2. ¿Error administrativo?

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Le sonreí. Su mandíbula llegaba al piso, y su expresión era épica. A Adam le causó tanta gracia que lo fotografió con su móvil.

—¿Aloh? ¿Te vas a quedar como estúpido mirando a tu hermana que, por cierto, querías llevar a la cama?

—¿Aixa?

—La mismísima Aixa Liz Turner.

Al pronunciar esas palabras, su rostro cambió drásticamente y sus ojos se iluminaron. Me tomó por la cintura y me abrazó fuertemente, levantándome del suelo y dando vueltas. Cuando me bajé, nos abrazamos más fuerte aún. En mi garganta se formó un nudo, y lágrimas resbalaban por mi rostro. Aún no sé si eran de nostalgia, de felicidad o a causa del shock.

Nos soltamos, nos miramos, nos reímos y nos volvimos a abrazar. Estábamos realmente felices. Era extraño, sí, pues más de la mitad de mi vida había estado sin él.

—Por Dios, Axie, no te hubiese reconocido ni aunque me hubieras dicho tu nombre. Estás... Estás... Divina.

Mi sonrisa se ensanchó más y sobé mi nariz. Adam nos miraba con una expresión que mezclaba la curiosidad, la sorpresa, la alegría y la confusión que seguramente sentía.

—Gracias, Cnor, yo tampoco te hubiera reconocido a no ser porque Adam me dijo sobre su amigo de Alaska. Eso, tus ojos grises y tu nombre, hicieron que me dé cuenta —rió—. La pubertad te sentó de maravilla.

Ambos estábamos exaltados de la emoción y entramos a su habitación con mis maletas. Había una pistola sobre su cama. Lo miré con curiosidad, expectante y él agachó la cabeza, supuse que apenado.

—Me habían dicho que tendría un nuevo compañero, y le quería dar un sustillo. Es de plástico. Por cierto, ¿cómo es que dormirás conmigo? Quiero decir... Es el pasillo masculino y no se permite la entrada del sexo opuesto a las habitaciones antes de las siete a.m. y después de las ocho p.m. En efecto, eran las ocho de la mañana.

—No lo sé, debe de haber habido un error. Luego iré a ver a la directora y aclarar todo. Ahora cuéntame de ti.

Estuvimos como cuatro horas poniéndonos al día. Era viernes, pero el año escolar no había comenzado. De hecho, comenzaba este lunes. Me contó cómo fue su estadía aquí, que al principio era pesada y luego se volvió maravillosa (sus palabras, no mías). Me habló sobre que jugaba en el equipo de rugby desde los doce y que era el mejor jugador, era quien anotaba casi siempre. Lo seguía West, el hermano de Adam, quien era el capitán del equipo. Adam, por su parte, jugaba fútbol americano. Eran muy parecidos ambos deportes, pero a la vez muy distintos. Pertenecían al grupo de los populares.

Yo, por mi parte, le comenté que era gimnasta. Desde los nueve practicaba ese deporte y había ganado medalla de plata a los trece en la competencia de las nacionales canadienses. Él se acordaba de cuando intenté, a los siete, hacer una mortal para atrás y caí mal. Estuve con un coso extraño en el cuello durante dos meses, del cual uno estuve en cama. Luego de eso, había jurado no intentar hacer nada parecido nunca más. Y eso hice hasta los nueve, en el que mamá me apuntó en gimnasia artística porque a mí me fascinaba.

Era impresionante que no supiéramos nada uno del otro siendo hermanos. Le dije varias cosas sobre mí y él a mí sobre él. Claramente no anduvimos contándonos secretos, pues si bien éramos hermanos y mucho antes muy unidos, habíamos cambiado. Ambos. Y, todo lo que se puede cambiar en diez años pasando de ser un niño a un hombre... o a una mujer, en mi caso.

—Ay, hermanita, he pasado muchas noches pensando en ti...

—RE-VE-LA-CIO-NES de Connor Turner —lo interrulpió Adam—. Él mismo admitió pensar varias noches en su hermano, imaginando una obra de incesto...

—¡Cállate! —grité, asqueada.

Todos nos reímos a carcajadas.

—En fin... Decía. Pasé varias noches pensando en ti, en cómo serías, si nos llevaríamos bien, si algún día volveríamos a vernos o si mis hijos crecerían sin una tía... En fin, pensé bastante en tú y yo, y en cómo sería nuestra relación si no nos hubiéramos separado.

Me lo pensé un rato, pero luego le respondí.

—Yo creo que sería buena. Antes nos llevábamos bien, creo que hubiese seguido así.

Me levanté, para ir a arreglar en dirección el tema de mi habitación. Quiero decir, no era que me molestara estar con Connor, pero sería extraño andarme en toalla por la habitación con un extraño cerca. Y, si bien ese extraño era mi hermano, existe el incesto. El sólo pensar eso me asqueó.

—Voy a ver a la directora. Adam... —lo llamé, a lo que respondió con un gesto con la cabeza— ¿Te importaría acompañarme a dirección? No estoy muy segura de dónde queda.

Se puso de pie y se dispuso a salir conmigo.

—Claro —respondió, para luego girarse hacia Connor—. Por favor avísame si ves a West. Hace dos semanas no lo veo, y cuando por fin llego no está para saludar a su hermano.

Los tres reímos, y Adam y yo nos pusimos en camino. Durante el trayecto charlamos sobre las coincidencias de la vida. Fue muy loco cómo me encontré al mejor amigo de mi hermano en un avión. No lo sé, me resulta raro. Tuvimos que ir a pie porque Adam había dejado su coche fuera del edificio. Como habíamos dado un paseo por el campus, lo había dejado allí. Llegamos al despacho de la directora y toqué la puerta.

—¡Pase! —gritó desde adentro.

Entramos, y le comenté mi inquietud. Ella me miraba imperturbable, cosa que a mí me alteraba pero a Adam no parecía afectarle en lo absoluto. Cuando terminé de hablar, se acomodó en su asiento, me miró y comenzó su explicación.

—Verás, cariño. No te encontraba en las listas femeninas, así que llamé a la secretaria para saber si en verdad te habías anotado... En fin, ella me comentó que tus padres llamarom ayer, diciendo que no quería que estuvieses con ningún extraño. No entiendo por qué. Le dijimos que no te podíamos dar una habitación para tí sola habiendo disponibles, pero ellos se negaron. Entonces, me sugirieron que o dormías con tu hermano o se irían los dos. Sí, fue más una amenaza que una sugerencia, pero los Turner llevan viniendo aquí años, y sería raro no tener a ninguno nunca más. Lo charlé con el Consejo y se llegó a la decisión que ustedes ya saben. Pero... ¿tuvieron algún inconveniente?

—No, directora, simplemente nos pareció raro. Muchas gracias por igualmente haberme aceptado y pido perdón por la amenaza de mis padres.

Nos despedimos de la directora y caminamos hasta su Range Rover, en el cual fuimos hasta mi nuevo hogar.


Será cosa de chicos [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora