•••Capítulo 23•••

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Luego de aquel día pasó una semana en la que no intercambiamos palabra.
Él me evitaba a mí y yo lo evitaba a él.

Ya estaba segura que no nos volveríamos a hablar y estaba conforme, chicos como él eran una pérdida de tiempo.

Faltaban dos días para que acabase el campamento y ya me estaba cansando de estar ahí. Ya tenía todo recogido.

Los últimos días nos permitieron hacer lo que nos plazca, pero ya nadie tenía gamas de hacer nada, la nostalgia se sentía en el aire y pronto sería hora de las despedidas.

La semana pasada me la pasé con Cara y Sarah, al fin y al cabo no eran tan malas como parecían. Me agradaban mucho y esperaba que nuestra amistad durara.

En cuanto a la tal Rose, no era algo de que preocuparse, además luego de la noche de la fiesta Matt y ella se distanciaron.

Estaba sola en la habitación y decidí irme a dar una vuelta por la playa, tal vez eso me relajara un poco.

Al llegar me senté en la arena y me quedé mirando las olas. Mis queridas amigas estaban teniendo su tiempo de privacidad y yo no tenía nada que hacer.

Cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido del agua.

—¿Megan?—. Era él. Era su voz.

No me moví ni abrí los ojos, pero sentí cómo se sentó a mi derecha.

—¿Podemos hablar?—. Me encogí de hombros y asentí con la cabeza.

—¿Fue emocionante dejarme sola?—. Pregunté con ironía—Mmm, supongo que sí porque no volviste...

—Yo...—. Lo interrumpí.

—Ah, no, cierto. Estabas tan embobado con tu preciosa ROSE que no te acordaste de mí. Sí, te entiendo. Supongo que si un chico lindo al azar se me acercara yo iría como si nada. Porque lo nuestro no fue tan importante como para controlar tus impulsos hormonales—. Dije mirándolo a los ojos.

—Megan, no es lo que piensas que sucedió...—. Levanté mi mano para que no siguiera hablando.

—¿Sabes qué? Toma tu anillo de porquería—. Dije sacándolo de mi bolsillo, por alguna razón aún lo llevaba conmigo.

Se lo lancé con furia y me levanté para irme de allí.

—Megan no me ignores otra vez, por favor. No sabes lo mucho que me duele—. Dijo abatido.

—Debiste pensarlo dos veces antes de cambiarme por ella. Ya es tarde, lo siento.

¿Por qué todo tenía que ser tan dramático? ¿Por qué él tuvo que arruinarlo todo?

Negué con la cabeza y una lágrima salió. Tendría que olvidarlo.

Volteé por última vez y lo vi ahí, parado y mirándome con tristeza. Tenía tantas ganas de correr hasta él y abrazarlo pero el orgullo me ganó. Me fui con la cabeza en alto y fui a la cafetería para tomarme algo.

Llegué a la cafetería y, para mi desgracia, solo había pan y chocolate caliente. Tomé un pan y una taza con la bebida caliente y me senté sola en una de las decenas de mesas que había allí.

Intenté tomar un sorbo pero me quemé los labios, siempre me pasaba lo mismo.

Escuché voces acercándose, eran chicas. Miré por curiosidad y lo que vi no sabía si tomármelo a chiste o sentir pena.

Rose, Maggy y sus "secuaces plásticas" estaban entrando con sus miradas de estúpidas. Al verme se cruzaron de brazos y, si las miradas mataran, ya estaría comiendo algodón en el cielo de los unicornios rosados.

Respiré hondo y puse una expresión burlona en mi cara.

Me terminé de comer el pan y dejé la taza encima de la meseta del comedor.

—¿Qué?—. Dije mirándolas aún con mi sonrisa de suficiencia.

—¿Oyeron eso, chicas?—. Dijo Rose riéndose mientras me señalaba. Las otras chicas se rieron de su comentario. Sus voces chillonas me estaban irritando.

—Permiso—. Dije empujando con el hombro "Sin querer" a Rose para salir de ahí lo antes posible.

—Mmm, ¿A dónde crees que vas?—. Preguntó Maggy con ambas manos en las caderas.

—¿A mi habitación, tal vez?—. Dije con ironía.

Se quedaron calladas sin saber que decir por un largo rato, estaban murmurando y ya me estaban doliendo los pies. El silencio ya me estaba molestando.

—Si no tienen nada importante que aportar, yo me largo—. Dije saliendo con estilo y toda la elegancia que se puede con una pijama. Sí, una pijama a las seis de la tarde.

Me dirigí a mi habitación y tomé mi celular, fui al parque y me acosté en la hierba verde.

Llamé a Josh, mi hermano mayor, era el único que me entendería en este momento. Le conté todo, desde el momento en que entré al avión hasta ahora, le conté sobre Matt y sobre Sarah y Cara, también de Maggy, Cameron y Rose. De la vez que fuimos a acampar y hasta de la vez que me Matt me salvó de caer al abismo. Cuando terminé mi hermano no sabía que decir, pero solo le di las gracias por escucharme y le cerré.

Sentí un gran alivio al descargarme de todo eso, se sentía bien contárselo a otra persona.

Hasta ese momento no me había percatado de que tenía los ojos cerrados, al abrirlos todo estaba oscuro. Osea, literalmente no se veía nada. Tuve que parpadear un par de veces para acostumbrarme a la oscuridad. Me fui medio a ciegas hasta una biblioteca, que aunque nadie la utilizaba, estaba abierta las veinticuatro horas.

Entré y el aroma a libros y polvo me hizo marearme un poco.

Tomé papel y un lapicero de la estantería. Escribí ahí todo lo que me pasó aquí, todo lo que le conté a Josh por teléfono. Podría sacar un libro de esto luego.

Al terminar, sin haberle puesto título aún, grapé todas las páginas y las entré en una carpeta. Escribí "Confidencial" en la portada y guardé todo para llevarme mi libro conmigo.

Revisé la hora y ya eran las 11:23 Pm, llegué a mi habitación y entré la carpeta en la maleta que ya estaba casi llena.

Faltaban dos días para irnos.










Campamento De PerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora