Qué mejor que los cahuines, pero puta que es pajero cuando te cuentan algo de un amigo que no sabías. Aún peor cuando te lo cuenta alguien ajeno.
Se les había olvidado ponernos un profe de reemplazo, así que teníamos la hora de lenguaje libre. Aproveché de hablar con una compañera, la Emilia.
Me contó algo cuatico.
—Emi, eso lo cambia todo... —dije sorprendida. Inconscientemente me levanté de la silla. Iba a hablar con la Flo.
Iba a dejar la cagá.
—Tema tuyo lo que hagas, Cane. Pero no me metai en esto, yo simplemente te conté —la Emi se levantó y se fue a conversar con otras cabras.
Decidida fui hacia donde estaba la Flo, resulta que se agarró a dos minos en la casa de la Javi. Nunca la he juzgado por esa tipo de weas, pero si no se la va a jugar por el Shawn, yo podría hacer algo...
Estaba en su puesto, mirando fijamente su celular.
—Florencia Sandoval, ¿qué me dices del viernes? —le pregunté curiosa.
La Flo me miró confundida.
—En la casa de la Acevedo, ¿dónde estabas?
¿Con quién estabas?
—Qué importa esa wea, ya fue —dijo incomoda.
Siempre tan chora la niñita.
—No sé po... Soy tu amiga, cuéntame en dónde andabai.
—No.
—Hiciste algo malo parece —la provoqué.
—¿Por qué te importa, weon? —dijo molesta, luego me miró a los ojos —. Pa qué chucha prenguntai, si parece que ya sabes.
—Quería oírlo de ti.
Suspiró.
—Cane, no se lo vas contar al Shawn, ¿verdad?
—¿Por qué no debería decírselo?
Me miró así:
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—Somos amigas, weon, mejores amigas.
Ah, callate, maraca.
—El Shawn también es mi amigo.
—¿Qué te pasa, culiá? Somos amigas mucho antes de que el Shawn si quiera te mirara.
