Capítulo 1: "Castigo"

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Harry Potter estaba en el despacho de Minerva McGonagall mirando fijamente al suelo.

Todo su cuerpo estaba en tensión e intentaba contener con todas sus fuerzas las lágrimas de rabia que le inundaban los ojos. Hoy Malfoy se había pasado de la raya. Normalmente ignoraba todas las palabras hirientes que salieran de la boca del rubio, pero hoy no había podido. Y lo que menos soportaba de la situación es que Draco Malfoy hubiera conseguido afectarle de esa manera. Se odiaba a sí mismo más que lo que le odiaba a él, y eso ya era decir.

La profesora McGonagall llevaba un buen rato hablando, Harry suponía que echándole la bronca y repitiendo la vergüenza que suponía para su casa el hecho de que él hubiera agredido físicamente a otro alumno, pero Harry no podía escuchar nada, obcecado en el odio que le inundaba cuando pensaba en Malfoy y en su estúpida cara.

─... así que, lo siento Señor Potter, pero tendré que tomar medidas. Se le restarán veinte puntos a Gryffindor y hablaré con el Profesor Snape para acordar un castigo. Puede retirarse a su habitación.

Como un autómata, Harry se levantó, aún temblando y, sin decir nada, salió del despacho de su profesora de transfiguración. No fue a cenar esa noche. En vez de eso, cogió su Saeta de Fuego y salió al campo de Quiditch. Hacía frío, pero casi no lo sintió. Subió a su escoba y mientras volaba, gritó y se desahogó como nunca, volando a una velocidad en la que casi ni se le veía. Aquella tarde había pegado a Draco Malfoy, pero en esos momentos se daba cuenta de que no era a Malfoy a quien quería pegar. Era a sí mismo.

Veía las caras de Cedric y Sirius ante sí, superponiéndose una a la otra a un ritmo vertiginoso, ambos mirándole con desprecio. Era su culpa que su padrino y el joven Hufflepuff hubieran muerto. Todo era su culpa. Y, entonces, Harry Potter, el buscador más joven de Gryffindor desde hacía un siglo, perdió el control de su escoba y cayó.

Cuando despertó, estaba en la enfermería. Hermione y Ron le miraban preocupados desde ambos lados de su cama.

─ ¿Qu-qué ha pasado?

─Eso queríamos preguntarte nosotros ─respondió Hermione alterada─, ¿puede saberse qué hacías tú solo en el campo de Quidditch mientras el resto del mundo estaba cenando?

Harry recuperó la imagen de sí mismo cayéndose de la escoba.

─Yo... no tenía hambre...

─ ¿Y no se te ocurre otra cosa que irte a volar por tu cuenta sin avisar a nadie? Harry, Quien-tú-sabes está ahí fuera y aprovechará cualquier ocasión en que te despistes para...

─Eh eh ─interrumpió Ron, reparando en la sombría expresión de su amigo─, no hace falta ponerse derrotistas. Gracias a Merlín no ha pasado nada grave.

─Pero... ─intentó seguir insistiendo Hermione, pero se cayó cuando reparó en la dureza con la que la miraba el pelirrojo. Harry se lo agradeció con la mirada.

─ ¿Mi escoba? ─preguntó débilmente, pensando en lo malparada que había quedado su Nimbus 2000 hacía ya tres años.

─No te preocupes, tío. Cayó encima de ti, así que amortiguaste su caída ─respondió Ron riéndose─. Está como nueva.

Harry suspiró aliviado. Se seguía sintiendo fatal, pero la presencia de sus dos mejores amigos le tranquilizaba. Siguieron hablando hasta que la señora Pomfrey les echó. Harry se quedó solo y los pensamientos lúgubres volvieron. Esa noche tuvo pesadillas, y aunque Harry no se acordaría al día siguiente, Draco Malfoy también se coló en sus sueños.

****

Draco se miró al espejo y no se sorprendió al ver la imagen que le devolvía la mirada desde el cristal. Su palidez que en años anteriores parecía que brillaba como la luna llena, ahora parecía enfermiza, como si fuera porcelana vieja que se rompería al más mínimo roce. Sus ojeras negras eran cada vez más profundas y sus pómulos se habían hecho más sobresalientes en los últimos días a un ritmo alarmante. Draco miró con desprecio a su reflejo, y este le devolvió una mirada turbia y triste. Sin embargo, antes de salir de su habitación, se puso una máscara imperturbable y dura, que no dejaba traslucir atisbo alguno de debilidad o desesperación.

La habitación rojiverdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora