Capítulo 11

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Mis manos se perdieron entre aquellas sábanas blancas, mis piernas parecieran no estar ahí. Mis párpados piden a gritos no ser abiertos, mientras que mis labios duelen al estar tan pálidos.

Me levanto y camino suavemente por aquel frío piso, mis piernas tiemblan; sin fuerzas. Me sujeto del lavabo, evitando caer arrodillada en el piso del baño. Me desnudo totalmente, permitiendo que los rayos del sol que se filtran por la pequeña ventana del baño iluminen mis costillas marcadas a través de mi piel. Me meto a la ducha y dejo caer el agua fría sobre mi castaño pelo, sintiendo como si esta lanzara agujas que se clavan en mi piel cada vez que cae sobre mí.

Aún desnuda me dirijo hacia mi cama y me impresiono al verlo.
—¿John? —Susurro, relamiendo mis labios.

Ya no podía más, ya no podía soportar más esto, estaba a punto de enloquecer. No entendía cómo habíamos llegado tan lejos, no entendía absolutamente nada, sólo entendía que esto era más que un pecado mortal.
—Debemos hacerlo, Amelia.

Caigo arrodillada al piso, desnuda. Mis manos tiemblan y las lágrimas cubren mi rostro.
—No quiero, John. —Lloro a gritos y este acaricia mi cabeza.

—Debes, ya ríndete. —Pasa su mano suavemente por mi cabeza. —Pequeña Amy...

Me levanto del piso y golpeo su mano.
—¡Me abandonaste, John! —Mis ojos ojerosos lo miran con odio. —¡Por tu culpa estoy aquí!—Levanto mi brazo y golpeo su rostro, mientras este me mira tranquilo. —¡Te odio, John!

La puerta se abre y una de las psiquiatras entra.
—¡Una de las internas está golpeando su rostro con violencia! —Llama a sus demás compañeros de trabajo.

Cuando escuché esas palabras, caí en cuenta por un momento. Yo estaba frente al espejo, golpeándome a mí misma, no estaba golpeando a John.

Varios hombres me sujetan mientras estoy desnuda y me cargan, yo intento resistirme, gritando ayuda. Llamaba a John... Lo llamaba para que viniera en mi ayuda. Siento un pinchazo en mi cuello y caigo dormida.

Todos los lindos momentos que había pasado con John, no fueron más que una mentira. Cuando estuve en la escuela con él, cuando asesiné a mi madre y a todas esas personas... Incluyendo a mi tía que tanto me amaba... Cuando oculté sus cuerpos... Cuando John tocó el piano... Yo era John.

También había asesinado a Ernesto, esa llamada que recibí de él... Realmente nunca existió. Lo asesiné con mis propias manos justo el día que me invitó a aquel lugar y lancé su cuerpo al río, junto con su auto. Nunca llegué a casa con él, todo fue sólo un juego de mi imaginación, lo que quise imaginar que pasó. Cuando le dije a Ernesto que saludara a mi tía, realmente no saludó a nadie, pero me siguió el juego al creer que estaba bromeando.

Cada vez que peleaba con John, realmente peleaba conmigo misma, me golpeaba a mí misma... Vivía sola en esa casa, asesiné a mi tía justo cuando cumplí la mayoría de edad y oculté su cuerpo, luego reporté a la policía que esta estaba desaparecida.

~•~
Me siento en la cama, mi madre ya había pagado a varios desconocidos para que "Probaran de mi cuerpo" ella decía que sólo era un juego, que todo estaría bien. Pero dolía, dolía demasiado, dolía mucho.

Las madres de mis amigos no hacían eso o al menos eso no era lo que veía.
—Ahí está la niña. —Mi madre recibe el dinero de aquel hombre que se encuentra parado en la puerta.—Tiene seis años, tal y como te gustan.

Aquel hombre le sonríe y quita su sombrero. Mi madre se aleja y este cierra la puerta lentamente. —Pero qué bella dama. —Sonríe con ternura. —¿Cuál es tu nombre?

—Mi nombre es Amelia. —Paso mi mano lentamente por mi nariz, deseando llorar.

—Qué bonito nombre. —Acaricia mi cabeza. —Mi nombre es John.

Aquel hombre de ojos verdes, bien trajeado y de cabello oscuro, llamó mucho mi atención. Fue con el que probar mi cuerpo resultó ser un pasatiempo agradable.

Luego de nuestro encuentro aquella noche, fui creciendo, yo deseaba verme bien para John. Lo veía siempre a escondidas y este me dedicaba poemas.
—Tu madre nunca debe saber que nos vemos. —Me dedica una cálida sonrisa.

—Ella nunca lo sabrá.

—Eres una princesa, Amelia. —Acaricia mi pierna mientras yo le sonrío con ternura.

Luego de un tiempo viéndonos, John jamás apareció. Después de unos meses me enteré que había sido asesinado por su propia esposa.

Le prometí que siempre estaríamos juntos, que no me olvidaría de él, que las princesas siempre cumplen sus promesas, pero al pasar de los años, me fui olvidando de John. Hasta que apareció aquel chico igual a él, John, quien según todos era producto de mi imaginación. Ya... Ya lo entendía todo... Ya todo estaba claro para mí.

John... Era él, aquel hombre trajeado que había regresado a mí en su forma más joven. Había llorado por él, había sufrido por él, John y yo éramos uno.
~•~

Abro los ojos y me encuentro en mi habitación. La enfermera me había quitado el castigo de estar amarrada a la cama. Unas lágrimas caen de mis ojos y no puedo evitar llorar casi a gritos.
—Princesa. —Una mano acaricia mi cabeza, haciéndome levantarla de golpe. —Las princesas no lloran. —Limpia mis lágrimas con sus manos.

Abro los ojos con emoción, al ver a aquel hombre trajeado cerca de mí. Sonrío y me lanzo contra él, abrazándolo con fuerza.
—¡John! —Río con felicidad. —¡Cumpliste tu promesa!

—Sabes que sí. —Ríe. —Siempre estuve contigo.

Lloro de felicidad y este me sienta en la cama.
—Ya pronto estaremos juntos, Amy. —Acaricia mi mejilla y me dedica una cálida sonrisa. —Recuerda que las princesas siempre cumplen sus promesas.

Ya faltaban pocos días para mi muerte. Ya había terminado de declarar todos mis crímenes y me mantenían en un centro psiquiátrico hasta el día. Me sentenciaron a muerte ya hacía más de una semana.
...
Los días pasaron con mucha rapidez y ya era la hora. Mis manos temblaban mientras los policías me llevaban a la sala donde se cumpliría mi sentencia. Mis ojos tenían ojeras muy notorias y mi piel estaba más pálida que nunca. Por fin llegamos a la sala y me acostaron en una camilla, amarraron mis brazos y piernas para que no pudiera moverme.

Carmesí [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora