3. Familia

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—Está muy pesada...— murmuré cuando Nico me entrego una espada.

—Es lo que hay.— dijo y se encogió de hombros, podría jurar que lo vi sonreír.

—Te equivocas sombritas.— dijo Leo, el chico de la forja. —Estuve trabajando en un modelo más liviano para mejor movilidad.—

El chico revolvió los metales y sacó una espada plateada parecida al resto, pero más delgada y con detalles en el mango color azul.

—¿Puedo?— pregunté y Leo me dió la espada.

Al contrario de la otra, esta no cayó al suelo sin que pudiera sostenerla.
—¡Es genial!— dije.

—Así es y...— el chico presionó un botón en el mango de la espada que se confundía con un grabado. —Tiene dispensador de dulces.—

Un pequeño caramelo cayó en la palma de mi mano.
—Wow eres un genio.— mascullé y el chico me miró con una sonrisa.

—Eres la única que lo aprecia.— se encogió de hombros —Y solo por eso, te dejaré mi primer prototipo para que lo uses.—

—¿En verdad?— Leo asintió con la cabeza —Gracias.— dije para después meter el caramelo a mi boca.

Nico soltó un bufido y fije mi vista en él.
—Vamos...— dijo y comenzó a caminar hacia la salida rápidamente.

—Tiene mal carácter.— masculló Leo en tono burlón.

Y yo simplemente me apresuré a ir tras él.

—Estas muerta.— repitió por milésima vez el hijo de Hades.

Sentía mi respiración entrecortada, el calor recorría mi cuerpo y a pesar de lo que dijo Drew me preocupaba que el maquillaje se hubiera escurrido en mi rostro.

—No.— solté frustrada y con poca gracia atravesé el esqueleto frente a mi.

El chico me miró con una ceja alzada.
—¿No?—

—¿Vas a enseñarme y no sólo decirme que estoy muerta?— pregunté inquisitivamente mientras me acercaba a las gradas desde donde me veía.

—¿Crees que no te estoy enseñando?—

—Ni si quiera me hablas.— solté con frustración. —Solo mandas a los tontos esqueletos con la orden de que no me lastimen... ¡Solo se quedan parados!—

—Bien...— miró a los dos esqueletos que aún quedaban —Acaben con ella.—

—¿Qué...?—

No pude decir nada cuando uno de los esqueletos se había abalanzado contra mí con su espada en ristre, de milagro logre bloquearlo con mi espada.

—¡Estás loco!— grité antes de seguir bloqueando los ataques de ambos esqueletos.

De pronto sentía mi corazón a mil por hora, tenía miedo, pero esta vez no iba a llorar. Tome con fuerza mi espada y con el poco conocimiento de pelea ataque a los esqueletos con todas mis fuerzas.
Y cuando por fin logre hacerlos pedazos estos se volvieron a levantar.

—Deténganse.— ordenó Nico y los esqueletos se hicieron polvo.

Mis ojos se fijaron en el hijo de Hades, estaba furiosa por haber hecho que esas cosas intentarán matarme, se acercó a mí pero ni siquiera me dejo decirle todo lo que se merecía cuando pego un pequeño pañuelo a mi mejilla.

Hija de Afrodita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora