Salíamos de la cabaña aproximadamente a las 9 de la mañana. Ikoma llevaba su mano entrelazada con la mía, ambos caminabamos en siencio, él por respeto, yo por mis nervios. El techo del templo se empezó a hacer visible, nos acercabamos y el camino a veces era levemente inclinado.
____, caminaba muy distraída, me dedicaba a observar sus pasos. Si me descuidaba podría tropezar y darse un golpe de los buenos. Pues el suelo empezaba a ser adoquinado, pero la tierra y las plantas lo escondían con una leve capa. Aunque en vez de ser ella quién tropezase fui yo. Ella me jaló hacia atrás pero iba en trayectoria directa hacia su cuerpo.
Ikoma me atrapó en un abrazo, el cual correspondí con mis brazos en su cintura. Él empezó a acariciar mi espalda, mientras hacía mi agarre más fuerte.
-Tengo miedo, Ikoma, tengo mucho miedo- él se limitó a dar pequeños besos sobre mi cabello. Mientras seguía dando pequeñas caricias en mi espalda, su cuerpo daba una calidez suave, a cualquiera le haría recordar que no estaba sólo.
-Todo saldrá bien, ya lo verás- me aseguró sonriendo sin mostrar su dentadura, levanté mi vista para encontrar esos ojos rojos, suspiré y me separé de él.
-Sí tú lo dices, entonces,-. Le volví a dar mí mano- Avancemos, el templo de los reyes está cerca de aquí.
-¿Por qué se llama el templo de los reyes?- pregunté mientras me arreglaba mis gafas con mi otra mano.
-Dicen que todos los reyes y reinas justos están allí, sus espíritus son los encargados de purificar el palacio, el pueblo y el templo mismo. Es un lugar de peregrinaje, todos tiener que ir al menos una vez al año.- Dijo ella siendo lo más general posible. -Claro que la que sabe de estás cosas es Yami, cuando lleguemos pregúntale.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
...
-¡Hermanita!- dijo Tsubomi mientras se deslizaba del muro con su cuerda. -¡Abran las puertas son ellos!
Cómo dijo se hizo, las puertas se abrieron casi al instante, empujadas gracias a los sacerdotes y sacerdotizas. Todos estaban vestidos con kimonos de gala, incluso los invitados.
-¡Ikoma!- saludó Takumi que había logrado sobresalir de la multitud.
-Es hora de la verdad- le hablé por última vez a Ikoma, ambos entramos al templo.
____ y yo tomamos caminos separados. Dentro del templo todos estaban tensos nadie hablaba más de lo necesario. Pude observar un lugar que sólo había visto en sueños, un pasto verde el olor a flores era muy fuerte, pues las había casi en todos los colores y sabores.
-Bien, no te puedes presentar de esa manera- dijo mi mejor amigo. Me llevó a cambiarme de ropa, había una pileta donde cabía una persona y una tinaja. -Yo te espero, todos los demás estarán allá afuera.
Me desvestí y empecé a limpiar mi cuerpo. Procuraba no hacer mucho ruido, era relativamente incómodo que alguien escuchara el ruido que hacía. -Ikoma...- me llamó Takumi, todavía del otro lado. -Tenías razón en desconfiar de la reina-.
Abrí mis ojos cómo si fuera un búho. -¿A qué te refieres?- Takumi, soltó un quejido de censura. -Responde.
-Ayer, me levanté a media noche, sólo para ir al baño- escuchaba con atención mientras me secaba. Sí esto es verdad, no es bueno- Ví al príncipe Takeda, hablando sobre no se que supremacía de la legión Yokani y el reinado definitivo de esta legión. Es básicamente un plan para derrocar al rey.- Saqué mi cabeza del cambbiador, ya casi habia terminado, solo me faltaba arreglar el habori y mis zapatos.
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Naraku no Hana || Ikoma y tú || Kabaneri of the Iron Fortress
FanfictionLibérate, libérate de ese destino tan triste. Tu no eres una flor del infierno, así que en ese lugar tan horrible no florezcas, no florezcas. No te dejes enmarañar. Solo unas pocas decisiones pueden salvarlos del futuro. Una amis...