Capítulo 3

17 5 0
                                    




La muchacha rubia se despertó con un salto y la cara recubierta de sudor. Lágrimas secas dejaban un rastro en su cara lisa, mientras el corazón le iba a cien por hora. No soportaba resucitar de sus breves siestas, darse cuenta de que estaba viva.

Que tendría que seguir viviendo unos días más, unas horas más, ni siquiera unos minutos.

Aunque estaba sudando, tiritaba. Había desayunado con vodka, junto a dos o tres pedazos de pan que había metido en la taza llena de alcohol y jugado a hacer barquitos. Bostezó con pesadumbre, y buscó bajo el sofá. Recordaba haber dejado un suéter por algún lado.

Después de cinco minutos, lo encontró colgado de una silla en la diminuta cocina con microondas cubierta de mugre de varios días. No se sentía con ánimos para limpiar. El mero hecho de sostener una bayeta le parecía tan sin sentido como su vida.

Se acordaba de él, y mucho. Los cuatro años  transcurridos sólo habían hecho que su recuerdo fuera cada vez más doloroso, porque pasaban cada vez más días sin él.

“Ven y ayúdame a ahuyentar mis oscuros pensamientos”

Por supuesto, no ocurriría. Ya no iba a volver.

Se arrastró literalmente hasta el cuarto de baño. Había dejado la bañera llena de espuma hacía días, y apestaba. Apartando la cabeza a un lado, buscó la cadena que colgaba del tapón y tiró de ella para vaciarla. El agua jabonosa fue bajando lentamente, con un espantoso ruido de succión que le dio escalofríos. Las cañerías eran viejas, y resonaban cada vez que se tiraba de la cadena o se vaciaba algún desagüe.

Se miró en el espejo del botiquín y apenas se reconoció. ¿Quién era ella en realidad? ¿En qué se había convertido? ¿En qué iba a ir a parar su destino?

Le dieron ganas de destrozar su imagen a puñetazos, para borrar cualquier mínimo reflejo que pudiera existir de ella. En lugar de eso abrió el botiquín rápidamente y arrasó con los botes de medicamentos. La mayoría cayeron en el mohoso lavabo y algunos rodaron por el suelo. Se tragó con mano temblorosa dos ansiolíticos y tres antidepresivos ayudándose con un sorbo de agua que capturó del grifo con la mano.


Por un momento pensó que se mareaba, pero se agarró a la pieza del baño con firmeza y consiguió resistir las náuseas. Aún tenía algo que hacer antes de salir a la calle y enfrentar como pudiera el resto del día.

Fue renqueando hasta un pequeño escritorio que había en un rincón de la sala de estar, junto al balcón. Sobre él había un portátil, y tras éste, cuidadosamente colgado en la pared, un tablón de anuncios de corcho.

Encendió la lamparita roja que había allí para espantar un poco la penumbra, ya que siempre tenía las cortinas cerradas para no dejar pasar ni un resquicio de la depresiva luz solar. El ordenador se encendió con dificultad tras un par de intentos, ya que el botón de inicio estaba parcialmente suelto en el teclado.

Se sentó y consiguió esbozar una sonrisa desganada, la primera en ese día, cuando apareció la imagen de fondo de escritorio por detrás de los iconos. Cada día estaba más guapo, pensó extasiada. Abrió su cuenta de Facebook tecleando rápidamente su clave de seguridad.

Cuando entró, ni siquiera revisó su propio perfil, que era falso. Un nombre y unos apellidos junto a unas cuantas fotos robadas de una chica anónima, escogida al azar, de un fotolog de internet. A veces publicaba las típicas fotos de gatitos o de piedras de río, para que la gente del cibermundo no sospechase. Esta vez no perdió el tiempo en eso. Fue directamente al perfil de él.

Nick Cassidy.

La mayor parte de veces no ponía nada nuevo, pero aún así ella volvía a revisar sus fotos, que eran bastantes. Era su adicción, lo que la hacía sentir viva de nuevo.

Nick con gafas, que recientemente había dejado atrás y sustituido por unas lentes de contacto.

Nick practicando skate.

Nick estrenando su primer coche.

Nick con Michael y Lea, tomando hamburguesas y batidos en la cafetería del campus.

Nick en el parque acuático viendo delfines, su gran pasión, con su hermana Emily, una mocosa a quien él , estúpidamente, idolatraba.

Nick, guapísimo con chaqueta y corbata, en la boda de su tía.

Un momento, ¿quién era esa chica que bailaba con él, que le tomaba de la mano, que aparecía en varias fotos a su lado en el banquete? Se sintió mareada de nuevo, logró reprimir las ganas de vomitar e inmediatamente miró el etiquetado de las fotos: Megan Jones.

Tiene una relación con: Nick Cassidy.

Casi se volvió loca. ¿Cómo no había reparado antes en esa zorra? Tenía que pensar, y pensar rápido. No podía dejarse llevar por la ira. Ella era una mujer con recursos, y sobrada de inteligencia. Cecily Turner nunca se había dejado vencer, ni aún en las peores condiciones. Ya se le ocurriría un plan, y sería pronto.

Cerró sesión, se levantó de la silla y metió su móvil, un paquete de cigarrillos y un mechero, su maquillaje y las llaves en su bolso, y salió del apartamento dando un portazo.

EL JUEGO DEL ASESINO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora