XI

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Las heridas habían sanado por completo, unas ligeras líneas a perladas sustituían las marcas en mi cuerpo. Todo volvía a la normalidad.
Copito estaba totalmente recuperado como si nada hubiese pasado, tenía un hermoso brillo en sus magníficos ojitos.
Mi querido acompañante, ya hacia un tiempo que no lo veía, en la casa no estaba, solo era yo entre paredes blancas con silencios ensordecedores.
Ya era tiempo de recuperar mi vida pérdida. Era tiempo de saber de mi padre y de mi madre. No sabía por donde empezar. Era el momento exacto para salir de aquí, continuar mi rumbo, ser alguien mejor para mi y todos los que me rodean.
Tomé dinero de aquella mesita, y salí con rumbo al trabajo de mi padre, hablaría con él y juntos comeríamos como si nada.

El sol rebotaba en los cristales de la empresa, cegando todo a su alrededor, al pasar por los pasillos la gente me regalaba una sonrisa, sabían quien era, nadie en el lugar me dirigía la palabra más que para hacer elogios sobre mi apellido, MILLER, ese maldito apellido estaba en todos lados, en el papel tapiz, lapices, plumas, papeles, tarjetas, todo, en todo estaba hasta en los labios de desconocidos.

Al final de un largo pasillo estaba un escritorio de cristal el cual estaba vacío, era raro ahí siempre había una persona distinta, casi siempre eran hombres, pero hoy ni un alma habitaba en el lugar, toque levemente la puerta de la oficina de mi padre abriéndola a la par.

— ¡Hija mía!, espera un momento, ¿Si? no mires — Me dijo mientras bajaba la cabeza de alguien con su mano y se subía el cierre de su pantalón.

— No me toques por favor — hice un ademán de desprecio y me separe un poco de él. Era asqueroso pensar que segundos antes le habían chupado la verga a mi parte y ahora este quería abrazarme como si nada había pasado.

— ¿Donde has estado querida mía?, tú madre y yo te hemos estado buscando hasta el cansancio.

— En casa de un amigo — dije sin titubeos, la expresión del Sr. Miller cambio totalmente a enojo; millones de cosas y palabrejas comenzó a gritarme, hablo sobre que era una hija malcriada que no sabia valorar el dinero y todo lo que él había hecho por mi, que no podía dormir desde mi desaparición, que mi madre estaba enferma porque yo no estaba en casa y nadie sabía de mi existencia. El dijo que lo creía de Minerva, mi hermana mayor, ella abandono la escuela, dejando a mis padres para irse al ejercito y al no poder tener hijos, su dinero lo mandaba a una casa hogar. Minerva murió cuando yo tenía 12 años. Desde entonces papá lo tomó como un reto, eso de irse al ejercito y dejarnos, yo por el contrario creo que ella es un héroe, ahora el viejo cree que sigo sus pasos, pero no es así.

Mis ojos se comenzaban a inundar pero no podía quedarme callada esta vez, le grite, le dije todo lo que sentía él solo callaba dejando ver su frente fruncida, le dije lo que creía de él y de su amante, si realmente hubiera pensado con la cabeza podría decirle a mi madre y a mi sobre sus preferencias, nosotras lo habríamos entendido, no tenía que actuar como un idiota, que yo realmente lo amaba pues era mi padre y debía de entenderlo. Al quedarme en silencio con calma me pidió que saliera de la oficina, me acerque a él y le bese la mejilla le dije al oído que lo perdonaría y salí del lugar.

Que momento tan intenso, me sentía tan relaja, había enfrentado al Sr. Miller y no había muerto en el intento vaya valor el mío, ahora una vez mas calmada era momento de ver a mi madre, si estaba tan enferma como papá decía debería estar en casa recostada, reposando su enfermedad.
Que era lo que ocurría conmigo, con la familia, con la vida de rosas que tenía, quería volver a esa vida tan simple y llana, pero no se podía, pues ya nada era igual, todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos...

La puerta de la casa parecía enorme, en ese momento una sensación de vacío se hizo presente en mi cuerpo, gire la perilla plateada, la casa estaba vacía, ningún ruido salía.
Subí hasta mi recámara, estaba tal cual la deje, parecía que realmente les había dolido mi partida por eso conservaron el cuarto para poder recordarme, en definitiva tenia que regresar aquí.

Saque un poco de ropa y algunas cosas que podrían hacerme falta para pasar un par de días más en casa del James Bond; mis oídos habían escuchado unas risas desde la planta de abajo, así que salí corriendo escaleras abajo y lo primero que vieron mis ojos fueron dos siluetas con un par de maletas cada uno; Era mi madre al lado de un hombre de su edad.

Ella no estaba, tan enferma como decía papá.

Se retiro los lentes de sol y el sombrero de playa que traía puesto, me tomo entre sus brazos y en ese instante un aroma a coco y plátano inundo mi nariz. Ese aroma era su bloqueador solar, siempre lo usaba cuando salíamos de vacaciones, al parecer ella había salido de vacaciones.
Mamá me beso el rostro hasta cansarse, algo en mi se sentía plena, pero el hombre en ningún momento dijo nada sólo subió las maletas hasta las recámaras mientras mamá y yo hablábamos sobre mi pequeña desaparición, ella con un hilo de dolor en su voz me contó de varias infidelidades de papá y que al no querer seguir esperando comenzó a rehacer su vida un año después de la muerte de Minerva con un hombre llamado Abdul, él es divorciado, viene de Arabia y por lo que dice es un hombre muy importante dentro de los abogados, dijo que la hacía muy feliz y que él quería casarse con ella, pero primero quería mi aprobación.
Estaba sumamente feliz con lo que tenía mamá y Abdul, realmente se amaban y solo eso era lo que importaba.
Le conté a mamá lo de Petrova, más no le dije en que trabaja; por la imagen que mostraba su rostro esto no le pareció muy bien, pero no dijo nada. Me dio el numero de celular de Abdul, y la dirección donde estaban viviendo juntos.

La noche había caído ya y una lluvia tormentosa golpeaba las ventanas del departamento, tenía tanto frío que estaba recostada en la cama dentro de las cobijas con copito, James Bond no hacía aparición aún, mire el reloj de de la pared y apenas eran las 11:30 de la noche; el cansancio me ganaba, los ojos los sentía pesados, no recuerdo nada debí de caer en un sueño profundo.

Un rayo estalló, y el sonido ensordecedor me despertó miré a los lados buscándolo y solo encontré a copito totalmente estirado y dormido, me levante de la cama y al mirar hacia la sala él estaba ahí, aún lado del sillón estaba su maleta, camine lentamente sin hacer ningún ruido y me escondí tras el marco de la puerta, ¿Que estaba haciendo?, acaso se estaba masturbando, me tenía en la cama tan vulnerable y se estaba masturbando; levantó su mano dejando su miembro erecto y desdobló un paño negro, vaya sorpresa la mía eran mis bragas, este hombre estaba totalmente enfermo; siguió masturbándose mientras un calor recorría mi cuerpo, sin saber como comencé a masturbarme mis manos recorrían mis senos mientras el calor llegaba a mi rostro, las piernas comenzaron a temblarme así tuve que sentarme en el suelo y seguí tocándome pues la imagen era demasiado excitante. Él ya había terminado yo estaba en el clímax, pero él giró su cabeza en dirección a donde yo estaba se puso de pie y camino a paso firme, me congele y no supe qué hacer.
Y ahí estaba yo, en el suelo con las bragas hasta las rodillas y él sólo siguió de largo hasta la regadera, dejo las bragas en la mesita y no dijo nada más.

Diario de una puta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora