Capítulo VI

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—Hola madre— susurro ante la visión de una mujer de mediana edad sosteniendo un florero

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—Hola madre— susurro ante la visión de una mujer de mediana edad sosteniendo un florero. Este sueño no es como los demás, ya que sé que es un sueño, sé que soy un condenado, y sé que mi último recuerdo es saltar a un abismo junto con Krain. Pero mi yo de diez años, se apodera de mi cuerpo, toma mi cerebro y lo llena de fantasmas infantiles, de una infancia feliz.

Mi madre recorre la casa de un lado al otro, se ve alterada, suelta el florero de sus manos y corre hacia la puerta. También yo lo hago, sintiendo una especie de expectativa mortífera, tomando una pequeña navaja de la mesa de centro y corriendo dispuesto a atacar. Un hombre un poco gordo de mirada caída con un brazo faltante estrecha a mi madre fuertemente. No hago más que lanzarme a él dispuesto a lanzar un golpe certero, sin embargo, mi yo niño, decide abrazar al hombre y llorar en su hombro.

Es mi padre.

Pronto el escenario cambia, todo a mi lado se distorsiona, el murmullo de una riña desde dentro del cuarto de mis padres me hace levantarme de golpe de mi cama. Subo las escaleras asustado, los gritos de mi madre retumban por toda la casa, no sé lo que sucede, aunque el pensamiento en mi pequeña cabeza se siente resignado.

Me deslizo en silencio y alcanzo a abrir solo unos pocos centímetros la puerta que da a la recamara, mi padre lleva una especie de vara al rojo vivo sobre su cabeza amenazando con golpear a mi madre. Mi mente grita por defenderla, quiero entrar, pero mi cuerpo no responde, gritos, más gritos provienen de ellos, suplicas, reproches. Por fin mi cuerpo cede y empujo la puerta haciendo que se azote contra la pared. Mi madre yace en el suelo, sus ojos rojos por las lágrimas, su rostro marcado por una quemadura feroz que pasa por toda su mejilla hasta perderse en su nuca, oculta por su cabello castaño rojizo.

— Qué has hecho— reclamo. Pero suena más como un suspiro desesperado que como una amenaza real. Mi padre me mira desdeñoso, sin una sola gota de desconcierto. Se eleva por sobre mí y agarra mi brazo sacudiéndolo frenéticamente, golpeando mis costillas, una y otra y otra vez. Se dispone a hablarme, sus ojos verdes encendidos como la leña en la chimenea, la ira recorre las arrugas de su frente.

—Philip— dice, pero no es la voz que esperaba, la voz que conocía.

—Philip—repite de nuevo con más urgencia, su voz me suena familiar pero no de este mundo.

Un fuerte dolor sordo sobre mi cabeza me aleja de todo y me lleva de nuevo a mi realidad.

Un fuerte dolor sordo sobre mi cabeza me aleja de todo y me lleva de nuevo a mi realidad

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Inferno: RadianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora