Capítulo X

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Unde exeunt flumina revertuntur canere nox profunda caligine oblivionis infinitatis vadam ad portas, ad Sacrarum Scripturarum initium

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Unde exeunt flumina revertuntur canere nox profunda caligine oblivionis infinitatis vadam ad portas, ad Sacrarum Scripturarum initium.

La oscuridad abarca todo a nuestro alrededor, el silencio reina en cada esquina. Hace poco tiempo desperté de mi sueño intranquilo pensando que sería capaz de ir a la entrada y patrullar un poco los caminos, pero ni bien me acerque a la intemperie, pude escuchar los sonidos de varios demonios marchando y maldiciendo, montando guardia en el perímetro de la batalla.

Isabelle permanece dormida en una esquina, con los brazos desnudos sobre su pecho, minutos atrás adopto un posición incómoda de la cual no creo ser capaz de moverla sin despertarla, así que la dejo, confiado en que dormirá un tiempo más y me adentro en la cueva.

Al llegar aquí me pareció observar una curva prominente que daba paso a otro camino largo, pero no me atreví a tomarlo pensando que tal vez podría conducir hacia algún campamento demoníaco o algo peor.

La cueva está completamente en penumbras, no puedo avanzar por mucho sin que me tropiece y caiga varias veces, haciéndome magulladuras en las palmas de las manos. Mis pies retumban en el suelo inerte de la cueva rezumbando en las paredes con ferviente eco que amenaza en descubrir mi posición.

— ¿Hay alguien? — el sonido de la voz de Isabelle casi me mata del susto, por poco había olvidado que no estaba solo.

— Aquí— regreso por el camino hacia donde la dejé. Ella se encuentra despierta con los ojos bien abiertos, no puedo diferenciar mucho de su silueta escondida entre las sombras.

— ¿Cómo llegamos aquí? — dice una vez que toco su mano en señal de que estoy cerca, ella me mira fijo cuando me aproximo entornando los ojos para distinguir mi cara.

—Pues, no fue gracias a tu avance heróico— murmuro tratando de ser un poco afable, después de todo ella me había salvado —. Te desmayaste poco después de clavarle la espada a ese maldito, por cierto, no pude agradecerte lo que hiciste allá, fue bastante... arriesgado, pero gracias.

No alcanzo vislumbrar su rostro por completo pero escucho un resoplido complacido proveniente de ella que me hace adivinar que está sonriendo.

—No hay de qué, ya te debía una de todos modos. Así que me explicas que fue todo eso de la misión rescate, ¿Por qué fueron a buscar a Andrew? ¿Para qué lo necesitan? — la gran lista de preguntas aumentaba mientras Isabelle seguía hablando, su voz incrementaba de tono a medida que su interés crecía. No sé qué parte podría o no contarle, nunca firme ningún tipo de acuerdo o pacto de silencio, por lo que técnicamente no estaria haciendo nada malo, por otro lado no tengo idea sí saldremos de la cueva alguna vez o si volveremos para cuando Al y sus amigos hayan logrado algo importante, así que decido que: no tendría sentido guardarle secretos.

—Bueno— comienzo—. El día que vinieron los Arcángeles, viste que atraparon a varios, uno de ellos vino a buscar a su descendiente.

—Ese descendiente es Andrew ¿verdad?

Inferno: RadianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora