Capítulo 9

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Capítulo 9.


Blake (al que aún me cuesta llamar así) y yo estamos sentados en un sillón de balancín en la terraza de la finca, tomando un par de tazas calientes de café espresso.

Me ha enseñado todo el lugar y he quedado francamente maravillada. En la bodega me hizo un recorrido interesante y me dejó probar de algunos de los mejores vinos mientras me explicaba acerca de los que sabía sobre su elaboración.

La verdad no me importaría vivir en un lugar así. Aunque sus familiares ya no habitan el lugar, el primo de su padre no se quiere deshacer de la finca ni de los pocos trabajadores que quedan y, bastante a menudo, viene a pasar el fin de semana aquí con su esposa.

Hemos hablado, tomado un poco más de vino y nos hemos relajado en las estancias externas de la casa.

Ahora con un espresso.

Hemos hablado bastante, y le he contado algunas cosas sobre mí. Mi relación con mi familia, lo que me gusta mi carrera y algunas de mis aficiones.

Pero él también me ha dicho algunas cosas sobre él.

Me sorprende saber que su carrera universitaria no tiene nada que ver con el puesto que desempeña como profesor de Inglés Profesional en la Universidad. No me dice qué carrera, pero sí que estudió en Palo Alto, en la Universidad de Stanford situada en Sillicon Valley.

– Es una magnífica Universidad. Está en California, ¿verdad? – él asiente. Yo recuerdo al momento que leí en su perfil de Facebook que era de California –. ¿Vivías en Palo Alto, entonces?

– Mientras estudié sí – responde. Da un sorbo a la taza de café antes de continuar –. Crecí en Los Ángeles, pero está a poco más de cinco horas y media de distancia en coche. Imposible combinar el lugar de residencia habitual con la zona de la Universidad para vivir.

– Uf... qué va – asiento enérgicamente pensando en mi situación –. Yo vivo en la residencia porque la casa de mis padres está a cuarenta minutos... si me pongo en la situación tuya por aquel entonces, lo mío suena hasta ridículo.

Él sonríe levemente mientras me escucha. Me gusta la atención que me pone mientras hablo, lo cual me hace sentir bastante cómoda.

Blake se mueve un poco y el balancín también. Bebo un poco más de mi café.

Se ha pegado un poco más a mí. Siento el calor que irradia su cuerpo y me gusta.

– Entonces, ¿cuándo viniste a España?

– Después de vivir una temporada en Nueva York – responde. El rico olor del café que desprende su aliento me incita a querer besarle, pero no lo hago.

– Me encanta Nueva York – digo con sinceridad. Me encantaría ir allí, conocer lugar y quedarme para no volver –. Mi hermano estuvo a punto de irse allí a vivir. A los dos nos encanta – explico –. Pero vive en Bélgica. ¿Tú tienes hermanos?

De repente, Blake se pone tenso. Bastante serio. Se nota que mi pregunta le ha hecho sentirse incómodo e incluso desvía la mirada, que había estado en contacto con la mía durante todo el trascurso de la conversación.

– Perdona, Sandra, pero no me gusta hablar de mi familia – dice de pronto, sorprendiéndome por su grave seriedad. No lo pensé después de que me hablase del primo de su padre, pero supongo que se refiere a su familia más directa, como padres y hermanos.

Enrojezco por la vergüenza.

Lo cierto es que oírle me apena. Mi familia, para mí, es una parte fundamental en mi vida y no me importa hablar sobre ellos. Soy feliz de tenerles en mi vida, pero igual a Blake no le sucede lo mismo.

Espresso amor [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora