Capítulo 10 - EPÍLOGO

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Ignazio solamente le miraba con tristeza y estaba demasiado callado. Tal vez ella sólo necesitase escuchar a uno de sus chistes para saber que todo estaba bien, como siempre, pero ahora... Él no podía.

- Lo siento - murmuró. - Lo siento, Melissa, si hubiera llegado antes, yo...
- ¡Para Ignazio! - Ella pidió – Me salvaste la vida y es mucho más de lo que podía pedir.
- Pero no te sientes bien contigo misma, entonces no hice todo lo que podía. - Ella sacudió la cabeza - Déjame ver.
- ¡No! Yo no...
- Yo quiero ver. - Dijo autoritario. - Dijiste que tenía miedo de no gustarme más, muéstrame y entonces te digo lo que siento. - Ella no se movió - ¡Vamos!

Ella se dio la vuelta y se puso de espaldas a Ignazio. Apretó los ojos y con sacrificio levantó la camisa hasta los hombros, dejando a su espalda expuesta. Su cicatriz llenaba todo el lado derecho de la parte posterior del hombro hacia abajo hasta llegar a la cintura. Había partes donde el tono de su piel era más cercano al color natural, en otras más roja.

Melissa miró a Ignazio por encima del hombro, vistió la camiseta de nuevo y se volvió. Todavía él tenía la misma expresión en su rostro.

- Tendrás que tener una razón mejor que esta para que dejes de gustarme. - Ella pareció sorprendida.
- Sé que por su profesión debe estar más acostumbrado, pero todavía tenía miedo...
- ¿Tienes asco de cicatrices? - De pronto él preguntó - ¿Las odia?...
- No me gusta...
- ¿Y si se tratara de otra persona? Un paciente tal vez.
- No tengo problemas con cicatrices o lesiones de cualquier tipo en otros. Simplemente no he aprendido a aceptarlas en mí. – Ignazio solo asintió, se levantó y se quitó la camisa, y luego se dio la vuelta. Como Melissa, él la miró por encima del hombro y su rostro se mostró asombrado, parecía estar aún más pálida.

Si pensó que la cicatriz que tenía era enorme, la que tenía Ignazio entonces sería casi indescriptible. Pasaba toda la longitud de su espalda y los lados del pecho, en parte de los brazos e incluso donde se iniciaba el tejido de los pantalones ella podría darse cuenta que no terminaban allí. Entonces, las lágrimas comenzaron a caer por su cara de nuevo. Él se giró quedándose frente a ella.

- ¿Cómo sucedió esto? – Murmuró ella. Él se sentó y apoyó los codos en las rodillas, y luego la miró.
- Cuando tenía 15 años de edad. Yo vivía con mis padres en una granja muy pequeña... Había una pareja vecina que tenía unos siete hijos. Una tarde, la madre se fue de compras y el padre estaba trabajando y su casa se incendió. Otros vecinos y yo fuimos allí para rescatar a los niños. Yo me quedé con la última niña, que tenía 5 años de edad. No recuerdo lo que pasó, lo único que sé es que la casa era vieja y parte del techo del segundo piso se derrumbó encima de mí, me desmayé y fue atrapado en los escombros. Tuve quemaduras de 3º grado en la mayor parte del cuerpo, y el humo además de la intoxicación me quemó las vías respiratorias y me fracturé el brazo izquierdo... Los médicos incluso ni creían que iba a sobrevivir, pero aquí estoy. Me pasé los peores días de mi vida a causa del dolor, pero cuando volví a casa y la chica que salvé me visitó, y la vi bien, en ese momento me di cuenta de que todo valió la pena. Fue cuando supe que sería bombero – Hubo solamente silencio. - Ahora es mi turno de preguntar: ¿Eso cambia algo para ti?
- Por supuesto que sí. - Él tragó saliva - Te admiro aún más ahora. Si es que eso es posible. - Se sonrieron levemente e Ignazio tomó un pequeño susto cuando Melissa se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza. Tan pronto como se separaron, ella abrió una amplia sonrisa mientras lo miraba a los ojos, y luego le dio un beso.

Ignazio la sostuvo por la cintura y se inclinó sobre ella. A diferencia de antes, Melissa no protestó, en vez, ella le tiró aún más arriba de sí misma, y mientras él la besaba con intensidad, ella fundió sus dedos en su cabello. Pronto Ignazio bajo lentamente por su cuello.

- Creo que puedes sacar la camisa ahora – Él murmuró cerca de la oreja de Melissa y ella sonrió.
- Qué apresurado...
- Claro que sí. Sólo soy capaz de soportar la idea de desnudarte – sonrió con cierta malicia. - No te gustará que te diga esto, pero todo lo que quiero hacer contigo es poner fuego en las sábanas. - Ella se rió.

Lo único que ella logro hacer después fue balbucear algunas palabras, quedarse sin aire y suspirar. Ignazio sabía bien lo que estaba haciendo y al verla así seguramente le trajo mucha satisfacción.
Momentos después, los dos estaban acostados y abrazados, sólo se escuchaban sus respiraciones.

- Tú podría pasar unas cuantas noches aquí. - Comentó Ignazio y Melissa ​​levantó la cabeza para mirarlo.
- ¿No crees que sea demasiado rápido? - Él se limitó a mover el hombro. - No hace mucho tiempo que nos conocemos.
- Todo lo que necesito saber acerca de ti es si te gusto y si estarás conmigo cuando necesitar... Ya lo has hecho. Y tengo que admitir que me encantaría verte aquí cuando llegase a casa después del trabajo.
- Pero tengo miedo Ignazio. No sé si podría soportar la agonía de verte ir y no saber si volverás. – Él le acarició la mejilla y sonrió.
- Aunque mi cuerpo no vuelva, mi amor siempre estará contigo. - Ella sonrió con lágrimas en los ojos. - De una forma u otra siempre volveré para ti.
- Ya que me quieres aquí, entonces creo que puedo quedarme – él abrió una amplia sonrisa. - No hay nada que no haría por ti. - Ignazio la abrazó con cariño. - Sólo prométeme que siempre vas a volver... – él le dio un beso en la cabeza.
- Oh, Melissa no te preocupes... Nos queda tanto por vivir...

FIN

Te Queda Tanto Por Vivir (Et Queda Tant Per Viure)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora