Capítulo XIV

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El caos se esparce a nuestro alrededor, cientos de condenados corren de un lado al otro en busca de sus armas, Isabelle y yo los esquivamos de camino hacia la sala de entrenamiento donde mi guja y su espada estarán esperando

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El caos se esparce a nuestro alrededor, cientos de condenados corren de un lado al otro en busca de sus armas, Isabelle y yo los esquivamos de camino hacia la sala de entrenamiento donde mi guja y su espada estarán esperando.

En el momento en el que la señal fue tocada, los Líderes salieron con rapidez de su reunión, Al con su espada aún atada, entonó vigorosamente las notas del canto de guerra.

— ¡Hermanos y Hermanas mías, la hora a llegado, es el momento de cobrar con sangre todos los años de abusos y agresiones, de destruir las cadenas que nos mantienen sumisos al poder oscuro del señor de las tinieblas! ¡Clamad por libertad, Luchad por venganza!

Al canto se unieron los vítores de los presentes, incesantes y fuertes, llenos de rencor y odio. Las caras de los condenados se desfiguraron por la ira. De alguna manera pensé que así debieron verse todos ellos al cometer sus pecados.

"¿Tienen el derecho de pelear por una libertad que ellos mismos se negaron?" me pregunté mientras me alejaba de la plaza.

— Ten esto — grita Isabelle al tiempo que me lanza varías pequeñas dagas y flechas de repuesto.

Cuando llegamos, junto a nuestras armas nos esperaban dos armaduras pulcras que al parecer aparecieron por arte de magia, decenas de armas nuevas y un contingente de no menos de veinte condenados cuyas órdenes eran seguirnos o más bien acosarnos hasta que Krain viniese por nosotros.

— Estos tipos empiezan a ponerme nervioso— le susurro a Isabelle — ¿Qué pasa si quiero lavarme el trasero? ¿Tienen órdenes de limpiarme la porquería también?

Isabelle ríe por un rato justo antes de ver al primer pelotón tomar sus posiciones. Holms y su ejército de guerreros élite, que fueron elegidos por él en personas mientras yo entrenaba bajo su sombra, forman filas apresurados bajo sus órdenes y las de Alzira, su Lugarteniente.

— Saldremos primero — grita ella autoritaria pavoneándose por delante de todos esos hombres a los que varias veces destrozó a golpes en su ascenso al poder —. Nuestro camino es el más largo y complicado, debemos pasar desapercibidos hasta alcanzar la entrada de las cuevas, y después escoltar a Al al corazón mismo de esta guerra. Si las cosas salen bien, no tendremos que luchar, pero no confíen en su suerte, la sangre suele ahuyentarla.

De inmediato, su tropa toma su camino hacia la salida armando gran alboroto.

Krain se asoma poco después al costado de un pilar, su armadura ha regresado a su cuerpo al igual que su confianza, pero por otro lado, su respiración superficial y forzada, me dicen que en su pecho aun siente el dolor de su reciente herida.

— Veo que están listos — dice él a manera de saludo. Aprieta mi mano y le da una palmada amistosa a Isabelle.

— Tanto como nos fue posible— dice ella retirándose rápidamente.

Inferno: RadianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora