Capítulo 12

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Capítulo 12.

Marta me apretuja entre sus brazos. Nos cuesta despedirnos porque nos resulta triste la idea de no vernos por varios días.

Vale... sí. Serán cuatro días. Es jueves y volverá el domingo. Son pocos.

Nosotras nos damos nuestro espacio a diario pero siempre estamos... ahí. Para lo que haga falta. Siempre. Y a muy pocos metros de distancia en la residencia de la uni.

Se me hace un nudo en la garganta al pensar en lo poco que queda para que dejemos de vivir en el mismo lugar.

– Hazme una videollamada todos los días para que me pases los apuntes, ¿eh? Y no te olvides de salir con los chicos y pasar un rato agradable por ahí, y desconectar – me dice simpáticamente amenazante. Suspira –. Ah... Me voy en un momento crucial y...

– Marta, relájate y disfruta – la corto. Apoyo las manos en sus hombros y le regalo una amplia sonrisa –. Y lo haré, no te preocupes.

– Vale, vale... gracias – solloza.

Cuando por fin logro sacarle una sonrisa a mi amiga nos volvemos a abrazar y nos despedimos.

– Buen viaje – le deseo a lo lejos mientras le digo adiós con la mano.

Salgo del aeropuerto de Barajas de Madrid y me meto en el coche. Doy un largo suspiro y pienso en mi amiga. Sé que lo pasará genial y estará estupendamente cuidada.

Marta se va a pasar el fin de semana a Newcastle por el cumpleaños de Charles y estoy segura de que para ella será un gran viaje. Se han reconciliado hace poco más de una semana y lo llevan bien al menos de momento. La inestabilidad de una relación a distancia lo complica todo, así que me alegro por ellos.

Desbloqueo mi móvil y miro la hora. Son las siete menos cuarto de la mañana, por lo que decido que lo mejor es ir a tomar algo a la cafetería y luego ir directamente a la primera clase en la Universidad.

El trayecto en coche dura unos quince minutos. He ido escuchando en la radio varias canciones y eso me ha animado.

A lo lejos veo el parque de atracciones y sonrío. La última vez que lo visité fue hace relativamente poco con Marta y los chicos de la Universidad.

Sonrío al recordar lo mucho que vomitó Juanjo al bajar de la montaña rusa mientras Patricia le abanicaba con uno de los folletos del parque bastante disgustada.

A mis padres también les encantaba ir, pero ya hace años que no es lo de ellos. Recuerdo que cuando era pequeña la mayor parte de las veces mi madre se quedaba esperando mientras mi padre, mi hermano y yo nos subíamos hasta en los tejados de las tiendas si nos hubieran dejado.

De hecho, la verdad es que prefería visitar el parque con mis padres que con mis amigos.

Apago la radio y suspiro.

Por lo menos es jueves.

Hay que empezar el día con energía y positividad.

La positividad ya la tengo, la energía voy a recargarla enseguida.

Cuando llego a la cafetería, tras haber aparcado en las inmediaciones, ya hay un montón de gente tomando algo en lo que probablemente serán los últimos minutos previos a sus respectivas entradas al trabajo u clases.

Pido un espresso y un sándwich de jamón a la plancha.

– Que no lleve mantequilla, por favor – le pido a la camarera.

Ella me guiña un ojo tras asentir amablemente y se marcha habiendo tomado nota.

Mis tripas rugen al oler tortilla y churros y se me antoja comerlo todo, pero recuerdo que he subido tres kilos las últimas semanas y se me pasa.

Espresso amor [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora