Un espantoso primer día

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Narras tú:
Era una hermosa y fresca mañana, el sol brillaba, las aves cantaban, Lulú me picoteaba los pies...

¡¿Lulú?!

Desperté de golpe al sentir el pico de una de nuestras gallinas tocar mis pies descalzos.

—¿Qué haces aquí pequeña Lulú?— pregunté retóricamente al pequeño animalito blanco mientras me lo quitaba cuidadosamente de encima. Bajé de la cama y sentí algo pegajoso bajo mis pies: lodo. Y junto a la sustancia en cuestión apareció​ uno de los cerditos mordiendo mis zapatos.

— ¡Abuela!— llamé a mi querida abuelita mientras me limpiaba los pies.

— ¿Qué ocurre, querida?— llegó ella a mí rescate acomodando sus anteojos.

— ¡Los animales se metieron a mi cuarto!— exclamé buscando si había más animales a parte de Lulú y el cerdito mordelón.

— Al parecer, en la madrugada hubo una gran tormenta que espantó a los cerdos y las gallinas. Como tu cuarto es el más cercano se han de haber colado por alguna parte— explicó mi abuela y yo maldije la ubicación de mi alcoba.

—Bueno, en tanto no sean todas las gallinas y cerdos...— terminando de decir esto fuí a abrir mi closet para buscar un atuendo cuando de la nada salieron las seis gallinas restantes, aleteando como murciélagos.

Grité del susto y sacudí las plumas que desprendían sobre mí.

—Te prepararé el desayuno, debes comer bien  para rendir en el trabajo— mi abuela se retiró y fue a la cocina.

— ¡El trabajo, lo olvidé por completo!— dije con pavor. Después de la hermosa velada de anoche olvidé que Gastón no era mi novio, sino mi jefe, un jefe apuesto y adorable, pero eso no significaba que debía dejar de lado mis responsabilidades laborales.

Me metí a la ducha para eliminar cualquier rastro de lodo u olor a gallina de mi piel para que Gastón no pensara que dormí en un chiquero (aunque algo similar había ocurrido en realidad). Sin embargo, el agua estaba helada, había olvidado calentar agua en una caldera y ahora moría de frío mientras me enjuagaba el cuerpo.

Saliendo de mi baño, busqué un vestido para trabajar, así que opté por un vestido rosa, un delantal blanco y unos zapatos de piso. Sin embargo, estos últimos estaban un poco mordisqueados por los cerditos que al parecer estaban o bajo mi cama o detrás de mí tocador.

Me hice una cola de caballo con una banda elástica y bajé a desayunar rápidamente, pero en el transcurso resbalé provocando que mis zapatos terminaran de romperse.

—__________, ¿estás bien?— preguntó el abuelo corriendo a mi auxilio.

— Sí, no es nada, sólo un pequeño tropiezo, abuelo— le agradecí mientras me incorporaba.

Regresé a mi habitación por unos zapatos que no estuvieran en mal estado. Nada.

Todos mis zapatos tenían agujeros y lo único que se salvaba eran unas sandalias, de cuero.

"Pues ya qué"
Dije en mi mente y me puse las sandalias con resignación.

Después del alboroto de los zapatos, desayuné tranquilamente un poco de fruta, me despedí de mis abuelos y fuí al trabajo.

Todo marchaba mejor que al inicio, mientras caminaba esquivando los inmensos charcos de lodo que invadían la ​calle hasta que...

¡Plop!

La banda que sostenía mi hermoso peinado reventó golpeándome la cabeza con su estallido y dejándome caer los mechones sobre el cuello.

"M i e r d a"
Pensé, tratando de acomodar mi cabello de una forma decente, esperando que el frizz no se apoderara de él en lo que llegaba a mi trabajo.

Finalmente, llegué a la taberna de Gastón, con la mirada decidida y la frente en alto, mostrando dignidad y seguridad... Las cuales cayeron en tan sólo unos segundos.

— ¡Preciosa! ¿Vienes a bailar aquí?— gritó un viejo promiscuo cuando me vió llegar.

Me ahorré la vergüenza de responderle de mala manera, pues me había indignado un poco. Mientras muchos de los clientes se reían al verme acercarme a la barra.

— Ha de ser una nueva dama de compañía, mientras no hay quien dé los tragos ella nos 'divertirá' de otra manera— comentó otro individuo que hacía señas obscenas sobre mí.

— De hecho, caballeros— me hice notar— yo serviré los tragos mientras Antoine esté herido— aclaré y todos soltaron una gran carcajada.

— Vaya, vaya, creo que todos se están divirtiendo y aún no se sirven los tragos— dijo la voz más hermosa y varonil del mundo; Gastón. Salió detrás de la bodega con Lefou a un costado.

— ¡Esta chica dice que ella servirá los tragos mientras Antoine no está!— dijo un cliente entre carcajadas.

— Pues esa 'chica' es su nueva bartender— dijo Gastón con tono serio y todas las risas cesaron— Escuchen todos, __________, es mi nueva empleada, ella reemplazará a Antoine el tiempo que sea necesario y quiero que la traten con el  debido respeto ¿ENTENDIERON?— su voz resonó en toda la taberna y sus leales compañeros de cantina asintieron obedientemente.

— Gracias por defenderme— dije agradecida de que Gastón fuese tan bueno conmigo.

— No es nada, dulzura— respondió acariciando mi despeinado cabello.

Gastón me explicó cómo se usaba la dispensadora de cerveza y demás licores, me ayudó a aprenderme sus nombres y cómo preparar ciertos cocteles.

Los hombres que iban a la taberna eran en su mayoría cazadores, como el dueño de la misma, y eran seres con determinación y un léxico bastante amplio a la hora de insultar o criticar. Sin embargo, la presencia de Gastón derrumbaba todo lo anterior haciendo que los sujetos me pidieran amablemente las cosas y evitaran los comentarios machistas del inicio.

Trabajé arduamente hasta las 10 de la noche, terminé exhausta, mis sandalias estaban sudadas y mis pies adoloridos por tanto caminar por el lugar llevando tragos de un lado a otro. El frizz ganó la batalla y transformó mi melena suelta en un huracán de cabellos salidos y desaliñados.

Me veía peor que cuando tenía que perseguir a mis cerditos para bañarlos.

O cuando tenía 12 y caí a un depósito de basura.

Ayudé a guardar algunos artículos y limpié cada mesa de la taberna. Todo se veía ordenado.

— Listo, Gastón, ya terminé por hoy— dije con el poco aliento que me quedaba .

— Gracias por ayudarme, te acompañaré a casa si no te molesta— se ofreció y yo sólo asentí con la cabeza suavemente.

En el camino platicamos sobre lo sencillo que era el trabajo y que desde que me conoció se dió cuenta de que no importa si soy una chica, igual puedo hacer las cosas.

Mi burbuja de fantasía se activó mientras me sujetaba el brazo y todas las chicas me veían con envidia, deseando ser yo.

Llegamos a la esquina y Gastón se disculpó por los comentarios, a lo que yo respondí sin enojo u ofensa.

—No te preocupes, ya se les pasará— dije indiferente.

— No me parece muy educado que esos infelices borrachos  hablen mal de ti sólo por servir ahí, ¡qué mal agradecidos! — me dijo y sus palabras sonaron sinceras y molestas a la vez.

— Descuida, no hay problema — le regalé una sonrisa mientras nos aproximábamos a mi hogar.

— Gracias por traerme— dije sonrojada

— Es todo un placer— Gastón me hizo una reverencia y en ese mismo instante dió un respingo de dolor... ¡un pato le mordió la mano cuando no veía! — ¡QUITAMELOOOOO!— chilló de dolor.

— ¡Ducky, suelta el dedo de Gastón, pato malcriado!— regañé al ave y lo forcejeé para safar la herida mano de mi apuesto prospecto.

— Debo irme— dijo sin más y corrió a atender su herida.

— Adiós...— dije cabisbaja y me metí a mi casa.

¿Cómo fue que de la noche a la mañana pasé de ser una chica de ensueño a una desastrosa campesina?

Nadie es como Gastón ( Gastón y tú ❤️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora