lo tomé del mango y lo levanté hasta lo que supuse era mi pecho...
-¿Y dices que quedó ciego? -sonó la voz de una mujer en murmullo lejano.
-Sí, tiene mi edad -afirmó otra voz distinta.
-Es una pena, ¿ves la paz que tiene cuando duerme? Parece como...
-...un ángel -completó la otra-. Espera, creo que es hora... Señor Horan despierte. Le traje su desayuno -escuché a lo lejos antes de volver a la realidad.
No tenía idea de cuánto tiempo había dormido, pero me hubiera gustado seguir soñando con aquella ilusión que claramente era más alentadora que la realidad, al menos podía moverme y al menos era un tanto más valiente que lo que era en verdad.
Cada mañana, una enfermera acudía a mi cuarto para llevarme el desayuno, a veces me lo daba 'ella', -una mujer delicada y con suave aroma a jazmín-, otras, lo hacía mamá, según ella: recordando viejos tiempos, los tiempos en los que yo tenía menos de un año y era incapaz de alimentarme por mí mismo.
Ni Marta ni papá habían aparecido en toda una semana, me preocupé muchísimo, pero luego caí en cuenta ¿Quién podía querer estar al lado de un inútil como yo? Sólo mamá. De vez en cuando iban de visita mis amigos, pero al ver que no tenía ánimo de mucho, salían enseguida, y no los culpaba. El Niall conocían había muerto en aquel choque de autos. Lo que estaba postrado en esta cama sólo eran los despojos de la persona que habían conocido.
En una semana casi no había pronunciada palabra, más que los "gracias" por simple educación a la mujer que me llevaba el desayuno y que tan obedientemente se dedicaba a dármelo en la boca como si fuera un niño y a cambiarme las gasas cada mañana, o los "buenos días" a mamá que cada vez la escuchaba peor.
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Contigo La Oscuridad No Existe |Niall Horan & (Tu)___|
FanfictionSipnosis: La vida es dura, te quita todo hasta que la escuchas reír maquiavélicamente en tu cabeza, disfrutando de tu dolor. La vida es injusta, difícil, cruel y vacía... lo es cuando una oscuridad te cubre de pies a cabeza expandiéndose a todo c...