2. Cabaña 10

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—Si vas a irte debería ser antes de que oscurezca.— me giré al lugar de donde provenía la voz. —Pasando la barrera los monstruos te atacarán y llega a ser más peligroso de noche.—

—¿Y tú?— pregunté desviando el tema —Te vas y está anocheciendo.—

—Para mí es más fácil viajar de noche.— dijo en su mismo tono frío de siempre.

—Como sea...— me levanté del suelo donde estaba sentada. —Entonces me iré ahora.—

—No deberías.— el chico me habló sin frialdad por primera vez —Es muy peligroso, no sabes defenderte y...—

—No quiero estar aquí.— dije interrumpiéndolo —Además debo regresar con mi padre para cenar.—

Comencé a caminar, si era cierto lo que dijo Nico tendría que darme prisa antes de que aparecieran más cosas como las de antes... Sentí una mano fría sostener mi brazo.

Me giré hacia él.
—Vives con tu papá ¿cierto?— asentí con la cabeza —Los monstruos te olerán y no sólo tú estarás en peligro, sino tu padre también... Por lo menos deberías de quedarte y aprender a defenderte.—

Del solo hecho de pensar en que algo malo le pasara a mi padre, me hizo sentir una punzada en el corazón. El chico me soltó y vi un poco de color en sus mejillas... Lo observe un segundo y pronto me di cuenta de que a pesar de todo lo que decía y la forma en la que trataba de alejarme, al final terminaba mostrando bondad y ayudándome.

—¿Me ayudarás?— Nico frunció su ceño —¿Me enseñarás a pelear?—

—Yo no...—

—Entonces me iré.— solté.

—Sabes que no me importa ¿cierto?— sus ojos me miraron con dureza.

—Bien.— trate de volver a caminar y él se puso en medio.

—Sería un suicidio irse por el bosque.—

—Saldré de aquí lo más rápido que pueda, de todos modos no pienso morir hoy.— lo mire fijamente y el se giró hacia un lado.

—Alguien más podría enseñarte...— masculló sin verme.

—Me gustaría que fueras tú.— y ahora podría jurar que sus mejillas pálidas tomaron algo de color.

—Lo haré...— susurró molesto.

No creí que fuera a aceptar, pero aunque fuera extraño eso me hizo sentir feliz.
—Gracias.— dije y no lo pensé bien cuando me paré de puntitas y bese su fría mejilla.

Me separé y los ojos del chico estaban abiertos como platos.
—No vuelvas a hacer eso.— masculló evitando mi mirada.

Ni si quiera yo misma sabía porqué había hecho eso, supongo que solamente me deje llevar.
—Lo siento...— murmuré apenada.

—Regresemos, comienza a hacer frío.— dijo el chico y comenzó a caminar conmigo detrás de él.

A pesar de haber aceptado ayudarme, el chico parecía molesto y eso me hacía sentir mal, en el fondo... No creí que llegaría a molestarle tanto mi presencia.
Llegamos a una cabaña en la esquina del rectángulo que formaban estas, sus paredes eran negras, estaba adornada con antorchas y algunos huesos, espero que no sean reales.

—Tu cabaña queda por allá.— dijo el chico mientras señalaba una cabaña rosa a lo lejos.

—Pero yo...—
Iba a decir que no quería quedarme ahí... La cabaña de mi madre.... Pero no iba a flaquear ahora, no me iba a quejar por algo tan insignificante, además de que no quería molestarlo más; así que como siempre dibuje una sonrisa en mi rostro.
—... Hasta mañana—.

Hija de Afrodita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora