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Capítulo 11.


Apenas abrí mis ojos pude ver que Minho seguía dormido y otra vez me sentí sumamente feliz de ver una escena como esta. Amaba verlo dormir, amaba ver cómo era que respiraba lento, despacio, con una paz enorme.

Escuché mi estómago sonar y reí bajito, me daba risa que justo me diera hambre en una situación como esta. Me levanté despacio de la cama y pasé directo al baño, me lave la cara y me cepille los dientes. Una vez que terminé, pasé de nuevo a nuestro dormitorio y robé la camisa blanca de Minho, la misma estaba tirada en el piso y me la puse, me llegaba con suerte un poco más debajo de mis muslos. Sonreí y directamente pasé a la gran cocina reluciente que había en aquella casa, apenas entré pude ver a la empleada que nos habían contratado para que nos acompañara en la luna de miel junto con otros que se encargarían de mantener la casa limpia y ordenada.

-Oh, buenos días señor Kim. –hizo una leve reverencia. -¿Quiere que vaya preparando el desayuno? –gracias a dios que la camisa lograba taparme lo suficiente ya que si no fuera así a esta hora hubiera estado rojo de la vergüenza.

-Oh, no, no es necesario, lo prepararé yo.

-Está bien, con su permiso. –hizo otra reverencia y despareció de la cocina. Enseguida comencé a buscar todas las cosas que necesitaría, comencé lavando las frutas y cuando me había dado vuelta para buscar un repasador para secar las frutas me sorprendí al ver a Minho, el mismo estaba en frente mío, apoyado del marco de la puerta mirándome fijo.


-¡Me has asustado! –grité agarrándome el pecho con exageración. Me relamí los labios al verlo sin camisa, sin remera, sin nada, solo estaba con un pantalón holgado puesto. Dios... lo bien que se veían sus abdominales marcados, sus brazos fuertes y trabajados y como me miraba fijo desde el marco de la puerta.

-Parece que se me ha vuelto una costumbre asustarte. –se acercó a mí y rodeó mi cintura haciéndome dejar las frutas de lado. –Por otra parte... que hermosa te queda mi camisa.

-Gracias, hermoso. –me mordí el labio inferior y Minho rió.

-Me vuelves sumamente loco. –bajó sus manos a mi culo y lo apretó, gemí bajito y no me resistí más, lo besé y al instante Minho me correspondió, me pegó contra la mesada besándome cada vez más demandante y posesivo. Al separarnos por falta de aire le pegué despacio en la frente.

-Tengo que seguir con el desayuno Choi, no me distraigas. –Minho rió sabiendo que la misma frase había usado él cuando estábamos en el club.

-Te ayudo.

–Está bien, pero primero necesitas un cuchillo para cortar las frutas conmigo. Aunque primero debemos secarlas. –estiré mi brazo interrumpiendo que Minho agarrara cualquier otro repasador, abrí el cajón y saqué uno para él, él me sonrió y enseguida se lo pasé. Comencé a secar las frutas con él y al momento en que todas estuvieron listas lo miré. –Ahora tenemos que comenzar a sacarles la cascara y cortarlas. –asintió y cuando pasé por su lado para ir al cajón y sacar dos cuchillos toqué su miembro tan cual atrevido que era. Él rió gravemente y negó con su cabeza.

-Si necesitas algo solo debes pedírmelo. –dijo y enseguida lo miré fijo arqueando una ceja.

-Yo no necesito nada. –reí pasándole el cuchillo.

-Tus acciones no me dicen lo mismo, Kim.

-¿Y qué es lo que quiero, según tú?

-Sexo mañanero, ¿No es lo que estás tratándome de pedir? Solo tienes que decirlo y cumpliré tus antojos, Kibum.

Sin límites. [MINKEY]Where stories live. Discover now