EL JUEGO DEL ASESINO 2

Capítulo 6

Flashback

Mami, hoy es mi cumpleaños.

Déjame, tengo que irme a trabajar antes de que tu padre llegue del bar. ¿cómo si no crees que puedo manteneros? Ese holgazán solo sabe ir a emborracharse, no puedo perder el tiempo con tus historias. Vete a jugar con tu hermano

La niña obedeció. Ya tenía ocho años, y su hermano nueve. Menos mal que le tenía a él. Nadie más le hacía caso.

Su madre sabía que les pegaban, pero hacía como si no se enterase. Sería peor para ella si intervenía en el asunto.

Se metió en la habitación que compartía con Richard, pero él no estaba. Se dedicó a entretenerse colocando todos sus peluches en círculo, y su favorito, un mono al que le faltaba un ojo, presidía la reunión. Se imaginó que le cantaban el cumpleaños feliz, y aplaudió encantada.

De repente, algo saltó sobre ella, y gritó aterrada, pensando que era su padre, que volvía borracho. Pero sólo era Richard. Su estúpido hermano había querido darle un susto escondiéndose bajo la cama.

-Feliz cumpleaños, Cecily. – Richard le sonrió torpemente y le tendió un juguete que había robado en casa de uno de sus amigos de clase. Ella lo tomó y le sonrió agradecida. No sabía dónde lo había conseguido, ni le importaba, sólo sabía que se había acordado de su regalo.

Esa noche, después de lavarse los dientes, Richard entró en la habitación con un ojo morado. Algo había hecho o dicho, que había enfurecido a su padre. No importaba qué, seguro que había alguna buena excusa. A Cecily se le encogió el corazón y sintió ganas de llorar. Ese día no le había tocado a ella, pero podía matar a Richard si seguía así. Ojalá tuvieran adonde ir para poder escaparse juntos.

Richard se metió en su cama, en la de ella, y le acarició los rizos y la nariz. Le dijo que esa noche necesitaba consuelo, que la quería más que nunca, y que algún día la llevaría con él a algún sitio seguro.

Ella sabía que le decía la verdad. Nunca había dudado de que su hermano era la única persona que la quería en este mundo.

Ya sabía lo que tenía que hacer. En silencio se quitó la ropa y observó mientras Richard se quitaba la suya. Se abrazaron en la oscuridad y se dedicaron mutuamente a dar y recibir consuelo.

Mucho rato más tarde, tranquila y relajada, se durmió en los brazos de su hermano, libre de sueños.