3

12.8K 529 36
                                    

Mi cuerpo estaba completamente paralizado. Estaba intentando robarle la comida al Príncipe. Pero... ¿Qué hace él aquí?  ¿Por qué no está en su majestuoso Castillo? Y, ahora, yo estaba enfrente de él. Y podía observarle mejor. Las perfectas facciones de su cara eran increíbles, tanto que dejarían impresionada a cualquier chica. O incluso a cualquier animal que pasara por ahí.

- ¡¿Qué intentabas hacer?!

Su voz estaba completamente llena de furia  lo que hizo que me arrepintiera completamente de haberme comido las manzanas la noche anterior.

- Lo siento mucho.

Hice varias reverencias para hacerle ver que estaba totalmente avergonzada y que no volvería a ocurrir. Básicamente, en ese momento tenía unas ganas absolutas de meterme dentro del lago y no salir jamás. Ahogarme en una especie de tortura.

- ¿Cómo te llamas? - me preguntó con autoridad.
- Grace.
- ¿Grace qué más?

Su voz sonaba completamente irritada.

- Jins.
- Bien, Grace Jins, ¿Por qué no te he visto nunca?
- V-vivo a las afueras.
- ¿Sabes? Eres una insolente. - tragué saliva y agaché la mirada. - necesitas algo de educación.

¿Qué...? Mis pensamientos se supieron profundamente en sus frases frías y perfectamente calculadas para hacerme sentir que merecía ser castigada por algo tan estúpido. Algo que seguramente, ni siquiera me hubiera atrevido a hacer.

- Necesitas un castigo.

Su voz era cortante y fría. Tenía el suficiente poder sobre mí para hacerme sentir inferior y es que, en cierto modo, lo era. Él era el Príncipe y yo una simple aldeana que ni siquiera vivía en la ciudad no tenía para comer.

- No hace falta.
- ¿Te he dado permiso para hablar?

Rápidamente cerré mi boca y me disculpé con otra reverencia. Debía de parecer una completa idiota pero es así como se debbía tratar a la realeza. O al menos así había sido enseñada desde pequeña.

[...]

Me desperté en mi cama por el sonido de la canción del cumpleaños feliz cantada por mi hermano. Lo hacía todos los años y cada año me gustaba más. Salvo por el simple hecho de que he soñado con que el Príncipe Alex me castigaba duramente. Sé la conversación que tuvimos ayer y sé que hoy es su cumpleaños y sé que hoy, alguna pobrecilla se convertirá en su nueva esclava.

Mi madre se incorporó a mi fiesta de recién levantada con una mini tarta especial de chocolate, mi sabor preferido y una vela encima. Vaya, cumplía un año. De cerebro seguro que lo cumplía.

De repente, llamaron a la puerta y ambos bajamos por las escaleras. Cuatro soldados vestidos de armadura entraron, a la vez, en mi casa. Llevaban el escudo de la realeza así que eso me puso los pelos de punta, sólo de pensar que el Príncipe les podría haber contado lo que intenté hacer.

- Se solicita la presencia de su hija en palacio.

Abrí los ojos como platos mientras sentía como dejaba de respirar.

- ¿ A-a mí?
- No hay tiempo señorita, los reyes solicitan ya su presencia y no les gusta esperar.

Tragué saliva y miré a mi madre y a mi hermano que tenían una expresión indescifrable en su cara, al igual que yo, aunque lo único que sentía recorrer por los venas era el frenético sentimiento que sentí ayer cuando estaba frente al Príncipe , el miedo.

- Váyamonos ya.

Los cuatro soldados me hicieron un pasillo por el cual caminé hacia afuera. No quería desobedecer a nadie y menos a los Reyes. Sería una completa falta de respeto. Después se dirigieron a mi familia.

- Recibirán noticias de ella dentro de poco.

¿Qué puñetas significaba eso? De un movimiento brusco, estaba encima de un caballo detrás de uno de los soldados.

- ¿Para qué me lleváis a mí?
- Señorita, dentro de poco lo descubrirá, de momento va a tener que aprender a quedarse callada. 

Hice caso mientras el viento me daba de lleno en la cara. Jamás había montado a caballo y creía que iba a ser más bonito. En diez minutos a caballo, paramos enfrente del majestuoso castillo donde abrieron las puertas y los caballos ralentizaron su marcha.

En tan siquiera darme cuenta, estaba en el gran salón y paseaba por la alfombra roja admirando esa inmensa habitación en la que estaba yo. La gente me miraba fijamente y otros muchos cuchicheaban.

Me hicieron quedarme parada enfrente de dos sillas de terciopelo rojo, las cuales estaban vacías. Pero de repente todos hicieron una reverencia y los reyes entraron lentamente parándose enfrente de mí. Iban vestidos totalmente elegantes, con capas de tercipelo y sus coronas perfectamente encajadas en su cabeza. Segundos después entraron sus hijos. Tres chicas y dos chicos, Alex iba el último con su toque frío e intimidante, lo que a su vez provocaba un extraño efecto en mí, algo de excitación.

- ¿No os han enseñado la respetuosidad de las reverencias?

Mis mejillas se pusieron rojas mientras hacía una reverencia rápidamente en señal de disculpa.

- Lo siento Majestad.
- Bien. - prosiguió el rey. - como sabéis mi hijo tiene veintiún años. - todo el mundo aplaudió. - y por eso, él, como sus otros hermanos, se merece el mismo premio que ellos.

Uno de los soldados hizo que me arrodillara ante él.

- Hijo, esta es tu nueva esclava, para ti.

Iré subiendo poco a poco, hasta aquí hoy, graciasss♡

Dominada por el PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora