La lluvia se hacía cada vez más pesada que antes. La última vez que había visto algo tan pesado había sido la primera noche en el bosque, en medio de la soledad y de sus pesadillas. Ahora, se encontraba en un pequeño refugio construido con sus propias manos ensangrentadas y con un filoso cuchillo que prometía arrancar la vida de alguien en segundos. No era la gran cosa el refugio, solo un par de troncos apilados en forma de cono con un par de hojas de árboles encimas. El espacio dentro era lo suficientemente amplio para su cuerpo acurrucado en el frío suelo y sus objetos preciados. Una pequeña fogata que podría ser capaz de revelar su ubicación se encontraba deslizando el más ligero humo blanco, las cenizas consumidas anteriormente comenzaban a convertirse en lodo y a su alrededor todo era un silencio absurdo de la naturaleza. La luna en su más grande apogeo y el viento soplando como un peligroso huracán.
La mirada en su rostro, sus ojos verdes ya sin vida se encontraban puestos en la leña mojada, que a la mañana siguiente no serviría de nada, pero eso no importaba en realidad, porque al día siguiente sería otro día para moverse. Sabía que la buscaban, era obvio, siempre la buscaban. Borraba sus huellas, eliminaba su aroma, deshacía su presencia. ¿Por qué buscar a alguien que no quería ser encontrado? No lo entendía.
Recostó la cabeza en el helado y duro suelo. A su costado piedras y ramas clavan en su cuerpo, no le importaba.
Cerró los ojos para sumergirse más en la oscuridad y solo el tiempo diría cuanto estuvo en esa posición antes de que una sombra invadiera su pensar. Su corazón saltado de pronto, ni ella podía entender que sucedía en su cabeza. Apretó los puños a sus costados de la cabeza, sobre sus orejas, cerró los ojos con más fuerza y reprimió los gritos en su interior. Una noche más, una pesadilla más.
Con el alba, el sol despertó y eso significaba que llego la hora de moverse. Su hambriento estomago pedía comer, su cuerpo cansado pedía dormir y sus ojos pedían un momento en paz. No se molestó en reparar a ver si se encontraba sola o no. Su mente solo podía pensar en alejarse de donde se encontraba.
Piso con fuerza las leñas antes de disolverla por todos lados, tiro del refugio hacia otro lugar y luego se decidió a moverse hacia el este. No necesitaba que supieran en donde se encontraba por lo que tuvo cuidado por donde caminar.
Las horas pasaban y el hambre se volvió silencio, su cansado cuerpo dolía al caminar y la sed había secado su boca. Se detuvo en algún momento sentándose sobre un tronco caído. Un charco de agua reflejó su rostro y vio lo miserable que había se veía.
Sus ojos verdes sin vida, su cabello rubio había perdido el color por completo, un tono rojo que comenzaba desde la raíz hasta las puntas y su rostro manchado por tierra y sangre. Su propia ropa hecha un desastre y los mangos de sus armas sobresaliendo desde las botas hasta la espalda.
Respiró hondo.
El aroma húmedo de la naturaleza después de una noche de lluvia, la brisa de las plantas silvestres y la soledad del silencio. No se sentía bien, pero se sentía real.
Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba en tierra firme desde el primer día, aquel día en que la sacaron de su celda y la ataron a la nave. ¿Serán tres meses? ¿Será un año? Le parecía que el tiempo había sido más que solo unos tres meses, tal vez sí llevaba un año viviendo entre la espesa niebla verde y los líquidos de la tierra. El reloj en su muñeca ya no tenía la batería suficiente para anunciarle cuantas horas habían pasado desde la última vez que lo había mirado, hacía ya una eternidad, pero siempre estaba allí para recordarle que una vez perteneció a alguien importante en su familia.
La vida que llevaba ahora no era la vida en al que alguna vez hubiera pesando. Esperaba que cuando se hiciera mayor sería médico, o sanador en el nuevo lenguaje, en el arca y ayudando a todas las personas que la necesitaran, pero en su lugar estaba en tierra firme con las manos manchadas, había sido una líder y una sanadora, también había sido una traidora y una cobarde, una débil y fuerte. Su cabeza era un remolino de emociones. Era cobarde. Sin importar lo que haya sido antes o lo que vaya a ser luego: era cobarde, y esa es la única cosa que se le metía en la cabeza.
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INQUEBRANTABLE
FanficTras haber abandonado el Campamento Jaha, Clarke ha salido en busca de olvido. Tratando de reprimir todos los sentimientos que tenía dentro suyo: la culpa y el miedo, ha terminado donde menos se lo esperaban. Con una nueva nación levantándose, nuevo...