Capítulo 8

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Capítulo 8.

Marta entra a mi baño, se baja la falda y se sienta en el retrete para hacer pis. Termina, coge un poco de papel y vuelve a subirse la falda. Yo miro el interior del baño con los ojos muy abiertos.

– Oye, déjame un poco de privacidad, no seas mirona – bromea.

– Sí, claro – musito. Ella se echa a reír.

Blair no está a la vista. El muy avispado ha sido listo y se ha escondido dentro de la bañera, cuya cortinilla lo protege de la vista de mi amiga (por fortuna).

– Sandra, ¿te encuentras bien?

– ¿Yo? Sí, sí, perfectamente... – miento como una bellaca. Ella me mira con una ceja levantada, tambaleándose un pelín. Ha bebido más que yo.

Nunca en mi vida había sentido ganas de deshacerme de Marta. Si pillara al profesor en el interior del baño me daría un ataque, y no estoy dispuesta a permitirlo. Aún no estoy lista para que sepa lo que está ocurriendo.

– Estás enfadada porque te has venido sola, ¿verdad? – insiste.

Yo miro por el rabillo del ojo al baño. Joder, joder, ¡joder!

– Que no, de verdad. Y vete a tu habitación, hoy voy a dormir sola.

– Que no, oye, ¡que me quedo aquí! – su tonillo borrachín, pese a la situación, me hace gracia.

Marta es obstinada.

– Es que estoy esperando a alguien – se me ocurre decir para quitármela de encima.

Mala elección.

– ¿Sí? – pícara, sonríe –. ¿Has quedado con Nacho aquí para echar un polvete, sinvergüenza? – me quiero morir al escucharla. En otro momento me habría hecho gracia, pero Blair está escuchándola, estamos a tres metros de él y ha debido oírlo –. ¡Qué calladito te lo tenías! Bueno vale, me voy, me voy...

Me despido de Marta y, cuando por fin se marcha, me relajo un tanto y cierro la puerta.

Al darme la vuelta tengo a Blair a diez centímetros de mí.

– ¿Quién es Nacho? – pregunta con seriedad.

– ¿Y a usted qué le importa?

– ¿Es tu novio? – pregunta de nuevo.

– No. Y si así fuera no sería asunto suyo.

Su seriedad es aplastante. El brillo lujurioso ha desaparecido de sus ojos azules. Hay tensión en su mirada y parece enfadado. Pero, ¿qué se ha creído? Tampoco es para tanto.

Aun así está guapísimo. Su atractivo nubla cualquier sentido y, en este caso, el mío.

– No me resulta cómodo que me sigas tratando de usted después de lo que acaba de pasar entre nosotros.

Tiene razón, pero no puedo tutearle. Tutearle, a mí, sí que me haría sentir realmente incómoda por muy ridículo que sea tras, como acaba de decir, lo que ha ocurrido entre nosotros.

– Dígame de qué quería hablar – exijo –. No se acerque – le exijo también al ver que se aproxima.

La excitación sigue presente en el ambiente, al menos por mi parte, no lo puedo negar, pero ni ahora ni en este preciso lugar sucederá nada de lo que me pueda arrepentir después.

Si le dejo acercarse... si le dejo se acabó.

– Está bien – con toda confianza, aunque yo no le he invitado, se sienta en una de las dos sillas que hay debajo de la pequeña isla de la cocina –. Creo que es obvio que no pude esperar a que siguieras pensando. ¿Lo has pensado?

Espresso amor [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora