Capítulo XIX

140 11 5
                                    

Frente a mi se alza una inmensa luz cegadora que hace que mis ojos ardan, quiero cerrarlos e intento mirar hacia otro lado pero es en vano, la luz me llama, me hipnotiza, su brillo radiante reluce como millones de lágrimas angelicales en busca de su redención. El resplandor se esparce a nuestro alrededor por unos segundos y luego empieza a concentrarse, los miles de haces fluorescentes forman una sola columna brillante que sale de la boca de Leonor.

Isabelle aún está abrazándola, su cabeza reposa sobre su hombro completamente inerte, todo el brillo de su cuerpo sale por el agujero en el pecho donde se apuñalo con la espada junto a Leonor, este parece viajar a través de ella e insertarse hasta el corazón mismo del ángel. Le está dando toda su energía.

— ¡NO! — grito casi sin voz y corro hacia ella, mi corazón quiere salirse de mi pecho, todo el dolor que algún día sentí desaparece de mi mente y solo queda la imagen que veo frente a mí.

Estoy tan cegado por la luz y la desesperación que no veo la enorme muralla brillante que rodea a Leonor e Isabelle, una pilastra de pequeñas partículas destellantes que no puedo atravesar, reboto contra el campo de fuerza una y otra vez con mi cuerpo, no me hace daño pero su onda de energía me empuja varios centímetros hacia atrás. Cada vez mi desesperación crece, puedo ver como el alma de Isabelle se escapa de su cuerpo, su brillo parpadea hasta finalmente desaparecer por completo, no puedo hacer nada más que reposa mi cabeza contra el enorme muro que me separa de ella y esperar por recoger los restos de su cuerpo si es que queda algo de el en cuanto todo termine.

La columna de luz golpea contra el techo y lo atraviesa sin mayor esfuerzo, capas y capas de roca se desintegran con el roce del resplandor, las partículas encuentran su camino hacia el cielo entre el aire denso del averno rompiéndolo como una daga destroza la carne y danza en medio de sus entrañas, envolviendo todo y volviéndolo claro. Por primera vez en este mundo el cielo se cubre de luz, una luz llena de paz muy diferente a los tonos de naranja opaco que se asemejan al día o la completa oscuridad que recubre la noche, por un instante veo parpadear las visiones que solo tengo entre sueños o desmayos, el campo verde lleno de flores, el bosque de árboles añejos y los pájaros cantando mientras yo disfruto recostado en la hierba del jardín.

Andrew yace postrado de rodillas, su mirada fija hacia el cielo, con sus dos manos sostiene su cabeza y veo lágrimas escapando de sus ojos, a simple vista se ve aterrado, seguramente sus jefes reconsiderarán su puesto y lo denigrarán o mejor aún lo desaparecerán en los confines del limbo.

En mi mente, siento que alguien me llama, no reconozco su voz pero parece ser la de alguien muy antiguo, más antiguo que el mismo tiempo o que cualquier cosa, dice mi nombre en alguna lengua que estoy consciente no conozco pero toma forma muy clara dentro de mi mente, y luego se distorsiona al sonido imperturbable de millones de voces que cantan en perfecta sinfonía. No sé cómo la distingo pero entre todas ellas siento la voz aguda de Isabelle que canta en las mismas notas que sus compañeras.

— ¿Isabelle? —digo entre las lágrimas que se desbordan cuando pienso que quizá sea la última vez que vuelva escucharla —¿Puedes oírme?

No obtengo una respuesta, solo más cantos armoniosos que cada vez se hacen más distantes y profundos. Mis piernas no aguantan más y caigo derrotado hacia el suelo, golpeo el piso con mis nudillos y grito varias veces hasta que mi garganta arde.

— Isabelle — repito —, Isabelle si puedes oírme dime que estarás bien, dime que no te he fallado.

Mis palabras fluyen solas, debo asegurarme de no haberle fallado, quiero saber que su alma regresará hacia donde pertenece, cualquier duda que albergaba mi mente sobre si debería dejarla ir se desintegraban al igual que la roca de los muros, siempre quise esto siempre quise que se marchara, sin importar cuanto dolor tendría que soportar mi corazón desde un principio estuvo seguro de lo que mi cerebro idiota nunca se había dado cuenta.

Inferno: RadianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora