Capítulo 7

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Los llevó a su cabaña. Vacilante. Nerviosa. ¿Estaba su madre en lo cierto? ¿Podía ser una cosa en la manada y otra en su vida privada? Nunca había pensado que fuera posible. Ni siquiera lo había considerado. Era fuerte e independiente. Un soldado. ¿No se manifestaba eso en cada aspecto de su vida? Excepto, recordó con el coño dándole un apretón, en la cama. Claramente no le gustaba estar a cargo allí. Incluso a su lado lobuno le gustaba el dominio de sus dos compañeros.

La pregunta era, ¿hasta qué punto podía aceptarlo? En privado, ¿cuánto se podía someter y seguir sintiéndose ella misma? Como si no estuviera traicionándose. No. Esa no era la cuestión. Ella podía someterse, lo sabía. La pregunta era cuánto se podría adaptar a las necesidades de ellos y continuar respetándose. Huh. Nunca lo había considerado así. Siempre había sido una u otra pregunta.

Estaba perdida en sus pensamientos cuando abrió la puerta y entró. Ellos parecían darse cuenta de que necesitaba algo de espacio y ninguno protestó cuando se fue a su habitación y tomó un baño.

La idea la intrigaba. Dominante en público, sumisa en privado. Le gustaba. Más de lo que pensaba que le gustaría. O debía gustarle. Mierda. Estaba en problemas si estaba cediendo tan fácilmente. Si iban a hacer que esto funcionara, tenía que haber algunas reglas básicas.

Se hundió en el agua hirviendo, inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos con un quejido.

El agua se sentía muy bien. Calmante. Relajante. Estaba siempre dolorida y cansada cuando el celo había terminado.

En esta ocasión más que nunca, después de apagar su deseo con dos hombres. Sonrió. ¿Quién habría pensado que esto iba a pasarle a ella? A pesar de sus preguntas sin respuesta, sus preocupaciones, la poción de Harris, a pesar de todo... nunca se había sentido tan sexualmente satisfecha. Eso caló hondo en sus huesos y se preguntaba cuanto durarían los efectos. Se sentía lánguida y sexy, sola en su baño. Tan bien que, de hecho, no reaccionó en absoluto cuando Ethan entró. Su aroma se envolvió alrededor de ella, trayendo el bosque y una extraña sensación de confort en el interior.

―¿Llegaste a hablar hoy con Kade?

Ella volvió la cabeza y abrió un ojo.

—Llegué justo antes que vosotros. Hoy tuve un montón de cosas para ponerme al día.

Él gruñó.

—Yo también.

―¿Le has visto antes? ―algo hizo que ella preguntara.

Ethan hizo un breve movimiento de cabeza y se frotó la cara con la mano.

—No ―él sonaba hundido.

―¿Qué está mal?

Su sonrisa fue forzada.

—Nada. Ni una sola cosa.

―Mentiroso.

Ella esperó que lo negara. Él se rió, pero sonaba más resignado que divertido.

―Sí. Es solo... Kade y yo fuimos muy amigos durante mucho tiempo. No creo que me perdone por aparearme con su hermana.

Ella frunció el ceño, súbitamente suspicaz.

—Eso no me suena a él. ¿Qué dijo después de que yo entrara en la casa?

Él le ofreció una sonrisa, su diversión un fuerte olor en el aire, en su lengua.

—Que si te hería o molestaba, me iba a rasgar en diminutos pedazos.

Ella puso los ojos en blanco, se estiró para alcanzar una toalla de la repisa cercana para envolverse con ella.

—Como si necesitara a alguien para defenderme.

Luna Hechizada • ¡A la tercera va a la vencida!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora