III. CONFUSIÓN

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—Oye Kelly...—Mi pobre y temeroso llamado sonó casi como un susurro hacia mi amiga de la infancia, quién se encontraba con un notorio miedo frente a mí.

Ambas nos encontrábamos en una rara camioneta de metal, a juzgar lor el material y color de esta, pude concluir que estaba totalmente blindada. El espacio era demasiado reducido y frío. Los movimientos bruscos de aquel auto que nos llevaba como si fuéramos reos, hacía que entre cada palabra que decía, sonara entrecortada.

Aclaré mi garganta, como si aquella acción me ayudara a procesar mejor mis palabras —Créeme, ni yo sé que pasó o como llegó esto hasta aquí, solo...—Intenté tomar su brazo pero de un jalón, lo apartó. Fue inevitable que aquella acción desgarrara mi corazón en 3 segundos. Pasar de ser un muro sobre su miedo a ser el mismo miedo frente a sus ojos, no era a lo que estaba acostumbrada ni en un millón de años.

Por un considerable instante, olvidé por completo que en el mismo lugar se encontraba el viejo que me había llevado junto con la joven agresiva. Mi mente y triste mirada solo podía enfocar a una deprimida Kelly. El hombre soltó una sonrisa burlesca, gozando de lo que sus ojos rodeado de arrugas veía.

Volví a retomar la palabra, ignorando a los cuerpos de sobra en el automóvil, con la esperanza de que mi mejor amiga ahora molesta y adolorida, escuchara lo que quería decir, aún cuando ni siquiera yo, tenía explicación alguna de lo que pasaba.

—¿Podrías voltear solo un segundo? —Volví a intentar, pero al darme cuenta de su cuerpo cubierto de vendas, un sentimiento de culpa invadió mi cuerpo, consiguiendo que me alejara de ella en un fugaz impulso, sin volver a pronunciar algo más.

—¿Te has dado cuenta que es inútil? —Dirigió aquel hombre entre risas forzadas.

Fruncí el ceño sin pensarlo dos veces hacia el viejo. Un gesto que indicaba odio y repugnancia. Cualquiera con dos dedos de frente podía darse cuenta de los sentimientos que dedicaba al hombre anciano. Sentimientos repugnantes que jamás habían habitado sobre mí hasta la mañana de ese día.

Reid asintió sarcástico, entendiendo claramente mi mensaje.

Sin previo aviso, la camioneta frenó en seco haciendo que nuestros cuerpos golpearan con los otros. Ubiqué un largo tubo de metal al lado de mí, el cual evitó que me estrellara contra la dura y fría pared de ésta.

Mi vista se lanzó contra el hombre en señal de duda al notar que se incorporó de inmediato, como si lo que hubiera pasado fuera totalmente normal. En cuanto se recuperó en su totalidad, se puso de pie tomando el brazo lastimado de Kelly, la cual levantó con brusquedad, haciendo que mi pobre amiga lanzara un grito ahogado de dolor. Gracias a esto, el hombre con aún más coraje, la tomó y la jaló hacia sí, poniéndola justo enfrente de él para abrir la puerta del carro y salir a través de ella.

El coraje se apoderó de mí en una ardiente oleada al percatarme de la forma en la que la trataba, y cuando estaba a punto de golpearlo a sus espaldas, el viejo alertó, logrando tomarme desprevenida ante su escalofriante acción, ¿Tenía ojos en la espalda o qué?

—Sabe que si hace eso, puedo matarla ahora mismo sin recibir algún tipo de cargo, ¿no? —Bajé mi puño con lentitud después de una pequeña pausa —Le recomendaría que no lo haga, Señorita Green, o la única afectada será usted...Y su amiga. —Pronunció las últimas palabras mientras apretaba con más fuerza el brazo de Kelly, la cual no pudo contener las lágrimas.

—¿Podría aunque sea tener un poco más de cuidado? —Sugerí entre dientes, intentado ocultar mi coraje.

—No le dije que ya podía hablar. Pronuncie una sola vocal y no me quedará más remedio que llevarla a la cárcel. —Dijo con una sonrisa tan satisfactoria que no pudo contenerse a darle un último apretón a mi amiga.

Solía ser humana (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora