Sombras

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¿Qué pasa?
¿Por qué no puedo ver nada?
¿Qué fue ese ruido?
¿Ho-hola?
Ayuda...

Miedo, esa pútrida emoción que se apodera de nosotros,  mayormente, cuando sentimos amenazados por el peligro, sea este real o imaginario, no es fácil escapar y mucho menos hacerle frente, será tal vez por eso que algunos prefieren mentirse y niegan tenerlo, pero todos, todos alguna vez han tenido miedo.

Claro, siempre nos muestran el discurso de los héroes que sucumbieron ante la oscuridad en sus corazones pero luego de un montaje en donde se muestran momentos felices, las personas que le son importantes, es capaz de sobreponerse y salir adelante. Perdón, pero que manera de cagarse en una historia, dónde esta el pasaje del trauma a la reflexión, las pruebas intentando lograr romper las cadenas invisibles que te mantienen de rodillas con los ojos apuntando al cielo buscando respuesta alguna.

Es obvio que no muestran esto, por el simple echo de motivarnos y poder sobrepasar el obstáculo que se presente, "nos la ponen fácil", pues eso es lo que hacen, demasiado fácil, diría yo, y es que nunca viene mal encontrarnos con nuestros miedos, para terminar de darnos cuenta que todo el tiempo peleamos contra un espejo, que en algún momento de nuestra vida creímos haber olvidado, pero siempre estaría ahí, juntando polvo a la espera de volver a tropezar con el.

Un tanto complicada tu introducción pibe, pero seguí, seguí tranquilo—

Los mejores recuerdos de mi infancia se sitúan en ambientes convencionales, mi casa, el barrio, la escuela, pero algunas veces durante el verano solíamos asistir — junto a mi familia claro, que clase de niño viajaría solo, por favora la casa de campo de una tía a la que todos conocíamos por "Tía Tino", casi siempre estos viajes se hacían en la semana de su cumpleaños, cosa que no era de extrañar, esa pequeña casa en medio de la chacra recibía gran cantidad de gente que venían de diferentes lugares para poder celebrar junto a la tía. Si bien no había electricidad en la casa, en ese tiempo, se alquilaba un grupo electrógeno que abasteciera a toda la casa y también los focos que conducían a la cocina (me olvide aclararlo, la cocina estaba afuera de la casa, a unos 30-50 metros de distancia, quizás un poco más) uno podía caminar por el rústico patio encontrarse con un enorme bidónes de lata en donde los mayores aglomeraban las bebibas —decí cervezas, careta— junto con enormes pedazos de hielo, una de las actividades junto a mis primos, además de funcionar de mozos para nuestros mayores cada vez que necesitasen que le alcanzaran una botella —siempre y cuando haya una propina de por medio, digamos todo—, era ver quien aguantaba el mayor tiempo posible con el brazo dentro del latón cargado de hielo, y es que los niños solemos ser así, competitivos y sin escrúpulos, queriendo probar no se qué ni para qué, si al final siempre nos burlábamos del que tenía menor resistencia (casi siempre era yo).

Otra actividad, la que mas repudiaba, era la de jugar a las clásicas escondidas, solía oponerme a esto, pues tenía claro que mis primos usarían las partes donde no llegara la luz temporal de los focos para esconderse, y con esto digo que no usarían las piezas de la casa como refugio, no, buscarían algún arbusto en la oscuridad para ponerse tras el, con esto yo no podía ser menos, una vez empezaron a contar emprendí mi búsqueda de el lugar idóneo, le di vuelta a la casa, por dentro y por fuera, con "sigilosos" pasos,  pero cada vez que me quedaba en un lugar sentía que no era el mejor, hasta que me alejé y me adentré en los naranjos, esa jungla de pequeños árboles a las que normalmente no debíamos entrar, mucho menos jugar ente ellos, pisaba las hojas de y las pequeñas piedras en el suelo de tierra generando un crujido que hasta el día de hoy me es difícil siguió olvidar, y apoyándome en uno de los delgados troncos me dispuse a esperar al "cazador" encargado de la búsqueda de los perdidos.

Un niño no tiene noción del tiempo, nos cansamos rápido, nos impacientamos, un serio caso de ansiedad que alguna vez sufrimos pero que damos como normal y es que, que importa somos niños, miraba a todos lados pensando que el cazador pudiese llegar por cualquier dirección. Ya me estaba cansando cuando empecé a sentir pasos provenientes de la parte de atrás, eran calmos, pero el crujiente suelo era quien lo traicionaba, me preparaba para ser encontrado cada vez que sentía mas cerca los pasos, pero cuando podía sentir que los pasos estaban casi al lado mío no había nadie, <<habrá sido algún perro>> me dije, pasaban los minutos y los pasos volvían a sonar, pero también terminaban desapareciendo, la quinta o sexta vez que pasó empecé a sentir un temblor que se apoderaba de mi cuerpo, para mi mala suerte el viento empezó a soplar y con esto alborotaba las ramas, y despertaba a los animales que dormían en sus corrales, ahí cuando vuelvo a escuchar los pasos pero esta vez eran varios acercándose a toda prisa a donde yo estaba, sin pensarlo dos veces empecé a correr sin dirección alguna, le habré dado la vuelta a algún árbol pero yo no me di cuenta, buscaba la luz artificial donde refugiarme,pero los pasos apuraban su paso hasta que poco a poco fueron desapareciendo, pero esto no me importaba, solo pensaba en salir, una vez que ví el alumbrado aumenté el paso y atropello a uno de mis primos, todos pensaban que me había ido a dormir, me dijo, por ende no se gastaron en buscarme. Le pregunté donde estaban todos, me contó que algunos estaban cansados, otros en la cocina comiendo y alguno tratando de manguear una propina con los mayores, como sea, solo quería ir a dormir, cerrar los ojos y no abrirlos hasta que el sol estuviese en todo su esplendor, y ojalá olvidar ese mal trago que había pasado.

Nunca llegué a entender que fue lo que pasó esa noche de fiesta, si mi cabeza en complicidad con el sueño que tenia encima me habrían causado una broma pesada, o tal vez era una de las razones por las que no se debe jugar dentro de los naranjos, sea lo que sea, hizo que empezara a tomar mis recaudos cada vez que encontrara solo en la chacra, o en cualquier lugar, todo se lo debo a la supuesta presencia que no hizo más que aumentar mi desprecio por la competitividad en la infancia y a las escondidas,  que siempre, siempre, nos ponen a prueba.

Un Inmigrante AburridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora