Capítulo 10: "Te reto"

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"¡¿Qué mierdas me pasa en la cabeza?!"

Draco se levantó sobresaltado. En silencio, como siempre que tenía una pesadilla, se sentó en la cama respirando profundamente para tranquilizarse. Sólo que esta vez no era una pesadilla, era peor, un recuerdo. Recordó como si lo viera en tercera persona cómo hacía solo
unas horas Potter y él se habían dado el lote en su propio baño. Iugh, repugnante. Era cierto que hacía mucho tiempo que no tenía ningún tipo de contacto sexual con nadie, y se imaginó que no estaba siendo inmune a las hormonas adolescentes. Seguía siendo preocupante que estuviera tan
desesperado como para haber besado a Harry Potter, pero ahora no podía sino pensar en lo más horrible del recuerdo: se había quitado la camiseta, o se la habían quitado, que venía a ser lo mismo. Su torso y, especialmente, su brazo izquierdo, habían quedado al descubierto. ¡Y se
acababa de dar cuenta!

El Slytherin se llevó las manos a la cabeza, pero cuando se desenredó su pelo plateado, no pudo evitar recordar las manos de Potter sumergidas en su preciosa cabellera que nadie nunca había osado tocar. Obviamente, también recordó cómo había odiado semejante atrevimiento, y cómo no había disfrutado en absoluto el contacto. La próxima vez sería él quien revolviera el pelo negro del Gryffindor, estaba convencido de que se volvería loco y... Aunque evidentemente aquello no se iba a repetir nunca más porque Draco tenía menos mil ganas de volver loco al
repulsivo chico y no iba a permitir ninguna distracción más con respecto a su misión, ni ningún desliz como haber tenido a la vista la marca tenebrosa en frente del maldito Harry Potter.

No. Pero sí que se tenía que repetir. No el desliz, claro. El besuqueo. "Una distracción, Draco, ¿recuerdas? Necesitas tener a Potter a tus pies para que deje de meterse donde nadie le llama". Claro que eso estaba en peligro, porque el maldito gryffindor probablemente estaría teniendo problemas internos relativos a sexualidad y, especialmente, relativos a que el chico en cuestión era el mismísimo Draco Malfoy... Imaginaba que por eso se había ido corriendo
cuando las cosas se habían puesto serias. Malditos leones. ¿No se suponía que eran ellos los
impulsivos? ¿Los que no se pensaban demasiado las cosas?

Además, Draco estaba evitando pensar en que le gustaba demasiado besar a aquel al que supuestamente odiaba, no estaba rumiando que ojalá Potter no le hubiera obligado a darse una ducha helada con el frío que hacía fuera, y desde luego no le importaba en absoluto que el
estúpido pelinegro hubiera decidido preocuparse por si comía y dormía primero, y haber dejado de hacerlo después. Y si el Slytherin no estaba pensando en nada de eso, entonces Potter no tenía ningún derecho a hacerlo tampoco. Porque él no estaba dispuesto a hablar sobre nada de lo
ocurrido, pero necesitaba que siguiera ocurriendo si pretendía darles una oportunidad a sus
padres y a sí mismo. Era repugnante, casi como prostituirse... Pero era necesario.

Lo odiaba. Odiaba tener que poner en peligro a compañeros suyos por su incapacidad de arreglar un maldito armario. Odiaba tener que matar a un hombre, y más a aquel a quien
siempre había respetado (temido) de lejos, al que alguna vez había visto algo bueno en su interior aunque siempre defendiera las tonterías de la magia del amor. No soportaba no poder centrarse en sus estudios como todos los demás alumnos. Detestaba no tener elección, y sentir la soga al cuello, y odiaba el quemazón de su antebrazo.

Ojalá pudiera volver a jugar al Quidditch sin tener la sensación de que estaba condenando a toda la familia Malfoy. Ojalá pudiera sacarse la camiseta en frente de Harry Potter sin tener que preocuparse sobre estúpidos tatuajes con significados turbios. Ojalá Harry Potter no
representara todo aquello que siempre había pensado que estaba mal, ojalá le hubiera respondido al apretón de manos que le tendió en su momento. Si lo hubiera hecho, igual ahora podrían besarse sin que la mente de Draco entrara en colapso. Igual. Menos mal que al día
siguiente no se acordaría de esos pensamientos que inundaban su cabeza como en un sueño, o eso esperaba.

La habitación rojiverdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora