15. Sombras

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Elena se alejó de la fuente con el pelo empapado. Tenían suerte de que no hubiera gente mirando, porque seguro les habrían dicho algo. Se quedaron quietos unos momentos, esperando a que se pusiera mejor, y fue ella la primera en empezar a andar.

-No esperaréis llegar a los Pirineos andando, ¿verdad?- acabó preguntando Daniel.

-Claro que no-dijo Irina. Luego miró a los otros dos- al menos no yo.

-Se está haciendo tarde- contestó simplemente Elena mirando como el sol se acercaba cada vez más a la línea del horizonte- deberíamos buscar algún sitio en el que pasar la noche. No conozco a nadie aquí y no parece haber hoteles ni cosas por el estilo.

Los otros tampoco conocían a nadie y estaban de acuerdo en partir al día siguiente.

-Pero... ¿Comemos antes?-sugirió Burke.

-¡Eres un tragón!-le dijo Elena riéndose y dándole un golpe. Él se sonrojó.

Reunieron el dinero que tenían y entraron en una tienda a comprar algo de comer. Cogieron más de la que necesitaban por si el viaje se alargaba más.

Cogieron uno de los caminos que salían del pueblo antes de que oscureciera. Al final el que encontró un sitio fue Burke, que señaló una casa abandonada en las afueras del bosque que había cerca del camino.

-Odio los sitios abandonados, pero si no hay otra cosa...-comentó Elena. Se acercaron a la casa y entraron. Los cristales estaban rotos por tiros de piedra, la puerta estaba desencajada de las bisagras y por dentro estaba llena de grafitis. Apenas estaba amueblada: un sofá destrozado, dos camas con las mantas comidas por las polillas y un baño que daba asco y olía a muerto.

-Este sitio da miedo-se quejó Elena.

-Lo que da es pena- dijo Irina mirando las ventanas rotas y el sofá agujereado.

-Da asco- replicó Burke poniendo una mueca.

-Estoy empezando a alegrarme de no verlo- dijo Daniel con ironía.

Irina se acercó a las paredes y extendió los brazos. El viento sopló y amontonó los cristales en una esquina. «Así da gusto limpiar» dijo con una sonrisa.

Con una manta destrozada que encontraron en un armario con la madera descolorida taparon el suelo y encima hicieron una especie de hoguera. Pusieron madera y la rodearon con piedras. Mientras, Elena intentaba arreglar la puerta, solo para distraerse. El secuestro la había afectado, pero no tanto como recordar a...

"No. No pienses en eso" se autoordenó mientras encajaba, al fin, la puerta. Se acercó a los otros tres. La hoguera ya estaba encendida.

-Todo es más fácil con un mago del fuego- le dijo Irina guiñándole el ojo.

-Sigo pensando que no es muy inteligente encender una hoguera en una manta. Es inflamable, ¿sabéis?- replicó Daniel.

-Bueno, hemos puesto piedras por algo, ¿no?-le contestó Burke.

-Claro, porque las piedras evitaron todos los incendios, ¿no?- continuó Daniel.

-Venga, dejad de discutir. ¿Por qué la habéis encendido?-preguntó Elena sentándose.

-Ventanas rotas. Puerta rota. Hace frío-contestó Irina.

-Tampoco tanto.

-¡Calla, tú eres alemán!

-¡No me digas! Sobre todo es porque no queremos comida fría.

Elena pensó que tenía lógica y Daniel les pasó la bolsa. Calentaron la comida como pudieron y comieron mientras hablaban... Bueno, Elena se pasó casi toda la comida callada y en sus pensamientos. Luego se repartieron los sitios para dormir.

Magos Elementales [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora