5. Adara

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—Tenemos que irnos.— Nico me tomó del brazo.

—¡Au!— solté y me aleje de él.

Sentí que el antebrazo comenzaba a quemarme, dirigí mi mirada al lugar en cuestión y parecía que alguien hubiera escrito con una navaja en mi brazo izquierdo.

«αδαρα»

—¿Adara?— pregunté cuando pude leer la palabra griega.

—¿Te duele?— Nico examinó las cortadas con cuidado.

—Si pero...—

—No sé qué signifique, debemos de regresar al campamento ahí estarás a salvo.—

Antes de que pudiera protestar me llevó con rapidez hacia la salida de mi casa, afuera había un carro negro con vidrios polarizados, el chico se apresuró hacia él y me abrió la puerta.

—¿Tienes un coche?— pregunté antes de subir.

Nico soltó un pequeño suspiro.
—Larga historia...—

Ambos subimos a la parte trasera del auto, lo cual me hizo preguntarme quién conducía. Mi vista se dirigió al retrovisor y me encontré con...

—¿Es un...?—

—Zombie... Es mi chofer.— masculló Nico y se dejó caer en el asiento.

—¿Tienes un chofer zombie?— lo miré extrañada pero el chico tenía los ojos cerrados.

—Necesito descansar un poco, hoy estuve haciendo muchos viajes por las sombras.—

Y ahora que me fijaba dejando de lado lo bien que le sentaba el esmoquin, su piel se veía más pálida de lo habitual.
—Debes estar agotado...— susurré.

Nico se quedo dormido sin siquiera escuchar lo que dije, y así en ese momento me pareció tan pacífico todo, su rostro tranquilo me hacía sentir extrañamente bien... ¿Eso es muy raro?

Pero esa sensación no me duró mucho cuando recordé lo que había sucedido, aún sentía ardor en mi brazo y esa mujer... Realmente no parecía ser de los buenos.
Saqué mi celular de mi maleta, casi no tenía batería pero enviaría un mensaje a papá para saber si estaba bien.

—Hey... Despierta.—

Abrí mis ojos despacio, estaba demasiado cansada; sin duda quería seguir durmiendo.

—¿Por qué?— mascullé.

—Porque no soy tu almohada personal y ya llegamos al campamento.—

—¿Mi qué?—

Alcé la mirada y me encontré con los ojos oscuros de Nico... Pronto me di cuenta que estaba recostada en su pecho.

—L-lo siento...— comencé a decir con nervios a que estuviera molesto por tocarlo para variar, cuando me di cuenta de que me estaba rodenado con sus brazos.

Me quede un momento mirando sus brazos alrededor mío, cuando el chico deshizo el contacto rápidamente. Así que yo me acomode en mi asiento, aún un poco aturdida.

—Yo...— fijé mi vista hacia Nico y lo vi un poco sonrojado —Llegamos al campamento.—

Me giré hacia la ventana y vi el oscuro bosque rodeándonos.

Hija de Afrodita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora