Capítulo 21

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Dos horas podrían no ser suficiente si no se apresuraba. La yegua trotaba a toda prisa en la dirección por la cual la joven jinete la estaba guiando. Al paso al que iban, probablemente no le llevaría más de media hora en llegar a la Aldea de los Sark. Sin embargo, a pesar de todo eso, parecía que le faltaba todavía una millonada de millas para poder llegar, y se sentía contra el tiempo. Cargaba ella con un bolso que contenía algunas cosas que podían serle útiles en su travesía: agua, algo de comida (pues no había desayunado), evidentemente municiones, y un cronometro que le indicaría cuando se le acabará el tiempo.

En su cabeza los recuerdos de la conversación con Bellamy en la madrugada de aquel día aún daban vueltas lentamente. Ambos dejaron claros sus puntos de vista ante la situación, y ella entendía que aunque él siempre la iba a apoyar, también tenía su perspectiva de la situación y eso era lo que en ese momento le molestaba. Si lo pensaba bien, ambos querían proteger a su gente, como todo el mundo, y querían lo mejor, aun si lo mejor eran dos caminos diferentes. Sin duda, ella consideraba que tal vez mantenerse al margen de los Trikru como sugirió Bellamy era una buena idea, de hecho si hubieran seguido ese camino ahora mismo estarían preparándose para protegerse de cualquier daño colateral. Estarían a la defensiva. Eso no estaba mall, pero tampoco podía ignorar que aún a la defensiva su gente iba a ser obligada a luchar, a la fuerza frente a los Salvajes y a los Azgedas. Como ella lo viera, la ofensiva era lo mejor. Quería quitarse de la cabeza todo lo que le rodeaba.

Hubo un momento de paz y tranquilidad en el cual podía sentir el viento golpear en su rostro cuando la yegua trotaba más y más rápido. Se sentía bien poder sentir el aire fresco del reciente invierno que ha llegado hasta ella. La nieve ya era un gran manto que cubría cada centímetro del suelo, lo que era la razón por la cual estaba retrasándose más en llegar a la Aldea. No era fácil para el animal moverse entre la fina capa de nieve. Se sentía cómoda de saber que después de todo lo que tuvo que pasar durante esos agobiantes meses en la soledad de su consciencia al fin podía montar una yegua, sinónimo de libertad.

No había llegado tan lejos cuando detuvo a la yegua para que pudiera descansar. Mientras ésta tomaba un poco de agua que ella le había proporcionado, no se atrevió a mirar el cronometro en su bolsa por miedo a que el tiempo haya avanzado más de lo previsto. Respiró hondo mirando el entorno que la rodeaba y se sentía bien poder ver los árboles vestidos de blancos, el sol arriba en el cielo y aún con su intenso calor incapaz de convertir la nieve en agua. La brisa leve que jugaba con su cabello y el silencio total.

Hace unos días atrás le habría encantado seguir siendo una nómada, si con ello tenía la oportunidad de preocuparse solo de sobrevivir al clima del día siguiente. No más guerras. No más problemas. No más nada que la pusiera en un estrés de alto rango en peligro. Aunque también era cierto que según las posibilidades que tenía antes, hubiera muerto antes de lo que esperaba. Estaba hambrienta, tenía la ropa hecha jirones, no tenía un lugar estable para el pasar las noches y no había que mencionar las tormentas de nieve que había habido hace unas noches. Por laguna razón, en la Arkadia, la nieve no era tanta como en donde se encontraba, quizá por la zona o quizá porque era cuestión de tiempo antes de que la fina capa de nieve cayera sobre aquel pueblo. Imaginarse a sí misma hace unos días atrás le era bastante fácil, y aún se preguntaba como habrían resultado las cosas si no hubiera caído en la Aldea Sarks o lo que habría pasado si no se hubiera regresado al búnker para buscar la pistola que delataría a su pueblo. Pensar en el pasado no cambiaría el presente, solo haría que los malos recuerdos volvieran a rondar en su cabeza.

Y siguió su camino hasta el límite. Entrar en el territorio Salvaje no era difícil, lo difícil era que no la reconocieran. Debía mantener a la yegua lejos de la vista de cualquiera que pudiera ver, pero para su desgracia hacerlo significaba que ella tendría que caminar al menos unos dos kilómetros hasta la aldea, debido a que en el recorrido de dónde se encontraba hasta la Aldea no habían árboles cercanos o algunas vallas. No había nada. A diferencia del otro lugar de donde escapó, que estaba rodeado de árboles.

INQUEBRANTABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora