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De repente, empezaron a desatar mis muñecas y me di cuenta de que me había quedado completamente dormida. Aunque la habitación era fría, tenía el suficiente calor como para estar sudando. Abrí mis ojos lentamente y era el señor que me había vestido y preparado antes. Empezó a masajear mis muñecas. Estaban totalmente moradas y tenía sangre de la cuerda que había estado presionada sobre ellas.

- ¿Está bien?

Tragué saliva. Solo con esa pregunta y, de recordar donde estaba, mis lágrimas empezaron a salir de nuevo mientras apretaba la almohada con mis manos casi insensibles. Las sábanas estaban pegadas a mi cuerpo del calor y la almohada llena de lágrimas. Solo había soñado con castigos. De repente, noté como me acariciaba el pelo y me sentí reconfortada. Lo único que necesitaba era a alguien que me apoyara y entendiera mi sufrimiento. Parecía que él lo entendía. De todos modos, no sé ni su nombre. Era como si ya no supiese quién era.

- Gracias.

Me atreví a mirarle y vi como sonreía sintiendo pena de mí.

- ¿Qué va a pasar ahora?

El señor se quedó callado, dándome a entender que solo acababa de empezar. No estaba acostumbrada a que me castigaran puesto que mis padres no creían en los escarmientos mediante golpes para hacerme aprender la lección.

La verdad es que siempre me vi a mí misma como alguien que solo iba a servir para trabajar como mi madre en algún trabajo de mierda, en cambio, acabé en el castillo de los reyes, sometida a un príncipe que lo único que quería era castigarme.

¿Por qué? No lo podía entender.

Al final, lo único que me quedaba era rendirme.

- ¿Qué tengo que hacer ahora?

- Simplemente servir al príncipe en la cena. Todos los esclavos lo hacen y seguramente los reyes la observarán como obedece para ver si es apta o no.

Esa última frase hizo que me levantara corriendo sentándome en la cama. Me había olvidado completamente del dolor.

- ¿Qué significa eso de si soy apta o no?

Seguramente mi mirada tendría un brillo totalmente inhóspito.

- Si no lo es, la castigarán con más dureza.

Mis ojos se volvieron a humedecer mientras me volvía a tumbar en la cama. ¿Castigarme con más dureza? ¿Qué significaba eso? Si lo hacía mal en la cena delante del príncipe y los reyes, tendría que soportar un castigo más duro. No lo entendía. ¿Cómo podían vivir los otros esclavos así? Ni siquiera había pasado una noche y ya se me hacía imposible estar ahí.

- Vamos a prepararla y estad tranquila.

Le asentí y acabé saliendo de aquella habitación lo que, por otra parte, fue un alivio. Anduvimos por el pasillo hasta otra puerta. La abrió y era una habitación oscura con varios trajes. Solo estábamos el señor y yo lo que me hacía pensar... ¿Dónde estaban las otras esclavas? Aunque en ese momento, lo único que pasaba por mi cabeza era en no ser torpe.

Me vistió con una especie de vestido de sirvienta que dejaba mucho a la imaginación. Suplicar para que me cambiaran de vestido y no avergonzarme delante de todos los invitados, sería una auténtica estupidez.

- Vamos.

A cada paso que daba por ese pasillo, mis nervios aumentaban. Llegamos al comedor principal. Era inmenso con una mesa larga con muchísimas sillas en la cual ya estaban preparados los platos y cubiertos elegantes con varios candelabros. Los ventanales eran enormes dando paso, por fin, a algo de luz y una chimenea enorme. En cada pared había cuadros con gente de antepasados que no conocía y tampoco tenía interés en enterarme.

- Haga todo lo que se le ordene.

Le asentí.

- ¿No se va a quedar en la cena?

- No me dejan, solo estoy aquí para prepararla cuando el príncipe lo desee.

¿Tenía a alguien para servirme? Pensamientos totalmente negativos volvieron a cruzarse por mi cabeza. Él era el único que conocía y que parecía medianamente majo conmigo, así que, que no fuera a estar en la cena conmigo significaba que la iba a cagar completamente. Mi intuición siempre funcionaba.

[...]

Los comensales estaban ya sentados a la mesa hablando entre sí y riéndose y la verdad es que la cena iba bastante bien. Los esclavos vestidos igual que yo servían a sus príncipes o princesas y parecían felices, en cambio yo parecía todo lo contrario. A lo mejor ya se habían acostumbrado. Ellos llevaban sirviendo más tiempo que yo. Sin embargo, era mi obligación estar ahí.

Me dirigí hacia uno de los comensales que me había llamado y me pidió que le llenara la copa de vino. Le obedecí. Cogí la botella y, en cuanto se la iba a echar, me agarró del culo ya escocido de antes haciendo que el vino cayera en su ropa y la botella al suelo cayéndose en pedacitos. Mis pies estaban descalzos así que me aparté rápidamente, aun así, me corté con uno de ellos en la mano intentando recoger el estropicio que había ocasionado en tan solo segundos.

Mierda, mierda, mierda.

Me levanté al ver que no podía recoger los malditos trozos y todas las miradas se dirigieron a mí. El rey se levantó de su silla que estaba en la punta y apoyó sus manos en la mesa con una mirada furiosa.

- Lo siento majestad, muchísimo.

Hice varias reverencias pero sabía que no iba a servir de nada.

- ¡No llevas aquí ni un día y ya vas poniendo en ridículo a los reyes!

Di un brinco en cuanto el rey me pegó ese grito. Si hubieran sabido lo que en verdad pasó, no sé si habrían dicho lo mismo... el rey volvió a sentarse y suspiró apoyando su brazo en el reposabrazos de la silla y su cabeza en la mano. Le había dejado en completo ridículo.

- Hijo lleváosla, necesita una reprimenda.

Tragué saliva y ni siquiera me di cuenta a procesar que el príncipe me cogió de la muñeca y me arrastró por el pasillo hasta su habitación. Cerró la puerta con llave. Fue en ese momento en el que empecé a temer por mi vida como tuviera que aguantar un castigo mayor.


Holaaaa, si veo que siguen sin subir las visitas ni nada, la borraré, pero graciassss y adiosss <3<3

Dominada por el PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora