Capitulo 4 Parte 2

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Marta... mi amor. Me había dejado cuando más la necesitaba y ahora ¿qué?

-¿Pueden llevarme a mi cuarto y dejarme tranquilo, por favor? -pedí y sentí que mis ojos comenzaron a empañarse.

Alguien, supuse la enfermera, comenzó a empujar la silla hacia alguna dirección. Mi casa no parecía mi casa entre tanta oscuridad, de hecho, no tenía la más mínima idea de dónde estaba. ¿Era el pasillo entre las habitaciones de huéspedes y la cocina? ¿O estábamos recién en el living?

Ambas me sentaron en la cama y salieron en silencio.

¿Qué haría para no volverme loco? El silencio me mataba, me desesperaba casi tanto como la negrura que cubriría mis días desde entonces. No. Miento. No era el silencio lo que me exasperaba. Era el poder escuchar más cosas que antes y no poder apreciarlas, como el escuchar a mamá con la voz quebrada diciéndome que papá la había abandonado con un hijo inútil y no poder verle el rostro para capturar las lágrimas que salieran de sus ojos, o el simple canto de los pájaros esa mañana sin que pudiera saber de qué colores eran, su tamaño, su plumaje, o por lo menos saber el aspecto de la mujer que me ayudaría...

Me quité los lentes. Lentamente moví el brazo que no estaba enyesado hacia uno de mis lados en busca de una mesita de luz a mi derecha, me topé con la madera y tanteé la superficie antes de tomar los lentes de mi otra mano y colocarlos sobre la mesa que había descubierto.

Rocé algo, quizás un velador y luego escuché el estruendo que produjo su caída al suelo, al parecer tenía algo de porcelana. Instintivamente me agaché como intentando recoger los pedazos, como lo hubiera hecho si tan sólo no hubiera pasado por todo aquello, y ponerlos en algún lugar apartado, mi peso fue impulsado por la gravedad y terminé en el suelo, con la palma de mi mano sana sobre los trozos de porcelana. No me cortaron la piel, o al menos no me importó percatarme de si estuviera herido o no, cualquier corte ahora era tan insignificante al lado de la completa inutilidad de mi vista.

Me sentí impotente y las lágrimas de ira se escurrieron por mis inexpresivos ojos.

Ciego. ¡Estaba ciego, maldita sea!

Lo del velador me parecía irónico desde cierto punto de vista

-y hablando de punto de "vista"-, para mí significaba la fuente de luz que dejaba de funcionar y por ende, la oscuridad. Yo mismo me había estrellado contra aquella acera tan estrepitosamente como el velador contra el suelo, y también habían dejado de funcionar, en cierto punto, me había destrozado en inútiles trozos.

-¿Señor Horan? -dijo la voz de la enfermera desde, lo que supuse, era la puerta - ¿Se encuentra bien?

Rápidamente quise borrar el rastro de lágrimas de mi cara, levanté la palma de los pedazos de porcelana en los que había aterrizado y me pasé el dorso de la mano por las mejillas, con la misma impotencia que cuando había caído.

-¡¿Qué?! ¿Tienen miedo a que este inútil eche abajo la casa? - le espeté.

¿Acaso tenían que acudir de esa manera como si fuera un peligro inminente?

Una voz en mi cabeza me respondió. Claro que lo era.

-Lo siento -musitó la mujer que ahora se encontraba a mi lado, su aroma a jazmín me envolvió.

-Haga lo que tenga que hacer y salga por favor -susurré indignado conmigo mismo.

Ella se apresuró a tomarme por debajo de los hombros, levantándome del suelo hasta que pude pisar con ambos pies y luego me empujó suavemente sobre la cama, donde me acomodé una vez más. Me pregunté si no tenía un sedante por allí. Necesitaba dormir.

Sólo escuché el sonido de que se estuvieran juntando los pedazos de porcelana y luego, la puerta que se cerraba.

El dolor arremetió de nuevo, pero no era un dolor físico.

Claramente sería mucho más agradable ése tipo de dolor que aquel que sentía en el pecho y presionando mi garganta. Me tumbé hacia un lado y me abracé como pude, el yeso molestaba, aunque en ese momento carecía de importancia.

Todo había logrado perder el brillo que antes le había dado a las cosas. Todo era una porquería, no podía encontrarle el sentido a nada... era como si de verdad estuviera de más en el mundo.

Comenzaba a sopesar una idea que antes ni se me había cruzado por la cabeza

Contigo La Oscuridad No Existe |Niall Horan & (Tu)___|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora