Capítulo 4

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Gabby marchó primera de vuelta a casa de Harris. Si tuviera algún sentido común, llegaría hasta allí, se metería en su coche, y conduciría como una loca. Pero a pesar de saber lo que era mejor, no podía, y ni siquiera podía echarle la culpa a estar en celo. Sentía curiosidad. Estaban tramando algo. Algo sutil y tortuoso y tenía la tremenda sospecha de que sabía lo que era. Una vez ya en la casa intentaron apresurarla en dirección al dormitorio. Su lívido estaba más que de acuerdo, pero no hasta que obtuviera algunas respuestas.

Caminó hacia la sala de estar y se sentó en el sofá.

—Así que... ¿qué me habéis puesto en la cerveza? —le preguntó a Harris y luego se giró hacia Ethan—. ¿Y cómo coño se te ocurrió estar de acuerdo con eso?

—¿Cómo lo has sabido?

La confirmación la cabreó pero el sentimiento de traición fue mucho peor. Les había confiado su cuerpo en el momento en el que era más vulnerable. Su lado lobuno le arañaba en la mente, furioso y agresivo. Estaba mucho más enfadado que la mujer. Entendía perfectamente que su fe había sido violada.

Gabby luchó contra la urgencia de explotar, luchó por mantenerse calmada cuando en realidad quería gritar. Esto era exactamente lo que tanto se había esforzado por evitar, dejarse vulnerable a dos hombres que creían que tenían el derecho de gobernar su vida. De tomar las decisiones por ella.

—¿Qué era? —preguntó sin entonación.

Ambos tuvieron la bondad de mostrarse culpables y contritos, lo que calmó su lobo un poco, pero el sentimiento de traición siguió ahí. Amenazaba con dominar su enfado.

—No es nada malo. Todos lo hemos tomado —dijo Harris, revolviéndose bajo su mirada airada justo antes de que su expresión cambiara a una más resoluta—. Suelta un poco las inhibiciones.

Ella bufó. Claro. Porque durante el calor estaba de lo más inhibida.

—Prueba otra vez, guapito.

—Es eso, de verdad. Eso... te hará abrirte a nuevas posibilidades un poco más.

Le creyó, pero tenía que haber algún truco, algún engaño que no encontraba.

—Ya he estado con ambos —señaló—. No creo que las inhibiciones sean un problema.

Él se encogió de hombros y su voz fue dura cuando habló.

—Por ahora. ¿Qué pasará cuando se acabe el celo? ¿Desaparecerás?

De repente el celo se retiró por completo, y se sintió fría.

—¿Es alguna clase de poción de amor? —dijo entre dientes.

No, no podía ser. Esa era su peor jodida pesadilla. Se negaba a estar tan cerca de ellos. Se negaba a amarlos. Todo cambiaría, su vida cambiaría, y no para mejor. Eran ambos demasiado dominantes. Intentarían tomar el control sobre ella, intentarían moldearla en algo que no era y cuando eso no funcionara, empezaría la verdadera miseria. No se podía imaginar algo peor que tener un compañero que no la aceptara como era. Bueno, seguramente tener dos compañeros sería peor. Se levantó, alejándose cuando él intentó alargar la mano hacia ella, y caminó a zancadas hacia la gran ventana. Tenía algo atascado en la garganta y se concentró en el paisaje de afuera.

Era una bonita escena. Se veía una carretera amplia rodeada de árboles, niños tirándose una pelota de fútbol de unos a otros en la serena luz de la tarde. Nada que ver con los pensamientos que borbotaban en su cabeza, la furia y la confusión que la tensaban. La total incredulidad y tristeza porque Harris había usado un truco tan sucio con ella.

Luna Hechizada • ¡A la tercera va a la vencida!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora