Megan Jones estaba encantada con su relación con Nick. Ya llevaban un año juntos.
Era lo que necesitaba en ese momento. Nick la entendía y la trataba bien, había sido una grata sorpresa encontrarle después de su fallida relación anterior.
Su ex novio la engañaba con otras mujeres continuamente, y ni siquiera se molestaba en esconderse ni en borrar sus huellas. Dejaba mensajes de sus amantes a la vista de todos, dejaba a Megan en ridículo cuando ésta le pedía explicaciones, y una vez ella incluso encontró unas bragas ajenas en la cama que compartían.
Aquello fue el colmo, y Megan dejó la relación después de que la acusara de mentirosa y olvidadiza, argumentando que aquellas bragas, de un estilo que Megan nunca se pondría, eran suyas.
Ese viernes por la noche, Megan estaba deseosa de ver a Nick. Había tenido un día muy duro en la guardería. Uno de sus alumnos se empeñaba en comer tierra, y otro tenía una clara inclinación hacia la agresividad cuando no le permitían desnudar a sus compañeros. Además, le había escupido y llamado “puta”, a la tierna edad de cuatro años. Megan aún se sorprendía, cuando ella era pequeña no existían esas palabras, y menos aún le hubiera dado por agredir a otros niños o a personas mayores que ella.
Después de cenar con Erik y sus padres, había ido a ponerse guapa a su tocador. Megan era linda de por sí, pero como a todas las chicas de su edad, le encantaba resaltar sus rasgos con sus productos, que a ojos de Nick parecían frascos mágicos. Le fascinaban sus formas y tamaños, y los agradables olores que podían desprenderse de su interior.
Cuando estuvo lista, llamó a su novio por teléfono, ya que parecía no haber visto su whatsapp.
Nick respondió agitado, con el ruido de un motor en marcha de fondo.
-Hola cariño, voy conduciendo, enseguida te llamo.- la llamada se cortó de improviso, y Megan se quedó mirando el móvil extrañada. Nick nunca le había colgado, ni aún en las peores circunstancias.
Se tumbó en la cama, cuidando no estropear su maquillaje y su peinado, y se dedicó a mirar al techo, esperando la llamada de Nick.
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Michael había bajado a Nick de un tirón del coche, cuando tras casi media hora habían conseguido un aparcamiento decente, y le llevaba hasta un local con luces de neón y una silueta femenina dibujada que parpadeaba a intervalos regulares. Se llamaba Venus Lounge, y Nick empezaba a sospechar a donde le quería meter su amigo.
El portero parecía conocerles, y una vez Michael le saludó y penetraron en la penumbra, Nick le dijo al oído:
-Ya habías estado aquí, ¿verdad?
-Muchas veces, cuando salía con Mandy. A sus espaldas, por supuesto. No volví estando con Lea, y ya empezaba a echarlo de menos. ¿Qué pasa Johnny, cómo te trata la vida?- señaló con un gesto del índice lleno de complicidad a un camarero que sacaba brillo a unas copas de vino.
El local era amplio, la entrada estaba flanqueada por sendas barras kilométricas y una gran tarima adornaba el centro, repleta de barras y escalones. Estaba forrada de cuero negro y rojo, y los espejos relucían en el suelo y las paredes, reflejando una multitud de clientes de diversas edades y clases sociales. La música era machacona y repetitiva, pretendiendo crear ambiente.
Se sentaron en primera fila, a instancias de Michael. El camarero que había llamado Johnny apareció enseguida, colocando unas copas de combinados de colores imposibles delante de ellos, adornados con unos tangas minúsculos.
-Invita la casa.- les dijo con un guiño cómplice, cuando Nick se apresuró a buscar su cartera en el bolsillo trasero de sus pantalones.
-Esto es vida, colega.- Michael había vuelto a la actitud entusiasta con que le tenía acostumbrado, y aunque Nick sabía que era sólo una fachada, prefería eso a que se derrumbara y se quedara encerrado en su habitación, lamentándose por un amor perdido. Cuanto antes hiciera vida normal, antes se recuperaría.
Aunque lo que para Michael era vida normal, para él era una pérdida de tiempo cuando podía estar con Megan…..
Megan, dios mío. Se había olvidado completamente de ella. Le indicó a Michael con un gesto que iba a telefonear. Justo cuando se alejaba a un rincón más tranquilo, las luces de la pista se iluminaron y una veintena de mujeres fueron haciendo su aparición y desnudándose al ritmo de la música.
Tenía quince llamadas perdidas de Megan, y otros tantos whatsapps.
Cuando llamó, el móvil no daba señal alguna, como si lo hubieran apagado. Megan nunca apagaba el móvil, maldición. Se habría cansado de esperarlo, y estaría durmiendo.
Esperó que no estuviera muy enfadada, y con el corazón intranquilo volvió a su sitio junto a Michael, que ya había sacado varios billetes de diez del bolsillo para introducirlos en cuantos tangas pudiera. Nick suspiró y dio un trago desganado a su bebida, presintiendo que se iba a aburrir como una ostra.
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EL JUEGO DEL ASESINO 2
Mistério / SuspenseEsta es la segunda parte de mi historia El juego del asesino. Recomiendo leer la primera para entender mejor la segunda. Que la disfruten.