"Novena Pieza"

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El murmullo de la gente al pasearse generaba un ruido agradable al ambiente. Era comparable al sonido constante del ida y vuelta de las olas del mar, o al crujido de las hojas de los árboles al mecerse con las pequeñas brisas.

La atmósfera era grata. No tranquila, pero si confortable. La concurrencia vestía elegante; desde las niñas con sus pomposos vestidos de tul, hasta los adultos con sus zapatos de charol y moños rebuscados.

La apacible música de salón hacía eco por toda la plaza; la cual era revestida con pequeñas baldosas de piedra que, direccionadas en forma de espiral, se unían en el centro generando una circunferencia decorada con la figura de un enorme Vivillon hecho de azulejos de colores brillantes.

Alrededor de allí, faroles altos y pequeñas luces colgadas en los arboles iluminaban de manera tenue, rodeando a las parejas que ya habían comenzado con su danza, y a los transeúntes que deambulaban por los alrededores, simplemente disfrutando de tan exquisita velada.

Ella, con un vestido de gasa color rosa pastel hasta las rodillas y detalles brillantes, se paseaba sobre sus zapatos bailarina – que tenían un ligero tacón – entre la muchedumbre, ignorando casi por completo los gritos de Clemont para que no vayan tan aprisa.

Y es que a cada paso que daba no podía evitar sentirse como una princesa de cuento de hadas, caminado por los jardines de un palacio rodeada de detalles pintorescos. Solo le hacía falta su príncipe azul...

Sintió un apretón en su mano derecha y al bajar la mirada vio el sonriente rostro de la pequeña rubia quien, se veía, estaba igual de emocionada que ella. Y es que, ¿qué chica fantasiosa nunca soñó con algo así?

Los moños dorados en la falda de tul del vestido de la niña, sumado a una pequeña tiara en su cabeza, resaltaban el reluciente color crema de su vestido y, junto a unas bailarinas bajas, ella se sentía igual de dichosa que su compañera mayor.

Ambas voltearon a ver a su amigo que venía detrás de ellas reclamando por su aguardo. Una camisa con tirantes y un elegante moño azul, sobre unos pantalones de poliéster y Zapatos Brogue color marrón, era lo que el chico había elegido en la tienda donde alquilaron los trajes. Bueno en parte, o casi nada en realidad, ya que la mayoría de su vestuario lo había seleccionado su persuasiva hermana. Tuvo suerte al, al menos, no dejar que le pusieran un saco. Según él, se sentiría muy incomodo.

Los tres se detuvieron frente a la enorme plaza, que en ese momento era el salón de baile, y luego de que el científico dejara de jadear del cansancio, posaron sus miradas maravillados de lo que tenían frente suyo.

—Es maravilloso... —musitó Serena en un suspiro, que se desvanecía en el aire ante el sonido de la apacible, pero sonora, música y las risas de la multitud.

Tenía que admitir que ver a las parejas gozando de un maravilloso encuentro por medio de la danza y el cariño mutuo, adornado por ese bello paisaje, le causaba una especie de envidia. ¡Oh! ¿Cuántas veces deliró en su mente con la idea de estar así un día con su príncipe azul?

Y es que desde niña soñó con su valeroso caballero; quien la rescataba del oscuro y profundo bosque y la llevaba al palacio donde, en un baile mágico, se transmitían todos los sentimientos que compartían, y con los cuales viviría juntos el resto de sus vidas.

Pero la realidad era muy distinta, y no se puede vivir en las fantasías. Por más que lo intentara no podía sacarse de la cabeza su situación. En verdad quería estar allí con él, era un anhelo que, aunque pareciere insignificante - y quizás sí lo era - implicaba algo muy íntimo y preciado para ella.

Al pensar en el chico se entristeció. Y es que sí, lo extrañaba, pero también recordaba estar enojada con él, y no quería ver su rostro en un buen tiempo. ¿De qué le servía soñar que estuviera allí si no significaba lo mismo para él?

"Lo que siento por ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora