X. Natalia

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Estaba a punto de hacer la tontería más grande de mi vida, más tonto que cualquiera de las cosas que Sebastián me hacía hacer, más tonto que cualquiera de las cosas que salían en las películas de comedia romántica. Bueno, quizá estaba exagerando un poco.

Pero aun así sentía que lo que estaba a punto de hacer iba a costarme mucho orgullo... y autoestima. Y era una adolescente, se supone que las adolescentes no pueden darse el lujo de ir desperdiciando su autoestima como si nos sobrara, porque no nos sobra... de hecho, suele faltar.

Y allí estaba yo, a punto de ir a la mesa que Sebastián ocupaba siempre que estaba en la cafetería. Los últimos días no estuvo con el tiempo suficiente para insistir en locas actividades porque tenía que estudiar para sus parciales, así que llegaba, saludaba, hacía alguna broma, pedía comida y se quedaba tanto tiempo como podía leyendo sus libros, muchas veces leyendo tres libros a la vez.

Sentía que el objeto que estaba en mi bolsillo se hacía mucho más pesado con cada paso que daba hacia la mesa. Sebastián no levantó la mirada de su libro hasta que me senté frente a él.

— No me vas a echar de aquí, ¿cierto? Ya consumí y te daré propina. — dijo al ver mi expresión.

— Eh... no... mira, —saqué el pedazo de papel que tenía en mi bolsillo y se lo tendí. Él lo sujetó pero no la leyó, sino que siguió mirándome. — me invitaron a una fiesta y quería saber si... bueno, si quisieras ir.

Su expresión cambió levemente, pero lo noté. Y no era la expresión que esperaba. En realidad, no sabía qué se suponía que debía esperar. Definitivamente no esperaba que él saltara de la emoción y me abrazara afirmando que iría conmigo, pero tampoco esperaba que evitara reaccionar de alguna forma.

— Sólo creí que sería bueno tener a alguien que impida que me vaya después de media hora. — añadí intentando quitarle toda la importancia al asunto. — Pero si no puedes lo entiendo, no hay problema.

— Creo que deberías ir aunque no vaya yo. De todas formas está en la lista.

— Bueno, supongo que lo haré. — respondí guardando el pedazo de papel en mi bolsillo. No me atreví a mirarlo a los ojos, pero intenté sonreír para no parecer tan incómoda.

¿Pero qué había pensado? Él no querría ir a una fiesta de secundaria cuando tiene cosas mucho más entretenidas por hacer, cuando tiene una novia que probablemente cree toda una escena para esto. Sí, había pensado que con él todo el asunto de la fiesta sería menos incómodo, que podía culparle a él por obligarme a ir a una estúpida fiesta aunque no fuera así (de todas formas nadie tenía que saber la verdadera razón), y por sobretodo, habría tenido alguien con quien hablar y así no parecer una chica que se queda en el rincón con el mismo vaso de bebida.

Bueno, ni siquiera tenía que ir. Es decir, solo era una fiesta más. Podía quedarme en casa viendo alguna película con mis papás, podía aceptar esa noche de juegos de mesa que tanto querían iniciar para no perder el tiempo de calidad con su hija adolescente. Hasta podía dormir. Dormir sería bueno, repondría todas esas horas de sueño que se me impedían por la alarma.

— Lo siento, Nat. Tengo que estudiar. — dijo él.

— Lo sé, se me olvidó que tenías exámenes... ¿vas a querer que te aumente café?

— No he pedido café.

— Las personas siempre dicen que el café les ayuda a estudiar así que podría ser buena idea que te traiga un poco.

— Suena bien.

Por algún extraño motivo, humillarte frente a alguien resultaba bastante agotador. Solo quería entrar a mi cama y olvidarme de todas las cosas que había fuera de las cuatro paredes de mi habitación.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2017 ⏰

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