Capítulo 2

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Capítulo 2.

Ayer seguí al profesor hasta que dobló la esquina. No pude evitarlo.

Pero me detuve en cuanto fui consciente de que tenía que volver. Retrocedí en mis pasos pensando en las palabras de Marta, y en cuánta razón tenía.

Y estudié tan concentradamente que apenas tuve tiempo para nada más.

Pero no era suficiente. Estudiar el día antes no era suficiente, ni lo sería nunca, por mucho que hubiera logrado persuadirme a mí misma para concentrarme tan eficazmente.

– ¿Qué? ¿Cómo te ha ido? – la expresión de Marta me dice que su examen ha sido un auténtico éxito.

– No muy bien – me sincero con pesar.

Su sonrisa se esfuma.

– Bueno, tranquila. Ahora despreocúpate. Al menos hasta que publique las notas el Profesor Magnetismo.

Me pongo roja como un tomate y me giro rápidamente para comprobar, agradecida, que el profesor Blair está lo suficientemente lejos como para no haberla escuchado.

Por si acaso...

– ¡Marta! – la reprendo.

Lo primero que le dije a Marta que me llamaba la atención del profesor era el magnetismo que desprendía. Ella se burló de mí, a pesar de que reconoció que a ella también le llamaba poderosamente la atención.

No pensé que fuese a acordarse hoy de lo del magnetismo y mucho menos que fuese a nombrarlo.

– ¡Ni que fuera a escucharme! – se ríe –. Anda, vámonos.

Termino de guardar las cosas en mi bolso y bajo las escaleras centrales que están entre todos los pupitres.

No puedo evitar mirarle y bajar lo más despacio posible para alargarlo.

Está guardando un par de carpetas azules en su maletín, del que luego sacará los papeles que se pondrá a revisar en la cafetería mientras bebe su delicioso y caliente espresso.

Me sorprendo al sentir en mi garganta una imperiosa necesidad de beberme un café exprés.

Es mi manera de acercarme al olor de sus carnosos labios.

Piso el último peldaño.

– Sandra – oigo que me llaman.

Esa voz.

Ese acento extranjero.

Elevo la mirada y me encuentro con los ojos intensos azules del profesor Blair.

De repente me siento muy pequeñita.

¿Realmente ha dicho mi nombre? ¿Me ha llamado?

– Sandra – repite –. ¿Podrías acercarte un momento?

Pero yo me quedo paralizada. A pesar de que es mi profesor, apenas lleva dos meses y medio dándonos clases y nunca se había dirigido directamente a mí.

Mi zona de confort durante cada clase es tras los rizos frondosos de Patricia Ugarte, la compañera que tengo delante de mí. Y él nunca se mueve de delante de los pizarrones, desde donde nos imparte sus clases.

Marta me da un leve codazo.

– Te espero fuera – me dice.

El profesor Blair la observa marcharse y cerrar la puerta.

Espresso amor [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora