capítulo 3

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Mi teléfono sonó a las siete de la noche, el fuerte sonido de la llamada entrante me despertó, la habitación sólo estaba iluminada por la luz de la pantalla del teléfono; extendí la mano y lo agarré, miré quien llamaba y era uno de mis tantos amigos del bar.

- Mark estoy exhausto, no iré, pienso ir a tomarme un café en la cafetería cerca de mi departamento y luego regresar a casa a ponerme a trabajar en un proyecto fotográfico. - le dije con pereza mientras limpiaba de mi ojo derecho las lagañas secas que me impedían pestañear.

Colgué y me levanté, hacía frío, así que me puse el batín con el cual desfilé por toda la casa buscando las cosas para ducharme e irme a tomar un café.

La ducha fue breve, me puse lo primero que encontré en el armario, unos jeans, un jersey y una sudadera, encima de ello el abrigo, cubrí mis pies con unas botas y agarré el paraguas antes de salir. En efecto llovía, el hecho de estar en primavera no quiere decir que no llueva ni haga frío, sólo quiere decir que los capullos se abren y que el verano se acerca.

Llegué al café justo al lado de mi departamento, puse el paraguas en el paragüero y dejé mi chaqueta colgada sobre el espaldar de la silla donde me sentaría a beberme el delicioso café; entonces lo vi, lo vi pasar frente a la gran ventana por donde podía ver parte de la localidad, esperaba a que el semáforo le otorgara el paso y cuando lo otorgó avanzó hacia mí, daba la sensación de  que caminaba hacia donde yo estaba, me miró por segundos y sentí que mi cuerpo fue congelado por aquellos intensos ojos azules. al doblar en la esquina se perdió de mi vista y no me quedó nada mas grabado en mi cerebro que aquellos ojos azules.

Salí del bar con el paraguas cerrado, ya había dejado de llover, caminé hacia el edificio donde vivía, la brisa que me daba en la cara estaba helada, llegué a la entrada y mientras buscaba las llaves en mi bolsillo escuche una voz profunda con cierta dulzura pero al mismo tiempo seria.

- no te preocupes yo abro, tengo la llave en la mano. - escuché tras de mí.

- Que suerte, creo que dejé las mías en mi departamento.

Voltee a ver al sujeto y de inmediato vi esos ojos azul intenso de mirar intimidante, parece como si se clavaran en ti como dagas afiladas que traspasan hasta tu alma, el dueño de dichos ojos parecía haber sido tallado por las mismísimas manos de Miguel Ángel haciendo de este el nuevo David, su altura igual que la mía un metro noventa, su complexión parecía atlética, con tanta ropa me era imposible detallarle cada esquina del cuerpo, de su cabello negro azabache resaltaban unas que otras canas que hacían juego con las de su barba no tan frondosa, podría darle con exactitud unos cuatro días desde la ultima vez que uso su afeitadora; el hombre era un ángel, un ángel que camina entre los pecadores seres de la tierra por su belleza inexplicable.

- ¿a que piso vas?. - me preguntó cuando subimos al ascensor.

- voy al noveno. - le respondí algo tímido.

- somos vecinos de piso, también vivo en el noveno, me mudé ayer. - su mirada se dirigió hacia mi.

- pues... Bienvenido.

- gracias.

El ascensor quedó en silencio luego de esa breve charla; llegamos al piso y salimos del ascensor, su puerta quedaba justo al lado de la mía.

- ¿Como harás para entrar si no tienes llaves?. - me preguntó mientras abría su puerta
.
- tengo una aquí debajo del tapete, siempre la dejo por si llego a perder la llave. - le respondí mientras sacaba la llave de debajo del tapete y procedía a abrir.

- que listo. - dijo sonriendo. - oye, soy Henry, ¿tú eres?. - me preguntó al mismo tiempo que abría la puerta y se echaba la llave al bolsillo sin dejar de mirar hacia donde yo estaba.

- soy Adán. - Sonreí.

PromiscuousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora