Capítulo 2: Ataduras

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★— Capítulo 2: Ataduras —★

Cuando despertó, era ya de mañana. Las seis, quizá. Y seguía siendo rodeado por los brazos de Kyoya.

Se ruborizó levemente al ver su rostro pacíficamente dormido tan cerca del​ suyo, y su sonrojo aumentó al ver que no le había soltado ni siquiera en sueños. Seguía agarrando la tela blanca que tenía unas manchas rojas que...

Un momento, ¿manchas rojas?

Miró el brazo que el azabache no apoyaba contra el colchón, y se alarmó al ver una gran mancha escarlata en la manga de la camiseta, echando un pequeño grito que logró despertar a su compañero herido.

—¿Qué ocurre? —preguntó, parpadeando para enfocar al castaño con más precisión.

—Tu brazo... Oh Dios... ¡Hay que llamar a una ambulancia! —hizo ademán de levantarse, sin embargo Kyoya le retuvo con el brazo que tenía agarrada al pijama del menor por debajo de este, haciendo que volviera a acostarse a su lado.

—Estoy bien, solo es un rasguño —un rasguño que había logrado sacarle sangre y había roto la tela de su camisa, añadió mentalmente Tsuna.

Y entonces, rememorando lo sucedido en la noche, se sintió tremendamente culpable.

—Fui yo, ¿verdad? —Kyoya no pudo negarlo ante la mirada almendra, y torció los labios—. Lo sabía... yo... Kyoya, lo siento, no debí...

—Ya te lo he dicho, no es tu culpa —reiteró el azabache—. Tenías miedo, es normal.

—No. No debí confundirte... —negó—. Tú eres diferente... no me harías daño...

El mayor sonrió de medio lado e intentó acariciar su rostro sin recordar su herida, la cual se hizo presente en cuanto movió el brazo, sacándole una mueca de dolor.

—Déjame curarte esa herida, por favor —pidió Tsuna, y el azabache asintió, dejando que el menor se deslizara de entre sus brazos para incorporarse e ir a por el botiquín.

Kyoya se sentó en el colchón y se quitó la manchada camiseta. De haber sabido que ocurriría eso, se hubiera puesto una roja y no hubiera pasado a mayores. Sobre todo, no hubiera preocupado al castaño.

Examinó la herida con detenimiento, tan solo ardía y era molesto, pero empezaba a cerrarse. No era nada grave, pero para Tsuna todo era digno de una visita al hospital.

Se la podría haber curado él mismo, pero el castaño había caído dormido mientras le abrazaba y no hubo manera de que le soltara. Así pues, decidió que debería dormir con él como en los viejos tiempos.

Claro que antes no tenía que hacer uso de todo su autocontrol para no besar esos tiernos y carnosos labios que gritaban con luces de neón «bésame» y que se le ofrecían en bandeja de plata.

Tan solo un desliz, un pequeño movimiento, y juraba que no pararía de besarlo hasta que el castaño despertara. ¿Y cómo le iba a explicar la situación?

Seguramente, no podría, y tampoco quería obligar a Tsuna a hacer algo sin su consentimiento o conocimiento previo.

—De verdad que lo sien... —cuando el castaño reapareció por la puerta, encontró a su amigo desnudo de cintura para arriba, examinando su herido brazo, y se sonrojó como un tomate—. Y-yo... ¡perdón!

Learning to love |DPT #2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora