Unos sacudones me desperaron. Abrí un ojo y vi a un chico sentado sobre la cama. Me asusté, pues no sabía dónde me encontraba. Al despabilarme, recordé que estaba en California, y que ese chico era mi hermano. Me quedé observándolo con un ojo, hasta que se dio la vuelta y lo volví a cerrar.
—Vamos, Axie, no me obligues a sentarme encima de ti como cuando éramos niños.
Sentí otro sacudón, y me di cuenta que era hora de levantarme.
—¿Qué quieres, Cnor? ¿Por qué me levantas a las... —miré el reloj— nueve de la mañana?
—No sé, quería ir a desayunar a algún lugar y a mostrarte la ciudad. ¿Qué te parece? Y pasamos tiempo de hermanos. Además, hoy a la noche hay una fiesta, y quiero una camisa nueva. ¿Tú sabes qué vas a usar?
Me quedé pensando un rato. La verdad es que traía vestidos porque yo amaba las fiestas, pero no me hacía mal ir de compras.
—No, así que sí. Vayamos a desayunar algo y luego de compras.
Al cabo de un rato, Connor ya estaba listo esperándome sentado afuera, en el escalón de la puerta. Yo, dentro de la habitación, me ponía máscara de pestañas y un poco de brillo labial, porque coqueta siempre. Escuché voces masculinas y uno que otro "hermano". No le di importancia y me peiné. Al salir, solo estaba Connor.
—¿Con quién hablabas? —le pregunté.
-Con el hermano de Adam, West.
Asentí y me guió hasta el aparcamiento escolar. Allí se subió a una reluciente motocicleta azul eléctrico. Se me quedó mirando, esperando que me suba. Lo miré un rato, dubitativa a pesar de que amaba las motos, y me subí. Me tendió un casco y me lo puse. Lo agarré fuertemente de la cintura y arrancó la moto. Cerré los ojos, pero al instante los abrí para ver pasar a California a alta velocidad. Era magnífico. Aunque muy caluroso.
Estacionó en la acera, y ambos bajamos de la moto. Nos acercamos al centro comercial y entramos. Era inmenso, diez veces más grande que el de mi pueblo en Alaska. Fuimos al Starbucks de allí y ambos nos pedimos un latte y yo un cupcake. Luego, lo acompañé a una tienda de ropa masculina y lo ayudé a elegir una camisa divina para la fiesta de hoy. Si no fuera mi hermano, tengan por seguro que me acostaría con él. Aquel pensamiento me hizo acordar al chico de la noche anterior, y sonreí luego de un suspiro de frustración.
Llegamos a una hermosa tienda de vestidos de fiesta y entramos. Era el paraíso de cualquier fiestera. Había de todo tipo y de todos colores, formas y talles.
Nos pusimos a verlos. La verdad era que no creía que Connor fuera a tener buen gusto, pero me acercó uno del color de su moto, divino. Fui al probador y me lo puse. Era tres pulgares por debajo de mi trasero, y el escote era perfecto: mostraba un poquín más que lo justo y necesario. Salí para ver qué opinaba mi hermano. Me miró de arriba abajo, y luego hizo una mueca que mostraba una mezcla de orgullo e insatisfacción.
—Te queda... divino, Aixa. Pero no puedes comprarlo.
Hasta ese momento yo sonreía, luego mi cara se desfiguró.
—¿Qué? ¿Por qué no? —me fijé el precio— Es perfecto y no es caro. ¿Qué me impide comprarlo?
—Axie, muestras mucho... Todos los tíos del lugar se te quedarán observando el trasero.
—Por favor, Cnor. Es la idea, estar divina.
—Pero...
—No se diga más. Lo compro.
Volví al probador y me lo quite. Me puse mi ropa, agarré el vestido y fui a la caja rápidamente, cosa que a Connor no le diera tiempo a objetar.
Pagamos y nos fuimos. Salimos del centro comercial, dimos unas vueltas en su moto y volvimos a la habitación.
Estuvimos un rato charlando, y luego él se fue vaya Dios a saber dónde y me quedé en la habitación, preparando algunas cosas para el lunes, día en que empezaría las clases. Mi mente empezó a divagar, y me quedé pensando en el hermoso chico con el que había... hablado.
Tocaron la puerta. Abro, y del otro lado me encuentro a un Adam sonriente.
—¿Qué pasó, Dam? —le pregunté.
—Quería saber si hoy vendrás a la fiesta de inicio de curso, en la casa de un chico del equipo de fútbol.
—Pues claro. Connor ya me lo había mencionado.
Él asintió y seguimos charlando. Pasados unos veinte minutos me di cuenta que yo había sido muy descortés, ya que estábamos parados en el umbral. Le pregunté si quería pasar, pero él se negó.
—Lo siento, Solo Aixa, pero tengo que irme. Acompañaré a West a hacer unos trámites porque se compró una moto nueva y tiene que hacer todo el papelerío. Él tiene diecisiete al igual que Connor y tú, y necesita un mayor para la compra. Yo, con dieciocho, entro en la categoría. También ayudé a Connor con la suya.
Puso los ojos en blanco, me dedicó una sonrisa y se fue. Llevaba casi dos días aquí y aún no conocía al famoso West Garx, hermano de Adam.
Entró la noche, y Connor llegó a la habitación de muy buen humor. Él se fue a prepararse al baño, y yo me quedé en la habitación. Me puse el vestido azul, unos zapatos plateados de tacón y accesorios del mismo color. Me delineé los ojos, me puse rímel y me puse brillo sabor durazno en los labios. Me cepillé el cabello y lo até en un moño perfectamente arreglado y... ¡voilà! Ya estaba lista, aunque Connor tuvo que esperar un buen rato. Me subí a su moto y nos encaminamos a la fiesta.
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Será cosa de chicos [EN PAUSA]
Teen FictionAixa Turner se acaba de mudar a California. Acostumbrada a las frías tardes de Alaska, le cuesta mucho el cambio. Sumémosle que, para su (mala) suerte, su hermano y sus amigos son los más sexys del Insituto Águila, su nuevo colegio. ¿Será capaz Aixa...